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                      La metáfora del Espejito Caraqueño

Organizaciones criminales dirigen actividades desde las prisiones en colaboración con los directores de esos institutos de corrección social.
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Raúl Ochoa Cuenca, con la colaboración del general de brigada XXXX (Ej) de Venezuela, en situación de retiro, quien omite su nombre, ya que teme por la seguridad de su familia, aún en Venezuela.

Muy bonita la decoración caraqueña en estas Navidades, trae a la memoria aquella metáfora del “indio que cambiaba el oro a los conquistadores españoles por un espejo”, lo cual no era una realidad taxativa.

Dicha expresión decía que los indígenas les daban oro y tierras a aquellos visitantes extranjeros a cambio de espejitos, lo que significaba realmente es que fueron engañados en la mayoría de las veces para así sucumbir ante la ambición de quienes buscaban riquezas basadas en el engaño para la época.

Es entonces que, en la Venezuela actual, en medio de una profunda crisis y el mayor abismo de desigualdad de la población, sin distingos si es la económicamente productiva, si el segmento es de profesionales o de una clase media cada vez menos media y cada día más pobre con un vertiginoso aumento de los índices de ese flagelo.

Desnutrición en la población en general y especialmente en nuestros niños y jóvenes, un sistema educativo en profunda crisis, un país con constantes racionamientos en el servicio eléctrico, casi inexistente el suministro de agua potable, con pésimas vías de comunicación, el peor salario mínimo del universo, el éxodo de más de ocho millones de venezolanos, todos  buscando una mejor vida, separando familias enteras, cruzando peligrosas selvas, ríos y mares, un sistema de salud colapsado anárquica y salvajemente privatizado de un casi muerto sistema de salud.

Organizaciones criminales dirigiendo actividades delincuenciales desde las prisiones en colaboración con los directores de esos institutos de corrección social.

La guerrilla colombiana, sustituyendo al estado venezolano en el ejercicio de la soberanía nacional en extensas zonas de los estados fronterizos, bandas de delincuentes, quienes son sostenidas en la oscuridad, de eso que llaman gobierno de Venezuela, organizaciones que ejercen el control de extensos territorios de muchas entidades federales fronterizas imponiendo su ley y su orden a sangre y fuego.                                                             

Organizaciones criminales, dirigiendo actividades desde las prisiones en colaboración con los directores de esos institutos de corrección social.                                                                

Altos índices de inseguridad y un largo etc, da cuenta que el “establecimiento” que oprime la nación se empeña en maquillar la capital, entre algunos otros centros urbanos más densamente poblados, de una normalidad que busca a toda costa crear un camuflaje a todas estas carencias.

Es más que obvio, en el caso de la Caracas adornada, que los llamados “nuevos amos del valle”, esos enchufados o bolichicos que, enquistados y relacionados con la tiranía, en sus distintas instancias municipales que conforman la Gran Caracas, se alinean en un mensaje de “alegría y prosperidad” hueca en medio de tantas tristezas y carencias.

Qué más quisiéramos los venezolanos que esa aparente fachada tan bien decorada se correspondiera con una realidad de un país con garantías ciudadanas, en paz y libertad, que en la realidad solo pretende proyectar una imagen distorsionada de lo que hoy vive Venezuela.

Es evidente que la narrativa de un régimen que ha empobrecido a los Venezolanos, se empeña en tapar todas las desgracias que azotan el país, con una suerte de brillo de alegría del tísico, manipulador, para tratar de esconder la más cruda realidad que afecta a una sociedad cada vez más reducida y cercada por aquellos que la oprimen y que con vehemencia buscan lavar todas sus fechorías y desmanes con las luces y adornos de una navidad, que no se traduce en el bienestar y fraternidad de la inmensa mayoría de los Venezolanos.

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