(In memorian a tantos ausentes)
Indistintamente de las realidades que acaecen en dÃas aciagos, son de infortunio total. Muchos paÃses padecen situaciones que marcarán su historia polÃtica, social o económica. Aunque tanto o más cruda será la historia que pesará sobre la conciencia, el recuerdo y los sentimientos sobre los se crece una familia. O que es igual, todo grupo de seres humanos que se compacta con base en el afecto, la solidaridad, el trabajo común y la consanguinidad.
Los últimos dÃas vividos en buena parte del mundo han sido embutidos en el cauce de problemas polÃticos, sociales y económicos que primaron su discurrir. Fue tiempo suficiente para desgarrar la piel y el corazón de familias, gremios, comunidades, escuelas y organizaciones que perdieron alguno de sus miembros.
La historia de cada instancia o estamento formado y consolidado alrededor de proyectos de vida o de trabajo, se ve alterada o desfigurada. La ruta que en lo sucesivo habrán de seguir núcleos de personas compenetrados en torno a legÃtimas y frondosas expectativas de desarrollo familiar, institucional o empresarial, se malogra. Su camino se afecta a consecuencia de daños significativos que puede acarrear la vida en su tránsito.
La oscura beligerancia
Las contingencias polÃticas, de ninguna adscripción, serán jamás admitidas por sus allegados como pretexto de vida para aceptar la ausencia definitiva de cualquiera de los miembros de un grupo familiar. Incluso, por ninguna otra causa que no sea la determinada por la vida misma. Asà que será imposible que la resignación amaine la partida intempestiva de uno de tantos individuos a quien la vida le ha entregado sin más condiciones que las establecidas por las leyes de la vida.
Ningún decreto o dictamen tiene la potestad para arrebatar vida alguna. Ni siquiera el sentido de patriotismo, casi siempre manipulado según la dirección de fatuos y fútiles intereses que miran el mundo desde una perspectiva sesgada y hasta equivocada.
El resultado de cualquier análisis que contabilice la magnitud de la desgracia esparcida sobre tantas realidades, tiende a ocasionar muchas veces el fatal desmoronamiento de la civilidad, la ciudadanÃa y de las instituciones u organizaciones. Más, si dichas cifras comprenden la cesación de vidas por manos fratricidas o criminales, ordenada sin contemplación alguna.
Sobre todo, si tanta salvajada pareciera provenir de eunucos mentales toda vez que la insensibilidad, el resentimiento, la codicia de poder y la incomprensión, configuran la humanidad de asesinos. Ante tanta desdicha junta, sólo queda por reconocer que las realidades en que se suscitan desgracias de tan repudiada naturaleza, quedan sin la presencia de personas que, en su momento fueron baluartes de proyectos. Asà que hoy y por siempre, por causa de la indolencia que acompaña tanta crueldad, se vivirán realidades en duelo.
