Nuestro futuro común depende del agua
Según las estimaciones actuales, para 2030 la brecha entre la oferta y la demanda mundial de agua alcanzará el 40%. Esta diferencia se ve agravada por el cambio climático, cuyas consecuencias se manifiestan principalmente en el ciclo del agua, a través de los fenómenos meteorológicos extremos.
Se prevé que para 2050, tan solo las inundaciones y las sequías causarán pérdidas por valor de 5,6 billones de dólares en la economía mundial.
Diversas investigaciones recientes muestran que durante los años extremadamente secos, el empleo se reduce en 2,5 puntos porcentuales. Al mismo tiempo, los servicios de abastecimiento de agua agravan el cambio climático: emiten grandes volúmenes de gases de efecto invernadero (GEI), consumen mucha energía y son ineficientes.
Solo el sector de las aguas residuales genera alrededor del 10% de las emisiones de metano causadas por el ser humano.
El vapor de agua (H2O), el dióxido de carbono (CO2), el óxido nitroso (N2O), el metano (CH4) y el ozono (O3) son los gases de efecto invernadero primarios de la atmósfera terrestre. Además, la atmósfera contiene cierto número de gases de efecto invernadero enteramente antropógeno, como los halocarbonos u otras sustancias que contienen cloro y bromo, contemplados en el Protocolo de Montreal.
La gestión eficaz de los recursos hídricos es un factor clave para hacer frente a los efectos del cambio climático y reducir las emisiones. El agua puede ayudar a impulsar el cambio hacia la energía renovable, pero en la actualidad solo se utiliza cerca del 10% del potencial hidroeléctrico. Una planificación más adecuada, una mayor inversión en los sistemas hídricos, una mejor tarificación y valoración del agua, y un consumo y almacenamiento eficientes mejorarán nuestra resiliencia frente a la crisis climática.
La agricultura
Consume el 90% de todos los recursos hídricos, mientras que en el riego se utiliza el 70% del agua dulce del mundo. Debemos encontrar maneras de producir mas alimentos con menos agua si pretendemos alimentar a los 10.000 millones de personas que será la población mundial para el año 2050.
Para esto será necesario implementar reformas en el manejo del agua y lograr la eficiencia en el consumo de este recurso y de la energía en la agricultura.
El sector agrícola es el segundo mayor emisor de GEI después de la energía y el principal emisor de metano, por lo que desempeña un papel fundamental en la mitigación del cambio climático. Por ejemplo, los métodos de alternancia entre secado e inundación en los campos de arroz, que generan el 11% de todas las emisiones de metano causadas por el ser humano, pueden reducir el consumo del agua en hasta un 30% y las emisiones de metano en un 48%.
No podemos lograr un crecimiento y un desarrollo inclusivos a menos que todos tengan acceso al agua. Más de 2.300 millones de personas carecen de agua potable y 3.600 millones no disponen de servicios de saneamiento confiables.
El agua y la vida
El agua también es esencial para reducir la fragilidad y los riesgos de conflicto. La inseguridad hídrica intensifica los reclamos existentes, profundiza las desigualdades y agrava las tensiones.
Los países afectados por conflictos también tienen más probabilidades de carecer de acceso seguro al agua, lo que en ocasiones representa una amenaza mayor que el propio conflicto: los niños menores de 5 años tienen 20 veces más probabilidades de morir por diarrea relacionada con la falta de agua potable y saneamiento seguro que por la violencia relacionada con la guerra.
Suministrar agua potable segura a todo el mundo costará alrededor de 1,7 billones de dólares, es decir, casi el triple de los niveles de inversión actuales. Y esto es solo una parte de la agenda del sector del agua; se prevé que la inversión que se requerirá para una gestión segura alcanzará los 22,6 billones de dólares para 2050. Estas inversiones salvan vidas, pero también ahorran dinero a largo plazo: por cada dólar invertido se genera un rendimiento de cuatro dólares gracias al ahorro en costos médicos y al aumento de la productividad.
Cuanto más sepamos sobre la crisis del agua, más podremos hacer para subsanar el déficit de financiamiento y dirigir los fondos hacia donde más se necesitan. A tal fin, el sitio web de datos sobre agua del Banco Mundial contiene en un solo lugar la mayor recopilación de información acerca de este tema, y recientemente incorporó una nueva funcionalidad referida a la calidad del agua.
La transparencia de los datos permitirá gestionar mejor los recursos hídricos, en particular los que atraviesan fronteras y son compartidos por varios países(https://www.bancomundial.org).
Alrededor del 60% del agua dulce del mundo fluye a través de cuencas fluviales transfronterizas, que abarcan más del 40% del planeta. La cooperación entre países, basada en datos transparentes, precisos y accesibles, es fundamental para generar resiliencia frente a los riesgos climáticos, mejorar la seguridad hídrica y compartir las oportunidades relacionadas con el agua, como la producción de alimentos y energía.
El agua es fundamental para la adaptación al cambio climático, el crecimiento sostenible y el desarrollo.
Se necesitan instituciones, políticas y regulaciones eficaces para abordar la seguridad hídrica y preparar a las comunidades y los gobiernos para adaptarse. En apoyo de este objetivo, el Banco Mundial, la mayor entidad de financiamiento del sector del agua, trabaja con gobiernos, empresas y la sociedad civil para lograr un mundo con seguridad hídrica.
La seguridad hídrica requiere un enfoque de múltiples partes interesadas. De ahí la importancia clave de eventos como la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua de 2023, que reunirá a diversos actores para promover una acción concertada y coordinada. En dicha conferencia se analizarán los avances a nivel mundial en la implementación del Decenio Internacional para la Acción “Agua para el Desarrollo Sostenible”, 2018-2028, que contribuirá al diálogo internacional sobre cómo gestionar más adecuadamente los recursos hídricos y movilizar el financiamiento privado para acelerar el desarrollo verde, resiliente e inclusivo.