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Terroguerra

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Miguel Galindo

www.escriburgo.com

El corresponsal de “Le Monde” en Palestina, Louis Imbert, cuenta una historia entre las miles, que ilustra a fondo, no ya lo que ocurre en Gaza, que lo ven hasta los que no querían verlo, pero sí con el que aún tenemos la desvergüenza de interpretar según los espurios intereses de cada bando… o banda, criminal. Y en esto, como mi amigo Antonio decía: “metámosnos tós y sálvese el que pueda”… Es que esta matanza, cruel e indiscriminada, se está manteniendo en el tiempo vergonzosamente, porque a los políticos de toda laya y condición de todos los países les interesa, por una u otra razón, mantener este asesinato masivo, como justificación de sus populistas nazismos particulares.

He aquí una sencilla y simple historia entre tantas abominables: Mohammed Bhar era un joven de 25 años con síndrome de Down, con obesidad y la capacidad intelectual de un niño de dos años, amante de los animales.

En un asalto del ejército israelí fue atacado por uno de los perros que los asesinos educan para asesinar. Mientras era salvajemente mordido, acariciándolo, le decía: “vete, vete bonito, déjame…”. Lo contó su madre, Nabila, que fue lo último que vio y oyó antes de ser echada a culatazos por los soldados para que abandonara la jayma. Se quedó solo, llorando y malherido. Cuando pudieron regresar solo encontraron su cadáver que ya empezaba a descomponerse.

Solo un periódico israelí, Haaretz, he tenido la valentía y el arrojo de sacar a la luz esta conmovedora historia, entre otras, aparte del corresponsal francés… A causa de ello, el portavoz del ejército israelí ha reconocido esta muerte inútil y salvaje, pero nada se ha comentado de las decenas de miles de muerte inhumanas e inútiles que se han perpetrado con la mayor crueldad e indiferencia de los militares de ese ejército. Ítem más: ese gobierno ha cerrado la Franja a los profesionales de la información para que no cuenten al mundo lo que está ocurriendo.

Más de un centenar de reporteros han sido muertos por ello, precisamente… Un exsoldado, también ex portavoz de Simón Peres, hoy columnista del citado periódico, sentencia: “Israel está perdiendo lo poco que le quedaba de humanidad”.

Esta historia la conocí cuando Netanyahu estaba en el Congreso de EE.UU. defendiendo “los valores de la democracia frente a la dictadura iraní”, y tachando a Hamás de banda asesina, mientras trataba de legitimar sus ciento por uno asesinatos por respuesta, teniendo la santa barra de decir: “el ejército israelí es el más moral del mundo”.

De hecho, al terminar su intervención, saltó la noticia de que uno misil había caído en los Altos de Gaza (zona ocupada por la violencia de sus colonos) matando a diez niños que jugaban al fútbol, naturalmente, capitalizado para demostrar lo deleznable que es el enemigo, si bien Hamás nunca reivindicó tal cosa. Pero sí calló que, en represalia, uno de sus drones atacó una escuela matando a treinta críos palestinos… Naturalmente, no es lo mismo ¿verdad?..

Las muertes de palestinos en esta guerra ya sobrepasan los 40.000 y Amnistía Internacional estima que más de 37.000 de esas muertes son injustificadas e injustificables… ¿cuántos mató el enemigo en el asalto de la discoteca al aire libre aquella?

La Corte Internacional de Justicia (Tribunal de La Haya) ya ha condenado los hechos como “Magnicidio fuera de toda duda razonable”. Sin embargo, parece como lo que antes era un freno moral, hoy es un acicate para los transgresores.

Resulta una negra y sangrienta ironía que Netanyahu responda que “tiene el sagrado derecho de defender su país”, cuando lo que está haciendo es invadir a uno vecino a sangre y fuego.

Otro “paladín”de la paz es Orbán, un nazi dentro de la UE, que aprovecha los estamentos europeos para hermanarse con otro vándalo criminal como Putin y otros execrables etcéteras, además de fundar una alianza europea de ultra-derecha extrema, a la que, por cierto, ha corrido a apuntarse nuestro inefable Abascal de Vox.

Tampoco a este jumento húngaro lo amedrenta lo más mínimo que el propio gobierno europeo le advierta seriamente de sus desmanes. Le da igual. Cada vez disimula menos lo que persigue y le da lo mismo todo lo demás.

Habría que preguntarse ¿Por qué, ya en el siglo XXI, dentro del concierto humano de las naciones, está ocurriendo tal desconcierto?. Los Netanyahu, Putin, Trump, Orbán, Meloni, Le Pen, y otros rastreros a la zaga, están levantando la voz hasta la insolencia falaz de proclamarse líderes de la libertad contra toda libertad ajena; y mostrando sus cada vez más claras cartas de pura y dura dictadura sobre la mesa, así, sin despeinarse…

…Y la respuesta me temo que es meridiana: porque los ciudadanos de este puñetero mundo así lo queremos también. Está igual de claro que el caso del criminal israelí tiene un cínico apoyo norteamericano que financia sus desmanes. Vale. Pero no sé si lo tendría si una buena parte de su ciudadanía de ese USA se opusiera taxativamente a esa salvajada… Lo cual nos vuelve a traer a la misma conclusión: los puñeteros ciudadanos de este mundo somos los que estamos haciendo lo posible de cuánto estamos analizando hoy aquí, en este pobre artículo.

Todas las explicaciones, matizaciones y reconsideraciones que queramos hacerle son perfecta y respetuosamente válidas, como es lógico y natural. Y nos permite jugar con nuestras ambivalencias y extrañas consecuencias del sí, pero, claro… y seguir moviendo también nuestro cada vez más dudoso peón en el tablero de nuestro igual de difuso ajedrez. A mí me vale. Y me sirve. Pero no me engaño, ni nadie me engaña tampoco:  A la hora del voto en urna nos comportamos como lo que en el fondo somos.

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