Miguel Galindo
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Me he releído una magnífica y elevada “discusión” que, hace casi cien años, mantuvieron dos preclaras mentes adelantadas: John Buchan y Louis Pawels… Mientras el primero condenaba los adelantos científicos y técnicos de la época, por su capacidad destructiva y contra la humanidad, calificándolos de regresivos, el segundo, por el contrario, los defendía, por la capacidad científica desarrollada en el ser humano, etiquetándolos de progresistas.
Hablaban concretamente de la entonces conocida por “Bomba H” (posteriormente sería la Atómica, como actualmente es la Nuclear), y lo hacían desde ópticas opuestas.
Mientras Buchan alimentaba el hecho indiscutible de su desesperanza, Pawels alimentaba, tampoco menos discutible, el de la esperanza. Este último contestaba a su interlocutor que cualquier descubrimiento que haga el hombre, en sí mismo habrá de considerarse un salto evolutivo, y como tal habrá que tenerlo en cuenta… Otra cosa muy distinta – añadía – son los efectos de su buen o mal uso; pero que ese buen o mal empleo no es consecuencia directa de tal avance, sino otra cosa distinta. La inteligencia y la naturaleza afloran cada uno por su lado, decía…
Como verán, el tema a debate es apasionante aún hoy. Dentro de su exquisita educación y respeto mutuo, lo desarrollaron a extremos de enorme reflexión, como, por ejemplo, si esos “avances” debían estar custodiados en pocas manos, o abrirlos al común de la humanidad; ya saben: lo particular o lo general… O quiénes deben legislar su uso y para qué o bajo qué condiciones; si un grupo escogido de expertos en distintas materias, ciencia, ética, etc., o en manos de políticos y legisladores, esto es: de los que manden en cada momento y lugar…
Uno alegaba que tamaña responsabilidad había que depositarla en pocas, escogidas y muy preparadas manos y el otro “democratizaba” su uso, diciendo que el destino de toda la humanidad no debería dejarse en esas pocas y contadas manos; contratacando el anterior que el riesgo de una locura se multiplicaba por miles si se abría el acceso a todo el género humano… Y así en una secuencia de posiciones y contraposiciones todas ellas consecuentes y razonables por opuestas que fueran en sí mismas. En el fondo de todo, lo que se debatía era una concepción paternalista y de control, con el riesgo añadido de convertirse en una clase poderosa con dominio sobre la inmensa mayoría; o en una concepción descentralizada y participada, con el también riesgo de perder el control de algo tan peligroso y poderoso.
El debate, pues, está servido… Podría extenderme en un piélago de posibilidades y contra probabilidades, todas ellas lógicas desde sus diferentes parámetros y puntos de vista, pero con la muestra basta para dar una idea general de opciones opuestas, si bien que también complementarias, desde según qué ángulo del tablero se lean las piezas… Al final del debate, lo que queda flotando es el eterno, y aún no resuelto, problema de la democracia o la meritocracia.
¿Estamos gobernados por políticos aptos y preparados?.. Casi todos daremos un NO rotundo. Existen muchos, muchísimos, inútiles e incapaces, así como un buen número de asaltaleras y trincasueldos, por decirlo amablemente, y en manos de gentes con ambición de servirse a sí mismos diciendo que sirven a los demás… Sin embargo, nos encontramos que, en política, lo que se valora es el partidismo y el servilismo, no la capacidad intelectual, formacional y moral. Y si vamos a la honradez y ética, ya no digamos. A eso le sumamos que, legalmente, vale lo mismo el voto de un iletrado que el de un sabio; el de un palurdo que el de un científico; el de un rufián que el de un honesto. En la naturaleza del voto se valora por igual la probidad que la sinvergonzonería.
Sin embargo, es éste un melón al que se teme abrir, pero que resulta innegable que tales principios básicos de la democracia ha elevado al poder, en general, a auténticos cafres, a gobiernos corruptos y a gobernantes tiranos (en la actualidad tenemos una amplia muestra de ello repartidos por todo el mundo).
La lista resulta demasiado larga, onerosa y dolorosa: Putin, Netanyahu, Trump, Maduro, Meloni, Erdogán, Orbán y una muy excesiva nómina de aspirantes de la misma calaña dispuestos a romper la baraja y a convertir la democracia en una sumiderocracia.
Y curiosamente, algo de tan suma importancia para el ser humano, aún no se ha dado a elegir a ese mismo ser humano si “todovale” o meritocracia, si “todosirve” o “nosirvetodo”…
Me consta que cada vez más, si bien lentamente, se va abriendo una vía de preocupación y división entre la ciudadanía, donde la segunda opción se va abriendo paso sobre la primera; pero los actuales partidos, forjados en el sistema de sicariedad y vasallajeo, no les interesa en modo alguno, pues si se valora la preparación, la cultura, la educación y el conocimiento sobre el “sibwana”, perderían por goleada.
Hoy, esa gente honrada y preparada milita en las filas del desconcierto; y los tahúres y los trepas en las del merecimiento, salvo algunas pocas excepciones, que, gracias a Zeus, siempre las habrá… Como verán, la discusión de hace un siglo entre dos mentes esclarecidas, aún sigue en pié… ¿Ustedes que opinan?..