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Migrantes ambientales

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En un futuro no muy lejano, todo el planeta tendrá que afrontar la carga económica y social de la migración causada por el cambio climático. Para 2050, una de cada 45 personas será un migrante ambiental y eso suma unos 200 millones de personas.

Es un tema tan controvertido como de obligado debate, que ha dejado de resultar probable para pasar a ser tangible.

Los factores ambientales son considerados un determinante importante de los flujos migratorios mundiales, puesto que las personas tienden a migrar o desplazarse para sobrevivir a desastres naturales y para adaptarse a cambios en su entorno. Se espera que la magnitud de estos movimientos, tanto internos como internacionales, aumente debido al cambio climático, la mayor incidencia de desastres naturales y el deterioro ambiental.

La relación entre migración, ambiente y cambio climático es compleja y multidireccional: los flujos migratorios pueden a su vez tener efectos negativos y positivos en la capacidad de asimilación y el ambiente de las zonas tanto de origen como de destino. Además, los condicionantes ambientales raramente actúan como único factor determinante de la migración. Al contrario, especialmente en procesos de degradación lenta del entorno, los factores ambientales se conjugan con procesos económicos, sociales, políticos, tanto a nivel del conjunto de la comunidad como de la familia y del individuo, para explicar la decisión de migrar o quedarse en un lugar determinado.

Los migrantes ambientales son personas o grupos de personas que, principalmente en razón de un cambio repentino o progresivo en el ambiente, que afecta negativamente sus vidas o las condiciones de vida, se ven obligados a abandonar su lugar habitual de residencia, ya sea temporal o permanentemente, y que se desplazan dentro del país o al extranjero.

Algunos observadores vienen advirtiendo desde el año 2000 que el cambio climático crearía un gran número de refugiados ambientales, que tratarían de llegar a los países más desarrollados o a zonas más seguras de los suyos, mientras que otros sugerían que ese concepto era demasiado alarmista y que el término «refugiado» no resultaba apropiado para tales emigrantes.

Sin embargo, hay algo que está claro y es que existen zonas geográficas más vulnerables que otras y que muchas personas cuyas vidas dependían de su entorno, han tenido que emigrar de sus hábitats naturales a causa de la degradación de sus territorios, porque dejan de ser fuentes de recursos, por ejemplo, por inundaciones o desertificación.

Los sitios que se secan a ritmo acelerado se consideran focos de emigración importantes y el lago Aral de Rusia es un buen ejemplo de ello. Hasta hace pocos años era el hogar de miles de pescadores. En la actualidad es un auténtico erial, del que sus pobladores han huido en busca de mejores oportunidades.

Haití es uno de los lugares más amenazados del mundo. Según la ONU, a medida que la sequía, los ciclones, los huracanes, las inundaciones se vuelven más frecuentes, su impacto se amplificará específicamente por la degradación ambiental existente en el país, causada en gran parte por la sobreexplotación de sus recursos forestales.

La vulnerabilidad del país ante los desastres naturales también ha provocado oleadas de migración interna, de las zonas rurales a las urbanas. En Puerto Príncipe, la capital y ciudad más grande del país, la mitad de los residentes no nacieron allí. A pesar del devastador terremoto en 2010 (que dejó más de 100.000 muertos), continúa siendo el principal destino de miles de migrantes ambientales cada año.

Que no haya un consenso real acerca de cómo el clima influirá en la migración en el futuro, se debe en parte a que los impactos del cambio climático son complejos y podrían ser directos e indirectos.

El problema estriba en cómo determinar la relevancia o el peso exacto de los factores ambientales. Ya que a menudo, cuando se habla de problemas que son inducidos por el cambio climático, se ignora la relación que puede haber entre este y el aumento de la población, especialmente la urbana.

En el Cuerno de África, por ejemplo, los patrones de migración están más conformados por el crecimiento demográfico que por el cambio climático. Aunque la disminución de las precipitaciones no ayuda a que las personas permanezcan o se establezcan en sitios que se están desertificando y en este caso, la mayoría de sus habitantes son agricultores de subsistencia. Así que la gente tendrá que mudarse a las ciudades y no habrá posibilidad de regreso, porque no hay incentivos para volver.

Las conexiones entre el cambio climático y los movimientos demográficos son cada vez más ampliamente reconocidas. Pero se necesitan más y mejores datos para comprender exactamente lo que está sucediendo, y para entender por qué y cómo afectan estos problemas tanto a las comunidades de acogida como a los migrantes.

Porque no solo emigrarán desde los países pobres hacia los ricos, sino que en sitios como la costa Mediterránea, que está experimentando un lento pero progresivo proceso de desertificación, también existirán migrantes ambientales. Y las consecuencias sociales y económicas que este movimiento tendrá, son tan incalculables como perturbadoras.

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