La seguridad alimentaria confronta amenazas severas que hacen peligrar el objetivo de acabar con el hambre para 2030.
El aumento de la demanda de agua será la mayor amenaza para la seguridad alimentaria en las próximas dos décadas, según un informa la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que pide la colaboración de científicos y responsables políticos para impulsar la resiliencia de los sistemas alimentarios mundiales.
Mas de 800 millones de personas pasan hambre y alrededor del 12% de la población mundial sufrió inseguridad alimentaria grave, según los nuevos datos.

No solamente las sequías relacionadas con el cambio climático están aumentando la competencia entre los agricultores por el agua, el informe también señala que la creciente demanda del líquido por parte de las poblaciones está reduciendo el acceso al agua limpia, a las aguas subterráneas y al riego sostenible.
Al mismo tiempo, los conflictos en curso, como la guerra en Ucrania, y las repercusiones económicas de la pandemia de Covid-19 están revirtiendo décadas de progreso, y amenazan con desbaratar los objetivos de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas para 2030.
Otro estudio publicado en One Earth también identificó la sequía y las olas de calor en el África subsahariana, el daño a los ecosistemas y la alteración de los monzones y del agua de deshielo en Asia como las principales amenazas a la seguridad alimentaria mundial.
La seguridad alimentaria es un problema de pobreza, distribución y acceso limitado a los alimentos, más que de su producción.
Los efectos del cambio climático son cada vez más graves y las políticas deben centrarse en crear una resistencia sistémica, en lugar de responder a casos individuales de condiciones meteorológicas extremas. La sociedad tiene que centrar sus esfuerzos en elevar el nivel de vida de forma generalizada. Sólo así podremos esperar que los fenómenos extremos no afecten a los más vulnerables.
Del mismo modo, es necesario cuidar los ecosistemas, porque proporcionan la línea de vida para la agricultura, si se pierden, la capacidad para hacer frente a los eventos extremos disminuye.
Incluso antes de la guerra en Ucrania y la actual guerra civil en Etiopía, que han interrumpido las cadenas de suministro y la producción de alimentos, conflictos como los de Siria y Yemen amenazaban la seguridad alimentaria regional y mundial.
Estas perturbaciones se ven agravadas por fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes, como las olas de calor marinas, las inundaciones y las sequías.
El escenario latinoamericano
En América Latina las preocupaciones sobre las amenazas para la seguridad alimentaria todavía no están directamente relacionadas con la escasez del agua.
Vivimos el paradigma de falsa abundancia, en muchas zonas se piensa que hay suficiente agua para la agricultura. Las principales políticas están más enfocadas en abastecer a las grandes ciudades que en los posibles impactos para la producción agrícola.
Una de las características de la región es que la mayor parte de las tierras agrícolas son de riego temporal, dependen de la lluvia, por eso son particularmente preocupantes los cambios en el clima que afecten los patrones de precipitación.
Ya estamos viendo estragos. El clima está variando, pero por ahora son situaciones temporales, pero eso no quiere decir que no vaya a ser un problema en los próximos años. Especialmente en los lugares en los que hay una mala gestión del agua, corrupción y mala distribución del recurso.
Lo que sí sucede es que en muchas partes de la región está habiendo un cambio de uso de suelo con el fin de ganar más terreno para la agricultura y producir más productos exportables. Hoy, la región es el segundo punto con la mayor tasa de deforestación (solo detrás del sudeste asiático); se han perdido millones de hectáreas de bosque por la agricultura ilegal y el cultivo de soja, carne vacuna y aceite de palma, principalmente.
Debido a las sequías y eventos extremos, como huracanes, lluvias, nevadas, periódicamente se ve afectada la producción, pero aún no es una crisis que ponga en peligro la seguridad alimentaria.
Encontrar soluciones
Los autores del artículo publicado en One Earth piden una mayor colaboración y coordinación entre los investigadores que estudian las amenazas específicas a los sistemas alimentarios, para que los responsables de la toma de decisiones dispongan de información exhaustiva, modelos actualizados y herramientas pertinentes a medida que surgen las amenazas.
Los países tienen que pasar de las políticas proteccionistas y nacionalistas a formas de gobernanza colaborativas, y hay que empezar a plantearse preguntas como “¿qué aspecto tiene la gobernanza para los sistemas alimentarios resilientes?”.
La gobernanza de los sistemas alimentarios y la gestión del agua tiene que ser colaborativa. La única forma de lograrlo es generando acuerdos horizontales, en donde todos los actores realmente se comprometen. Se pueden generar muchas leyes, pero si la gente no se siente parte de ellas, no las van a respetar.
La gobernanza colaborativa es una idea impopular, pero la realidad es que a largo plazo todo el mundo se beneficiará. Se necesitan políticas que se centren en crear confianza entre los actores dentro de los países y entre ellos, una confianza que permita abordar los grandes problemas en serio.