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Apertura frontera colombo-venezolana: esperanza e incertidumbre

Apertura frontera colombo-venezolana: esperanza e incertidumbre
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La elección de Gustavo Petro en Colombia abrió las puertas a retomar las relaciones bilaterales que por siglos se habían mantenido entre las hermanas naciones Venezuela y Colombia y que fueron suspendidas abruptamente por el fallecido Hugo Chávez en el 2010 y ratificada, esta suspensión, por Nicolás Maduro.

Esta ruptura no solo dejo atrás las tradiciones en las relaciones internacionales, de cooperación y de   amistad entre países vecinos, unidos por la geografía y la misma historia, sino que desmontó la economía fronteriza entre los dos países, causando un daño irremediable a las sociedades de los estados y departamentos de la vecindad, destruyendo la institucionalidad que se había creado en estos espacios de vecindad internacional como municipios fronterizos, sistemas aduaneros, políticas de intercambio comercial y alianzas estratégicas entre los actores involucrados  en el comercio binacional. Hoy cuando se plantea reabrir la frontera este proceso se mueve entre la esperanza y la incertidumbre.

La esperanza

Se puede observar en el entusiasmo que han recuperado los habitantes de la frontera ya que se renueva la vida institucional, económica, social y cultural que fue suspendida por la ausencia del flujo del tránsito de vehículos y personas por sus territorios. Se aspira rescatar los canales regulares, legales, del intercambio comercial para superar el contrabando y con ello, superar la violencia que este  fenómeno ha ido generando alrededor del comercio ilegal, donde participan bandas delincuenciales organizadas y grupos militares regulares y no regulares, cometiéndose delitos desde el contrabando, el narcotráfico, la trata de personas, chantajes a migrantes y tráfico de armas, convirtiendo esta zona fronteriza en la zona roja más peligrosa de Latinoamérica, una “tierra de nadie” controlada por los forajidos y ausencia del Estado.     

Los involucrados e interesados en la reactivación de las relaciones bilaterales aspiran además de normalizar el intercambio comercial recuperar la paz y la institucionalidad en un escenario caótico, descrito anteriormente, donde la vida y la propiedad no valen nada ya que no hay ley del Estado, la ley la imponen los violentos, una “ley de la selva” que ha derivado en masivos flujos humanos de personas que huyen del caos y que pueden ser reconocidos como desplazados del conflicto fronterizo. La esperanza de los desplazados es volver a casa, a recuperar sus bienes y su vida que abandonaron en la diáspora.

En este sentido, el recién nombrado embajador de Colombia en Venezuela Armando Benedetti declaró en rueda de prensa: “Existe una ilusión muy grande en retomar la construcción de los lazos de hermandad entre dos pueblos que comparten  su historia, su geografía y su cultura, son muchas las tareas pendientes para lograrlo, es preciso que se entienda que va ser un proceso progresivo, donde se involucran temas como seguridad, migraciones, marcos regulatorios, infraestructura común, convenios comerciales, entre otros”.

La incertidumbre

Algunos analistas consideran que es una reactivación fronteriza simbólica y emocional para crear una imagen de apertura política internacional del gobierno de Petro en la relación con su camarada Maduro, pero que este proceso está supeditado al estado emocional y sensibilidad política de los gobernantes venezolanos, tal como ha estado marcado en las anteriores rupturas de relaciones de Colombia y Venezuela.  Además, es preciso destacar, que en la primera ruptura de relaciones, promovida emocionalmente por Hugo Chávez como mandatario de Venezuela, se retiró a la nación venezolana de la Comunidad Andina de Naciones, lo que suspendió a este país de  los tratados de libre comercio entre los países andinos, y hoy cuando se pretende reanudar el comercio con Colombia no existen reglas y protocolos para el intercambio binacional, lo cual dificulta las actividades entre países, en cuanto a, reglas tributarias y aduanales, complementariedad productiva, regulación del transporte de carga pesada, controles sanitarios de productos de intercambio.  Algunos funcionarios proponen ante esta ausencia regulatoria del bloque andina aplicar las normas de Organización Mundial del Comercio (OMC), cuestión que para muchos no es adecuada porque no existen medidas preferenciales propias de bloques económicos de países vecinos, sino es muy general y para mercados globalizados       

Los obstáculos

Entre los obstáculos, además de la ausencia de las reglas de juego del comercio por no estar Venezuela afiliada a la Comunidad Andina de Naciones, los transportistas colombianos de carga pesada (gandolas para Venezuela, tractomulas para Colombia) muestran su preocupación por la inseguridad reinante en la frontera, sobre todo, para el lado venezolano, ya que conocen como pobladas desesperadas por el hambre saquean los camiones o piratas de carreteras asaltan a los transportistas dejando como saldo hasta muertos entre los choferes. Este tema debe ser puesto en la mesa de diálogo, destacan los transportistas, entre estas actividades de control ilícitas, la participación de policías y guardias nacionales venezolanos en alcabalas móviles que solicitan pago arbitrario de peaje para dejar pasar la carga.

Así mismo, sostienen los transportistas que los vehículos colombianos al entrar a Venezuela se van a encontrar con carreteras en muy malas condiciones y escaso servicio de combustible, lubricantes y servicio de auxilio vial, lo que obliga a proponer que se haga transbordo en transporte venezolano en las cercanías de la frontera (del lado venezolano), cuestión que según transportista venezolanos es difícil y complejo ya que el parque automotor venezolano está desmantelado y se tendría que invertir altas sumas de dólares para reponerlo medianamente.

Expertos del transporte binacional plantean una preocupación que tienen los transportistas colombianos, quienes afirman que es inviable un viaje a Venezuela, ya que se acostumbra que al llegar la tractomula o gandola al lugar del destino cargue de nuevo, para regresar, con productos nacionales de ese país y así compensar los costos del viaje.   En el caso venezolano, como todos saben, en este país existe con supremacía la economía de puertos donde se impone lo importado sobre lo nacional, derivado este fenómeno de la destrucción del aparato productivo nacional, en consecuencia, la producción local no es suficiente para pensar en la exportación, es una producción nacional de sobrevivencia. En estas circunstancias, las gandolas o tractomulas regresaran vacías a Colombia. Entonces se duplican los costos del transporte y, con ello, los precios de los productos colombianos.   

En estas condiciones que vive Venezuela con su producción destruida, los  grandes beneficiados serían  los industriales y comerciantes colombianos. Se espera que en el intercambio comercial se logre un balance que podía oscilar entre 800 y 1200 millones de dólares al cierre del 2022. Con proyección en estos cuatro años a en unos 10.000 millones de dólares.

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