El escenario que sirve al ejercicio de la política en cualquier país de gobierno autoritario es lo más parecido a cualquier acto que dramatice alguna obra propia del teatro de lo absurdo. Si bien tan aventurada situación resulta del mayor interés del campo de estudio de la ciencia política, no luce del mismo modo para el devenir de esos países cuestionados.
Pudiera decirse también que este contexto en el cual se hace política, tiene cierta analogía con aquella parte de la matemática para la cual algunas ecuaciones son indiscutibles para algunos de los valores de las variables implicadas en sus respectivos desarrollos.
Estas ecuaciones llamadas condicionales, dan cuenta de que no todas las variables satisfacen las exigencias del análisis en cuestión lo cual pone de manifiesto la desigualdad que, por igual, afecta el horizonte de resolución y capacidad de valoración que experimenta la política.
De manera que, así como la matemática recurre a condiciones que posibilitan zanjar dificultades que obstaculizan rutas de salida a problemas teóricos, la política también acude a disposiciones que buscan allanar las complicaciones que naturalmente son, muchas veces, lugares habituales de sus propias realidades.
El problema que experimenta hoy la política autoritaria va más allá de la explicación comparativa arriba referida. De entrada, hay que dar cuenta que la praxis política supera cualquier trazado de postulados formulados por la teoría política contemporánea. Para decirlo de alguna forma, la política es la política. Aunque suena algo contradictorio, este aforismo evidencia el carácter dinámico de la política. Es un poco para expresar que la política se comporta desmedida en cuanto a lo que sus causales pueden motivar. O que desde ellos, pueden organizarse, planificarse o encauzarse.
La situación de confusión y aventura que enmaraña países de gobierno verticales, como consecuencia del “libre albedrío” determina las decisiones que tienden a enfocar y enfilar la dinámica política nacional, hizo crisis. Una crisis que descompuso estructuras organizacionales que corresponden a movimientos políticos y sociales y organizaciones no gubernamentales.
Perversidades al descubierto
Tan serio conflicto, ha puesto al descubierto un aforismo que explaya el devenir político en cualquier circunstancia. Pero al mismo tiempo, evidencian ciertos parajes por los cuales se pasea el análisis político. Y es que, cuando los eventos se comportan azarosamente, “la política no tiene idea hacia dónde debe apuntar sus baterías”. En otras palabras, la praxis política es, muchas veces, imprevista, impensada o aleatoria. Esto hace ver que la política sólo ha servido para truncar aviesamente propósitos que, en un principio, se pronunciaron asentados en las palabras de José Martí, cuando refirió “ir levantando hasta la justicia la humanidad injusta; para conciliar la fiera egoísta con el ángel generoso; para favorecer y armonizar los intereses para el bien general con miras a la virtud”.
Las realidades han mostrado que “en política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”. Esta sentencia, procedente del pensamiento del poeta español Antonio Machado, cabe como síntesis del infortunio político que hace crisis por causa del autoritarismo desmedido.
Crisis encubiertas
Sólo queda por verse, hasta dónde la basura política taponeará el devenir de las susodichas realidades. Particularmente luego de advertirse las consecuencias mediatas e inmediatas que podrían ensombrecer la vida de esos países cuestionados por el abuso de poder que en ellos se da. Incluso, después de haber reconocido el nivel de conflictos que, incitado por la perversidad organizada, acentúa una crisis de la economía y de la sociedad. A pesar de que valientemente es resistida por fracciones sociales resteadas con la lucha política. Así que no hay duda para demostrar ante los cuatro vientos que, como nunca, muchas realidades siguen sufriendo los embates de todo lo que está encubierto por la política del absurdo.