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Del socialismo del siglo XXI como disfraz

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“El socialismo del siglo XXI es un concepto ideado por A.V. Buzgalin en una publicación originalmente en ruso en 1996 y en español en el año 2000. En efecto, el primer texto sobre el tema no es el de Heinz Dieterich, sino uno del autor ruso titulado ‘El socialismo del siglo XXI'(160 pp., Guanabo, Cuba, enero 20, 2000). El de Heinz Dieterich Steffan es posterior, a partir de 1996[1] y muy difundido desde el 30 de enero de 2005, por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en ese entonces desde el V Foro Social Mundial” (https://guanakolandia.wordpress.com/conceptos-modernos- importantes El socialismo del siglo XXI).

Aprovechando el asueto de Carnaval, me dispuse a revisar algunas conceptualizaciones que nos ha ofrecido el discurso del liderazgo de la revolución de todos los fracasos, como me permito denominarla yo, a la luz de las evidencias indiscutibles y en todos los órdenes que ante nuestros ojos tenemos. No es serio y mucho menos responsable negar la verdad de todas las verdades que en paralelo se iza como un aserto fehaciente.

Eché un vistazo a algún material de archivo y consulte la web para empaparme un tanto sobre las bases del pensamiento, por cierto, aniquilador de la patria de Bolívar que, en su afán megalómano, nutrió e invocó Chávez para encabezar, junto con algunos que lo acompañaron, el disparate que arruinó al país que, repito, mostraba y es bueno recordarlo, las mejores condiciones macroeconómicas para hacer precisamente del siglo XXI un corredor hacia el desarrollo, el crecimiento y la superación, disponiendo de ingresos que superaron largamente el millón de millones de dólares.

En realidad, el pueblo enamorado de la cachucha y del juglar populista y adulón, auspiciado además por quienes no debían hacerlo y han pagado su frescura con lágrimas de sangre, se fascinó del golpista y eligiéndolo, acarreó al país a perder su mejor oportunidad, al confiarle su suerte, su soberanía, su alma misma, al aventurero audaz que nunca sería lo que más bien necesitábamos para la ocasión, un estadista.

Crasa, grosera, irreparable pifia que nos tiene en un abismo que parece no tener fondo. Empero, trataremos, aunque sea superficialmente, dada la medida limitada de los artículos de prensa, de precisar algunos trazos protuberantes de ese pensamiento y confrontarlo, evaluarlo, en su experiencia, para concluir como creo que está paladinamente probado que tampoco se acercó al pretendido propósito de su accionar y de sus compulsivas arengas, sino todo lo contrario.

En efecto, pienso que hay dos etapas en el proceso que nos impuso la dinámica chavomadurista, con un denominador comuna: el fascismo. Estas experiencias, “ex ante, ex tunc, ex nunc, ex post”, mostraron y muestran su genética totalitaria. Primera y productiva constatación la que resalta insolente en la observación que hacemos del devenir fenomenológico comentado.

Oficiales jóvenes idearon un Movimiento Bolivariano Revolucionario, por sus siglas MBR-200, para luchar contra la corrupción en las Fuerzas Armadas y en el país.

En el fondo y, como luego se concretará, se tramó una faena como otras tantas en nuestra historia, para ponerse en el mando los uniformados y superar por mucho los abusos y la concupiscencia que denunciaron para justificarse, sin embargo.

La proclama que siguió al discurso del Samán de Güere, años después, reveló un giro autoritario, de impúdica violencia, enemigo de la república y del Estado de Derecho, con un discurso vindicativo, clasista y de corte populista que se hará luego, consignas y alegatos, para razonar su esencia antidemocrática y su desdén por la libertad y voluntad de la ciudadanía.

En Italia nace el fascismo, tengámoslo en mente, padre putativo de todos los ensayos que han merecido ese calificativo en el mundo. Con o sin razón. Aquel discurso de San Sepulcro del combatiente Mussolini y otros compañeros de armas, exigía con disimulado cálculo, empujar a Italia a la guerra, a pesar de no estar la susodicha preparada para ello.

Eran socialistas, Benito entre ellos, siempre dispuestos a la estridencia, el cuestionamiento, el reto y el lenguaje populachero. Se presentaron como nacionalistas y socialistas que no obstante antagonizarían con el bolchevismo. Hicieron del Estado y desde el poder, una máquina omnipresente y omnipotente. En un juego pendular fundaron una sociedad de pobres que se pretendían gobernantes frente a unos ricos amenazados en cada frente, pero conservando sus propiedades y poco a poco, aliándose al cesarismo mussoliniano.

