Me suelta un amigo transoceánico por un artículo sobre libros y literatura que mandé a Hey!, el mayor portal de habla hispana en el mundo, y que allá mantienen con más esfuerzo que beneficio, y con más orgullo que rentabilidad… Para mí es una satisfacción, un honor, pero para ellos es un sacrificio, un trabajo ímprobo que solo ya atienden, y entienden, que en Hispanoamérica…
Allí, los que colaboran son excelentes profesionales que se buscan el sustento como hacedores y mantenedores de webs – por ejemplo – allí donde apenas se las pueden pagar; aquí también, en una España que parece haber perdido lo que ellos aún conservan con gran dignidad… O se levantan a las tres de la madrugada para hacer cola en las gasolineras con que llenar los depósitos de sus coches, como anomalía que ya en normal… Algo que nosotros miramos, pero no admiramos.
Sin embargo, deberíamos hacerlo, y saber reconocerlo… Pero aquí estamos en otras cosas, más de selfies y postureo que de contenido cabal y real. Me viene todo esto a la cabeza en el último Día del Libro pasado, de los que aquí mantenemos con ayuda institucional, y que llenamos de actos sufragados con dinero público, que tienen más de exposición que de contenido palpable. Es un día, sí, para que políticos y gentes que cobran su nómina de instituciones se hagan la foto y justifique su voto… Se mantiene el tipo, pero el personal está más orientado a la fiesta y a la siesta que a lo que esto supone.
Eso supone aquí la Cultura… Cultura en castellano, además, pero que ellos cargan y defienden con emotividad y esfuerzo, con trabajo y entrega, y mantienen todo el tinglado de sus bolsillos. Es la enorme y brutal diferencia con nosotros: que no le damos el mismo valor… Para ellos, ¡chévere!, montar una Feria del Libro, o un certamen, por ejemplo, les supone un gran, si bien que bendito, esfuerzo; mientras nosotros nos vestimos y revestimos de nazarenos, moros y cristianos, zaragüeles y faralaes, berberiscos, y cartagineses y romanos. Y lo que se tercie y se invente, en un carnaval sin final, y llenamos nuestra andorga de alcohol en vez de conocimientos… No, no es igual, no es lo mismo…
Y tampoco diré yo que lo suyo sea perfecto, pero sí más auténtico. De hecho, honran la cultura que nosotros despreciamos; de la que nos sonreímos antes de mirar para otro lado y preguntarnos qué hemos perdido en el camino, y porqué y cómo lo hemos perdido… Sí, efectivamente, cierto, hace tiempo recibí de ellos, desde Tucumán, para ser concreto, una especie de Distinción, no por ser quién soy, que no soy nada, sino por mis escritos, que puede que sean más que yo, al menos para ellos. Pero no es éste un artículo movido por el agradecimiento – aunque claro que me siento agradecido – sino por mi reconocimiento personal a lo que nuestros latinoamericanos hermanos hacen, promueven y mantienen por puritito amor a las letras, a la literatura, si es que los de aquí me entienden un algo a lo que me refiero.
Que le pregunten a autores reconocidos como Pérez Reverte, María Dueñas, Javier Cercas, y un montón de ellos, las diferencias existentes entre allí y aquí en esta materia de la que estamos hablando… y que sean ellos los que respondan a lo que estoy planteando, y no yo, que soy un tuercebotas al que no conocen, mucho menos reconocen, ni en mi casa… Lo menos que puedo hacer es dejar constancia de un hecho, por mucho que escueza a los jornaleros que viven de la pseudocultura, subida, como a nuestro falso santerío, a un trono al que sacar en procesión periódica; a un portatótems que solo pregona su propio folklore… Lo que digo lo hago con sobrado conocimiento de causa, no es un dislate, ni tampoco ningún disparate.
Hace unos bastantes años, un excelente amigo mío, Mariano Rosique, a caballo de la vivida cultura hispana y la dormida española, junto a un autor argentino, Germán Maretto, que puso a nuestra disposición un método magistral de Taller para Escritura, que allí reventaba de éxito con personas de toda condición social, desde humildes agricultores a encumbrados catedráticos, manteniendo multitud de puntos; y con una especial conexión con la Universidad de Córdoba, fundamos una entidad cultural: Hispadel, a fin de poner en marcha aquí mismo el mismo y exitoso método, coordinándonos… apoyados, en teoría al menos, por la administración local de acá.
Pregunten, si quieren o se atreven, a los que guardan memoria de ello. El fracaso fue brutal, total, integral y absoluto. Desde la primera convocatoria a las subsiguientes llamadas. Apenas media docena de implicados, y ya dudo hasta si sería por puro y duro compromiso… Fue tan solo que una muestra, dolorosamente palpable y vergonzosamente tangible, de “lo que dá la mata”, como por aquí se dice…
Y no puedo evitar recordar – lo siento si molesta a alguien – cuando en esta misma tierra, o solar, o patria, o lo que quieran llamarla, el personal se jugaba el pellejo por leer a García Lorca, a Miguel Hernández, a León Felipe, a Madariaga, o un Jesús Torbado… o tantos otros que andaban prohibidos, desterrados o muertos, por la censura de la dictadura, y que nos venían impresos desde Méjico o Argentina, y que yo repartía camuflados y a escondidas… No se necesita ser muy espabilado para constatar que, de un hecho a otro, existe un salto cuantitativo y una diferencia cuantitativa acojonante… Un cambio de 180º absolutamente en todo, tanto conceptualmente como apreciativamente hablando… No hace falta hacer una tesis en paraninfo alguno para apreciar la gran y enorme distancia que separa ambas sociedades siendo la misma sociedad, aunque los individuos fuéramos distintos.. ¿pero tan distantes?..Definitivamente SÍ. Antes arriesgábamos nuestra integridad para poder leerlos, y hoy nos montamos saraos para hacer como que los leemos… ¿Hemos avanzado nosotros y ellos siguen atrasados, o es justo al revés, todo lo contrario?.. Para mí, desde luego, lo tengo muy claro: nos dan sopas con onda, no en poder, pero sí en querer… Aquí hemos perdido la dignidad que ellos siempre conservaron. Absolutamente. Ellos sudan y laboran por mantener lo que aquí solo nos preocupamos por aparentar; se sacrifican por lo que a nosotros nos es dado pero no queremos, aunque hacemos que parezca… Aún con su preocupación añadida de perder la noche de legítimo descanso para una cola infructuosa y que le digan que ya no queda gasolina. O para ver que su sacrificada preparación profesional no les da para comer.. Lástima que, como ya me dijo una vez mi amigo Isidoro (y esto ya ¿a quién le importa?): “Hemos nacido demasiado pronto”… Quizá que no, quizá que lo hemos hecho demasiado tarde… O ambas cosas a la vez y al mismo tiempo, amigo mío. Esto es lo que tenemos ya que esto es lo que queremos.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com