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El desgaste estadounidense ante el nuevo orden político internacional

El desgaste estadounidense ante el nuevo orden político internacional / César J. Sánchez León
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En Latinoamérica, sea dicho, el descuido estadounidense ante la penetración de ciertas ideas y las acciones concretas contrarias a sus intereses, son evidentes. En Venezuela la presencia iraní se aprecia sin mayor esfuerzo.

Para entender hoy en día, la política interna de los Estados y en especial la de algunos como Venezuela, en Latinoamérica, es imprescindible comprender el nuevo orden político internacional, muy distinto a como lo fue hasta 1990 en que Rusia dejó de ser el poder mundial alterno de los Estados Unidos. Hasta ese momento, ideológicamente el mundo se dividía, de manera muy simple, en dos. En este siglo XXI la política internacional no está dominada por dos grandes polos de poder, como cuando existía la Guerra Fría, que rigió durante buena parte del siglo anterior.

Con todas las consecuencias que hoy se han generado, entre otras, el fortalecimiento de corrientes antiestadounidenses que han llegado a ser gobierno en algunas naciones. Desde nuestra óptica, esto origina que, al intentar encarar, como hasta ahora, la política de algunos Estados latinoamericanos en contra de los Estados Unidos y el capitalismo puro, desde los centros de poder mundial interesados, se recurra a mecanismos en forzoso desuso en el mundo de nuestros días. Siguen existiendo ciertos bloques de países, que con todo el prestigio e influencia que pudieren tener, desde su fundación en los años setenta, como el Grupo de los Siete (G7), sus opiniones y actuaciones no pesan tanto en el concierto internacional como sucedía en el siglo pasado.

La razón es sencilla: no existen países absolutamente independientes económicamente de los demás (países autárquicos) y como ha quedado demostrado por la guerra Rusia/Ucrania, aún Estados poderosos como Alemania, dependen, por ejemplo, de la energía (gas) de sus oponentes ideológicos en la contienda, concretamente Rusia. Tampoco los bloques como el ya mencionado G7, están formados por países que son socios incondicionales entre sí.

Como si no fuera suficiente lo dicho, hoy los Estados actores que pujan individualmente por un puesto influyente en la escena internacional, son varios; en busca de conseguir y/o mantener un posicionamiento aceptado por muchos otros. El mayor número posible. Se supone que todo Estado aspira a tenerlo para lo cual, por cierto, no es imprescindible ser fuerte económicamente. Por ejemplo, un gobierno respetuoso de las libertades, de los Derechos Humanos y con seguridad jurídica y personal, que atraiga capitales para las diversas formas de inversión extranjera, puede lograr un lugar relevante en el concierto internacional y lograr buenas metas a lo interno. En Latinoamérica, citemos por caso, Costa Rica o Uruguay.

Pero hay otras formas de hacerse notar en el concierto internacional para provecho del Estado actuante, lo que incluye considerar la política interna y la ideología que le anima. Al pasar revista a la estadística del comercio internacional aparecen entre otros actores, Irán y Turquía, abriendo sus mercados en Latinoamérica: México, Venezuela, Argentina, Chile y terceros. Podrá decir el lector que en esos países la inclinación política de los respectivos gobiernos lo facilita; y que hay un interés más que económico, fundamentalmente ideológico que se inspira en un contrapeso a los EE.UU. Ciertamente. A Irán, por citar un actor, y a muchísimos otros, le resulta inconveniente a sus intereses y hasta antipática, la insistencia de la política estadounidense por mantener mundialmente su supremacía ideológica y económica. Y no sólo a este país.

Aquí también hay un riesgo: acorde con los intereses de sus gobiernos, en ciertos Estados está presente la aspiración de expandir sus ideas políticas en otros continentes e influir a lo interno de los Estados; que trae por cierto, aditivos de cierta peligrosidad; de penetrar y constituir zonas de influencia en regiones como la nuestra para debilitar el influjo tradicionalmente hegemónico de los EE.UU. Irán, por ejemplo, que incluye entre sus bienes exportables (y que efectivamente exporta, según la estadística del comercio internacional), los de propósito militar, “know how” incluido y con este muy posiblemente “algo más” …

En Latinoamérica, sea dicho, el descuido estadounidense ante la penetración de ciertas ideas y las acciones concretas contrarias a sus intereses, son evidentes. En Venezuela la presencia iraní se aprecia sin mayor esfuerzo. Es también la reacción ante la idea caduca de insistir en imponer la fuerza, aún velada y a veces no tanto, en las relaciones internacionales que ha probado su ineficacia. Un ejemplo oportuno podría ser el caso de una aeronave carguera con bandera venezolana que voló en espacio perfectamente controlado desde México a Argentina, con carga comprobadamente legal, para luego generar un escándalo en este último país, ante la presunción de otras irregularidades extrañas al transporte de carga declarado y cuyas culpas atribuyen a Irán, judíos residentes en la nación austral.

En lo económico, China es un gran país exportador de bienes terminados y la calidad de estos, mejora cada día. La industria rusa tiene décadas exportando armamento por centenares de millones de dólares, a países de Latinoamérica, concretamente carros y aviones de combate a Perú y más recientemente, a Venezuela. Aquí, en este país, tenemos supermercados en los que la presencia sobresaliente de productos turcos y de otros países del Medio Oriente, indican a simple vista que el comercio internacional venezolano con esta región está funcionando, si bien no todavía en toda su escala de potencial eficiencia.

Las frecuencias de vuelos comerciales de itinerario, producto de acuerdos bilaterales entre Venezuela y países de esa región está presente. Y la comunicación por vía aérea sigue creciendo con base a nuevos tratados en materia aeronáutica entre Venezuela y países del Medio Oriente. En todos estos casos, hay una interacción entre la política interna de los Estados y la política internacional global. En muchos casos muy estrecha.

En el mercado interno de los países latinoamericanos, en general, podemos adquirir bienes y disfrutar servicios con la ayuda de la electrónica, con predominio de los de China, de Turquía, de Japón, de Corea del Sur y aún de otros países. Y digámoslo, por cierto: también Venezuela exporta frutas y productos del mar a la UE y otros destinos y no solo petróleo como antes. Aquí existen supermercados con marcada presencia de productos turcos y de otras nacionalidades con casi plena ausencia de estadounidenses; esos productos vienen muchas veces por medio de nuevas rutas, como dijimos, recién abiertas como derechos comerciales surgidos de tratados bilaterales entre Venezuela y otros países del Medio Oriente.

Además de la actividad comercial, está presente lo ideológico, producto de un acercamiento y simpatía entre los gobiernos con afinidad en este orden. Esto no se queda exclusivamente en lo estrictamente en lo comercial.

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