Claudia Susana Cisneros Fontanals, hija biológica del magnate Oswaldo Cisneros, presentó una querella penal contra su madrastra, Mireya Blavia de Cisneros, por tres presuntos delitos graves: violencia privada, extorsión y asociación para delinquir. La demanda fue admitida por un tribunal venezolano en julio de 2.021.
Según la querella, Mireya Blavia habría forzado a Claudia Susana a ejecutar o tolerar actos a los que la ley no la obligaba o le impedía ejecutar otros que no le estaban prohibidos, mediante amenazas, violencias u otros apremios ilegítimos.
Esto constituiría el delito de violencia privada, tipificado en el artículo 175 del Código Penal venezolano, que se suele aplicar en los casos de violencia doméstica y que conlleva una pena de prisión de quince días a treinta meses.
La demandante acusó a la viuda de haberla obligado sin derecho a dar, hacer, dejar de hacer o tolerar algo, obteniendo un lucro para sí o para otro o causando a Claudia Susana un perjuicio patrimonial. Esta conducta sería constitutiva de extorsión, según la ley contra el Secuestro y la Extorsión, que establece una pena de dos a ocho años de prisión y de cuarenta a ciento sesenta días de multa.
La tercera acusación que ha pesado sobre Mireya Blavia es la de asociación para delinquir, basada en la Ley Orgánica contra la Delincuencia Organizada. Según el artículo 37 de esta normativa, el responsable sería penado o penada por el solo hecho de la asociación con prisión de seis a diez años. La demanda no especificó quiénes serían los otros integrantes de la supuesta asociación delictiva.
Como consecuencia de la querella penal, el tribunal competente dictó una medida preventiva de prohibición de ejecutar determinados actos sobre los bienes de la herencia. De esta forma, se dejaron sin efecto varios negocios llevados a cabo por la viuda y la rescisión de varios contratos.
También se prohibieron actos de administración y disposición sobre los bienes hereditarios y se suspendieron los efectos legales de cualquier acto de esa naturaleza.
El conflicto se centra en la validez de la adopción de seis hijos por parte de Mireya y Oswaldo, y en la designación de los albaceas del testamento.
Oswaldo Cisneros dejó nueve hijos, de los cuales solo dos son biológicos. Cisneros y Blavia adoptaron a seis, cuatro de origen rumano y dos de origen colombiano.
Claudia Cisneros Fontanals, hija del primer matrimonio de Oswaldo con Ella Fontanals impugnó la adopción de los seis hijos menores del empresario, ante el Juzgado Octavo de Menores de Caracas.
El testamento fue redactado en 2.017 por Alfredo Travieso Passios, uno de los abogados que fue pupilo del Dr. Pedro Tinoco. En él se establece que los hijos menores de 35 años no podrán disponer de toda la herencia hasta que alcancen esa edad. Mientras tanto, recibirán el 50%. El otro 50% irá a un fideicomiso que serían controlado por dos albaceas: el mismo Travieso y Ángel Lupi Vale.
Los albaceas tendrían las “más amplias facultades para su gestión, administración y disposición, además de las que señala la Ley”. También podrían inventariar la fortuna y “delegar funciones y poderes”.
Mireya Blavia ha impugnado este aspecto del testamento, argumentando que está capacitada para actuar como albacea de las cuotas que corresponden a sus seis hijos adoptados por el matrimonio.
Oswaldo Cisneros fue uno de los empresarios más exitosos y ricos de América Latina, dueño de un imperio que abarcaba desde la industria petrolera, la industria alimentaria y las telecomunicaciones. Pero su muerte, ocurrida en 2.020, desató una batalla legal entre sus herederos que amenaza con dividir su fortuna y su legado.
El día que se abrió el testamento de Cisneros, en el prestigioso bufete Tinoco, Travieso, Planchart y Núñez, los asistentes se conectaron por Zoom desde diferentes países.
Entre ellos estaban Mireya Blavia, la viuda del magnate, quien se casó con él en 1.999 bajo Capitulación de Bienes y no hereda nada; sus seis hijos adoptados, dos de ellos menores de edad, quienes sí son beneficiarios de la herencia; las dos hijas biológicas del empresario, Claudia y María Ella, fruto de su segundo matrimonio con Ella Fontanals, a cuya hija Maritza, también adoptó Cisneros. También participaron dos directivos de sus empresas y la propia Fontanals.
Todos vestían de negro y mostraban una actitud compungida, hasta que se leyó la Cláusula Séptima del testamento. Allí se establecía que la administración de la herencia quedaría en manos de dos Albaceas Testamentarios, una figura jurídica que se usa cuando el testador desconfía que sus herederos cumplan con su voluntad o que haya conflictos entre ellos. Y Cisneros tenía razones para desconfiar.
Mireya Blavia, quien se encontraba en Panamá junto a su abogado Silvestre Tovar y rodeada por la mayoría de sus hijos adoptivos, no tardó en manifestar su oposición a la figura de los Albaceas. Su argumento era que esa designación violaba los derechos de los menores de edad y que ella debía ser la representante legal de sus hijos. Además, cuestionaba la idoneidad y la imparcialidad de los Albaceas elegidos por Cisneros.
Su impugnación logró paralizar el proceso de juramentación de los Albaceas ante el Tribunal de Menores, lo que a su vez impidió el inicio de la repartición de la herencia.
Pero también provocó la reacción de las hijas biológicas del empresario, quienes se aferraron a otro argumento para defender sus intereses: los hijos adoptados por Cisneros fueron registrados en Rumania y Colombia, sus países de origen, pero no en Venezuela. Por lo tanto, su adopción podría ser inválida o irregular.
Claudia Cisneros decidió abrir su propio frente de batalla para impugnar la adopción de sus hermanastros menores.
Pero no todo es oro lo que reluce en el imperio de Cisneros. El empresario también dejó una enorme deuda que nadie se imaginaba y que podría superar el valor de sus activos. Una de las principales obligaciones que tiene es con PDVSA, la estatal petrolera venezolana, tras asociarse a Petro delta.
Cisneros pagó mil millones de dólares por esa operación, justo cuando el gobierno de Hugo Chávez buscaba captar fondos para impulsar la producción de crudo. El empresario invirtió en siete gabarras, trasladó a Venezuela a personal especializado y se endeudó confiando en que la industria petrolera venezolana iba a crecer. Pero no fue así.
Además de esa deuda, la fortuna Cisneros tiene otras obligaciones con sus empresas. También debe hacer frente al alto tren de vida de sus herederos y a las reinversiones que requieren sus negocios. Todo ello posiblemente sin contar con la liquidez suficiente para cubrir sus compromisos.
Mientras tanto, el legado de Cisneros se tambalea ante la incertidumbre y la codicia. El empresario que construyó una fortuna con su visión y su trabajo no pudo prever que su muerte desataría una tormenta entre sus descendientes.
Una tormenta que podría arrasar con todo lo que él creó. No obstante, su viuda Mireya, ahora en conjunción con el expresidente de CITGO Luis Marín, parecen intentar sacar a flote el ángulo petrolero de la herencia de Cisneros.