Por: Orlando Goncalves
@OrlandoGoncal
El resultado de las recientes elecciones al Parlamento Europeo, la única asamblea parlamentaria multinacional del mundo, debería ser un llamado de atención para los lideres de la unión, pues por un lado casi la mitad de la población no votó, o sea no expresaron su opinión, lo cual no quiere decir que no la tengan y por el otro lado, la ultraderecha con todos sus antivalores, avanzan.
En Europa se fraguaron y se desarrollaron las dos guerras mundiales que sesgaron la vida de más de 70 millones de personas y que hundieron en la pobreza y la miseria a ese continente. Sin embrago, después de semejante horror vivido y tras años de duro trabajo y sacrificios, los europeos logran construir naciones prosperas, con sistemas políticos que a finales de los años 70 solidificaron sus democracias y desarrollaron Estados de bienestar, con los cuales protegían y cuidaban a sus ciudadanos.
El desarrollo económico y tecnológico de esa Europa saca a millones de personas de la pobreza y les proporcionó las oportunidades a sus ciudadanos para que con su propio esfuerzo se desarrollaran, accedieran a una mejor calidad de vida para ellos y sus familias.
En el paso lógico en esa evolución de progreso de los países europeos crean la Comunidad Económica Europea y décadas después nace la Unión Europea en 1993 que hoy agrupa a 27 naciones de ese continente, lo que ha permitido a esos países generar prosperidad y bienestar para sus ciudadanos.
Tras un cuarto de siglo de abundancia y progreso, pareciera que el sistema comienza a fallar y los ciudadanos se desilusionan de sus gobiernos y estos se van debilitando porque no están funcionando, pues no les están dando a los ciudadanos lo que estos reclaman, no está cumpliendo con las promesas, hay desencanto.
A lo anterior hay que agregar que los “ninis” (jóvenes que ni estudian ni trabajan) y que son, en promedio el 13% de los jóvenes de 18 a 24 años de la UE, son “un grupo de población que preocupa de manera especial debido a su gran vulnerabilidad”, destaca la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Este grupo poblacional no solo está asociado con menores tasas de empleo y salarios, sino también con una salud mental baja y exclusión social, lo cual los lleva a un estado de frustración y ansiedad, pues no logran visualizar una ruta de salida de su actual situación y menos aún de progresar y labrarse un futuro digno.
Por otro lado, Moisés Naím en una entrevista reciente, señala lo siguiente:
“Ortega y Gasset escribió: no sabemos lo que nos está pasando, exactamente eso es lo que nos está pasando. Yo creo que esa cita se aplica perfectamente a las circunstancias que vivimos hoy. Se sabe que vienen grandes cambios, se sabe que vienen nuevos tiempos, se sabe que va a haber nuevos protagonistas, algunos de los actuales desaparecerán y aparecerán otros”.
Por lo anterior, entre otras cosas, es que comenzamos a ver una presencia importante de movimientos ultraderechistas (y hasta gobiernos) en países como: Hungría, Italia, Finlandia, Letonia, Suecia, Eslovaquia, Países Bajos, Portugal, España, Francia, Alemania, Austria, Polonia, Grecia, Chipre, Bulgaria, Rumania, Bélgica, Dinamarca, Estonia, Eslovenia, Croacia, Rep. Checa.
Con sus discursos estigmatizantes, divisores, inquisidores de los Estados, antieuropeístas y antinmigrantes, logran la identificación con los jóvenes, fundamentalmente con los “ninis” quienes, al no ver una esperanza clara de un futuro mejor, hacen estas arriesgadas apuestas de votar a estos grupos ultraconservadores, seducidos por esos discursos que de alguna manera reflejan sus propias frustraciones.
Ahora, ¿cuál es el peligro de los avances de esta derecha radical, justo en el continente que ha tenido dos guerras mundiales y hoy tiene otra gran guerra en su patio, por la invasión de Rusia a Ucrania?
Pues, que primero llegan por la vía democrática, luego ante su ineficiencia en la solución de los problemas, pasan a actuar como populistas, empleando discursos con una narrativa de que todo es culpa de los gobiernos anteriores y de las eternas supuestas conspiraciones que no les dejan avanzar y en paralelo tratan de ir cambiando las reglas del juego democrático, para hacer la metamorfosis al autoritarismo, para poder ejercer el control total sobre el Estado, borrando los contrapesos de las democracias y cercenando libertades.
Otra amenaza es que el Estado de bienestar lo van debilitando en aras de privatizar todo lo que se pueda, de achicar el Estado y de esa manera los ciudadanos a la larga quedan desprotegidos.
Las turbulencias políticas que estamos presenciando son síntomas claros de que el sistema político y económico que conocemos está haciendo aguas y va camino a su implosión. Preocupante.