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DESENSEƑANZAS

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ā€El hombre ha recibido una mente tornadiza e inquieta, que no para nunca; se esparce y desparrama, y sus pensamientos por toda cosa conocida o desconocida, sin sufrir el reposo y la quietud, entusiasta de las novedades… Para el apetito desenfrenado nada es suficiente; para la naturaleza, hasta lo poco basta… QuiĆ©n se mantenga en los lĆ­mites de la medida natural no sentirĆ” la pobrezaā€ (SĆ©neca). 

Me permito comenzar Ć©ste de hoy con fragmentos de un par de joyas del pensamiento cuyo autor es el filósofo hispano/romano cordobĆ©s, contemporĆ”neo del inicio del cristianismo; represaliado por CalĆ­gula, siendo luego preceptor de Nerón, y condenado a quitarse la vida por su propio pupilo, una vez Ć©ste alcanzado el poder imperial. Cuento un poco de su propia historia, porque no fue, precisamente, un camino de rosas el suyo. La vida de este pensador, que nadó entre las dos aguas de la prosperidad y el reconocimiento, y el destierro, la condena y la muerte… y que supo dar el valor legĆ­timo a lo Ćŗnico que lo tenĆ­a, asĆ­ como dar la espalda a lo que no lo tenĆ­a, por muy forrado de poder que estuviese.

Es que me vino el recuerdo semanas atrĆ”s, en una prueba mĆ©dica que tuve que hacerme: un electroencefalograma, y en el que la especialista se hartó de decirme que cerrase los ojos y me relajara… Basta que se me diga eso para que los pĆ”rpados se me disparen con perdigonazos nerviosos y mande lo de la relajación a hacer gĆ”rgaras. ā€œTranquilo, a mĆ­ me pasa lo mismo, soy incapaz de hacer yoga, y mire usted que lo he intentadoā€¦ā€, me consoló la buena mujer. Pues ya somos dos. Yo soy un absoluto negado, por desgracia para mí…

De ahĆ­ mismo lo de SĆ©neca sobre lo ā€œtornadiza e inquietaā€, a la que Santa Teresa igual llamaba ā€œla loca de la casaā€, que nunca para, que es lo que dice sobre la mente del ser humano; culpĆ”ndola de ser ā€œla causante de todo mal en el hombre, para la que nada es suficiente, cuando para la naturaleza hasta lo poco le bastaā€. E insta a ā€œmantenerse en la medida posible de lo naturalā€.

Y eso mismo le comentĆ© a la doctora que me cableaba la terraza, mientras tambiĆ©n me preguntaba a mĆ­ mismo y al amigo Lucio Anneo. Vale, Āæy cual es la medida de lo natural?.. Porque yo no lo sĆ©, queridos, e igual sĆ­ se lo hice saber a la galena… No creo que exista una ā€œmedida naturalā€ homologada para todo el gĆ©nero humano; mĆ”s bien creo que cada persona tiene su propia medida, en cuyo caso, ĀæcuĆ”l de ellas es mi medida natural?.. Por eso suelen fallar los mĆ©todos generalizados en relajación; y por eso tambiĆ©n creo yo que cada cual habrĆ” de buscar su propio y personal manual. Y el encontrarlo, o no, serĆ” su bendición o su castigo, por un pecado en algĆŗn tiempo cometido y aĆŗn no redimido… Cada cual sepa buscar el suyo.

Yo me quedo, con el permiso de ustedes, claro, con el que ya SĆ©neca y los antiguos filósofos conocĆ­an y reconocĆ­an en esa especie de ā€œmal de la mente, consuelo de tontosā€ā€¦ y de tantos, un servidor incluido. Es lo que las disciplinas filosóficas orientales recogen de sus religiones y creencias, y se esfuerzan en transmitir: la de la quietud mental y el desapego por cualquier apetito desenfrenado (todo desenfreno es desorden) sea la que fuere la causa o motivo… como pasarse la vida de evento en evento y tiro porque tambiĆ©n me toca, y no me harto de Oca…

Y analizando las causas en la sociedad actual que formamos (mĆ”s bien deformamos) pienso que no distan mucho de las romanas de aquella Ć©poca: pan, circo, fiestas, diversiones, Ć”gapes, orgĆ­as… tanto en lo social como en lo personal… ā€œToma prestado en Saturnales y lo devuelves por los Idusā€, se decĆ­a ya entonces para sufragarse el fiestorro contrachapado por Tradición. Tradiciones, a la vez, reales o inventadas – que habĆ­a mĆ”s de las segundas que de las primeras – dicho sea de paso porque viene a tal caso.

Como, por vulgar ejemplo, el que vi en nuestro ā€œcircvsā€ de la Siete, en el que un pueblo de nuestra murciana provincianĆ­a, ha reinventado un hecho del mĆ”s reciente pasado, para sacar unas ā€œFiestas de InterĆ©s equisā€ como excusa a tal festejo… Y es, por las carnestolendas del Carnaval, sacar un derivado costumbrista de vestirse con ropa vieja que haya en casa, y salir a la calle, en grupos reducidos de imitantes, al grito de ā€œno me conoces, no me conocesā€, eso sĆ­, con la cara bien tapada. A ese nueviejo folklore los llaman ā€œLas MĆ”scarasā€ los neoinventores de tal maravilla…

Pero es un mal copypega de un antes pegado a nuestro hoy… En la Ć©poca de la dictadura franquista – casi que ayer – los Carnavales en EspaƱa estaban prohibidos, por dos razones obvias: la Iglesia y el Nacionalcatolicismo imperante en el entonces llamado ā€œMovimientoā€, donde, entonces, en los puebles principalmente, se remedaba, y se remendaba, lanzĆ”ndose a la calle en grupos reducidos y de autoapoyo, estrafalariamente vestidas con ropa vieja casera. Lo de taparse la cara era, por supuesto, para que ningĆŗn vecino con mala leche – que haberlos hĆ”ylos en todo momento y lugar – los anduviera denunciando a la temible Guardia Civil de antesdeayer mismo… AquĆ­ lo tienen: viejo cuento = nuevo invento.

Huidas hedonistas en un mundo a rebosar de gravĆ­simos problemas: medioambientales, económicos, sociales, cambiando los derechos humanos por deshechos humanos; en franca recesión y fascismo en clara progresión; con polĆ­ticos nefastos creando nuevos holocaustos, y sembrando y favoreciendo odios e insolidaridades por todo el mundo… Esa es la estampa de hoy, y tal es nuestra respuesta a tales problemas…

AquĆ­ podrĆ­amos traer de nuevo lo que recomendaba el filósofo romanandaluz sobre los ā€œLĆ­mites de la Medida Naturalā€, ante una aparente contradicción: ĀæLes ponemos lĆ­mites a las medidas naturales de las cosas y no ponemos ninguno a cuĆ”nto sobrepasa toda medida natural, o se lo ponemos a las cosas, sean cuales fuera su medida o naturaleza?.. A ver, explĆ­quenmelo que yo lo entienda…

 MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ  /  info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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