De su lado, Chávez aprovechó la antipolítica para posicionarse luego del fracaso del intento del golpe de Estado que encabezó y que fue derrotado por la institucionalidad. El mal ya estaba hecho y la democracia puntofijista había sido socavada desde adentro por los grandes beneficiarios del período mas fructífero de la historia patria en lo económico, social, sanitario, educativo e institucional.

Suelen ser premeditadas las traiciones, pero las hay, al menos en apariencia, inconscientes o, peor aún, por estupidez, torpeza e irresponsabilidad. Se olvidó el pasado y desde las emociones del bajo psiquismo se actuó y cito a Goya: «El sueño de la razón engendra monstruos».

Así ligó el fascismo criollo las cartas que lo catapultaron, pero, como veremos, será en el ejercicio del poder que se distinguirá de qué materia estaban hechos y cuál era pues su genuina ontología. Y tocó Ceresole la puerta con el atrabiliario, “Ejército, caudillo y pueblo”, que se convirtió de “ipso facto” en un auténtico breviario fascista.

Corrían los tiempos de una revolución que no sabía adónde ir, salvo lo que pudieran dictarle los impulsos y compulsiones propias de un autoritarismo precariamente simulado y así se puso a prueba aquel 11 de abril de 2002.

En medio de la masacre y sumando otras decenas de muertos a su prontuario, desde el expediente del 4 de febrero de 1992. Entre gimoteos y absoluciones, tan falsas como “saludo de alcabala”, diría un amigo. Se consumaba un episodio del cándido pueblo que regresa al palacio al verdugo, no para gobernar con la mano en el pecho y la conciencia situada en los juramentos y declaraciones, sino para en un morbo paroxístico, enajenado por el afán de poder, desnaturalizar, fingir y adulterar aquel referéndum revocatorio y permanecer ya no como un adalid demócrata pero a manera de cínico que se consentía todo, cambiar la historia por una patraña incluso y en su histrionismo retórico y falaz, convertir a las víctimas en victimarios y sin sonrojarse, gritarlo a los cuatro vientos.

Y se produjo entonces la revelación, la epifanía, el develamiento divino y Fidel Castro emergió entre la nubosidad platónica que lo ha lisonjeado por todo el continente y el mundo; pernicioso ídolo del izquierdismo más estulto del siglo que terminaba y del que recién comenzaba y para mayor anatema, apareció con el cuento del socialismo, para tomar el relevo del caudillismo intrascendente y se diseña otra secuencia que cambia la orientación de mera gestión y acaso, excesos y abusos, para escribir el segundo capítulo de la historia del chavismo y sus espalderos y otros epígonos y que titularemos «Socialismo del siglo XXI o facissocialismo».

Seguiremos la semana próxima, si Dios nos lo permite. Discurriremos sobre esa dialéctica pendiente y sobre las personalidades que destacan en esta tragedia nacional. Para finalizar, no obstante, traigo a colación una nota que considero oportuna para educar en estos días y luego de ver pasar en Los Próceres, en el desfile del Carnaval, el trencito de Superbigote.

«La costumbre o afición al disfraz data de muy antiguo. Parece ser que los romanos ya se disfrazaban en las ‘Saturnales’, fiestas en las que durante tres días consecutivos se olvidaban del orden establecido y se entregaban a fiestas y saraos.

Por tanto, fue Italia la cuna del disfraz en Carnaval y donde alcanzó mayor importancia y aún hoy podemos observarlo en ese país. Pero una cosa es el disfraz y otra el arte de disfrazarse. Es aquí donde entra el sentido mágico de la fiesta. La disimulación, el engaño, la burla, el no ser de cada uno o, si abundamos un poco más profundamente, el ser auténtico de cada uno.

En principio, el disfraz representa el alma de los malos espíritus. Las máscaras del Carnaval, originalmente, tienen un carácter religioso-espiritual, o sea, el de derivar en su principio el culto de los muertos, creyendo que el mejor modo de conseguir su amistad era antropomorfizarlos. El que personificaba al muerto vestía de blanco y se cubría la cara con una máscara. Este disfraz era un antepasado de los nuestros». Publicación del Ayuntamiento Herencia, Ciudad Real, Castilla-La Mancha 2023. 

nchittylaroche@hotmail.com

@nchittylaroche

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