Una buena amistad, que, pocas, pero haberlas háylas, como las no menos buenas “bruixas”, me pide mi parecer sobre toda ese ingente gentío de tarotistas, echadores de cartas, aojeadores, lectores de bolas, limpiadores de auras, y disciplinas varias que abundan en todos los medios de comunicación, desde las redes a publicaciones, pasando por pseudo-cadenas de televisión… Es tal la oferta, que me hace pensar que la demanda debe ser extraordinaria, cuando sale rentable y a cuenta montar todo el chiringuitaje existente y que se anuncia tan extensamente, metiéndose en tal competencia de incompetencia. Y es que, no lo dudo, la necesidad que el personal tiene de encontrar sentido a sus vidas es directamente proporcional a la vaciedad en la que la moderna sociedad se desenvuelve, donde el común de la colectividad practica la huida hacia adelante del hedonismo, narcisismo y consumismo, pero donde, como individuos, estamos cada vez más perdidos.
Intentaré pues ayudar en la reflexión, si bien quiero dejar claro que mi opinión es estrictamente personal a ese respecto… Yo nunca diré que no sea posible “rasgar el velo” que nos separa de lo que yo llamo “prerealidad”, y otros “suprarealidad”, conceptos que intentaré aclarar más adelante, si me queda espacio para ello. Al fin y al cabo vivimos en una especie de “contínuum tempus” que dejó muy claro Einstein, y que la física quántica anda desliando. Sin embargo, una vez dicho esto, sí que afirmo rotundamente mis muy serias dudas sobre lo que tantísima gente esté preparada y capacitada para investigar en tales niveles de esa otra realidad.
Y la verdad es que son pocas, muy pocas, poquísimas, las personas dotadas de esa “visión”, por llamarlo de alguna forma, o de esa facultad…Y su responsabilidad les toca su conciencia hasta el punto de valorar la parte de bien que puede llevar en ello su intermediación, y separar la banalidad del general en un fenómeno que tiene más de “zodiaquismo”, que de inquietud responsable… Una cosa es la curiosidad, y otra lograr el conocimiento y saber obrar en consecuencia. Por eso aconsejo darle un par o tres de pensadas antes de meterse en un charco, más o menos prematuro, más o menos inconsciente.
Si insisto en este punto, es, precisamente, por la importancia que tiene. No dudo de la posibilidad seria y real de ello, pero tampoco dudo de la responsabilidad que también se deriva de ello… En escritos anteriores he dicho que todo ser viviente, todo cada uno de nosotros, venimos a este mundo con un propósito definido; con una misión marcada desde otros niveles de la tal realidad, y asumida con nuestra propia participación y concurso, pues nos comprometemos a obrar en consecuencia con lo que vamos a ir descubriendo de y sobre nosotros mismos.
Bien, de acuerdo, pues si admitimos ese posible, igual debemos admitir que el “adelantarnos” esa información sin estar “preparados” supone un alto riesgo para nuestra evolución… Y también tengo mis muchas dudas que esas legiones de consultantes esten mínimamente concienciadas – cuando no obedecen a motivos egoístas – y escasamente preparadas, para adoptar y adaptarse a ese cierto nivel de información trascendental. Respetando cuanto haya que respetar, la verdad es que no lo creo…
Nuestras vidas son un poco como esas cartulinas en blanco, presensibilizadas en su emulsión por el disparo del obturador de una cámara, que, una vez en determinadas condiciones, va revelándose poco a poco, y haciéndose patentes y tangibles lentamente, de la nada aparente a nuestra apreciación más clara y diáfana… Tómenlo como un ejemplo gráfico, no al pie de la letra, pues no se trata de una predestinación, sino de una predisposición, que no es lo mismo lo uno que lo otro en modo alguno. No confundamos el diseño inicial con la obra final. Un boceto no es un plano acabado.
He indicado antes la Física Quántica (de hecho me refiero a ella con cierta redundancia en mis escritos)… El experimento que llaman “la influencia del espectador” demuestra que la energía, en presencia de un testigo, puede cambiar su sentido y hasta su naturaleza: una onda (energía) puede convertirse en una partícula (materia), y funcionar de determinada forma o manera no prevista. Esto significa que poseemos la capacidad intrínseca de variar, mejorando o empeorando, el devenir de los casos y de las cosas. (Ley de Causa y Efecto)… Por lo tanto, no estamos tratando de cuestiones baladíes. Tampoco de magia.
Por eso que esos cientos de miles de personas – quizá millones – que se toman esto como un juego, un entretenimiento, están manejando un fuego potencial del que desconocen sus consecuencias… Naturalmente, como la inmensa mayoría lo hacen a través de falsos agentes y cuentistas de medio pelo, y encima no creen en ellos en el fondo, lo cual no deja de ser un contrasentido, puede pasar como un inocuo divertimento, aún con sus riesgos que, en verdad, los tiene… Piensen que si la Iglesia prohibió y condenó de antiguo estas prácticas, es porque dispone de todos estos conocimientos, si bien los mantiene ocultos por la rentable ignorancia que les supone a “sus creyentes”, y que, bien manejado, procuran a sus intereses.
Dicho todo lo cual, lo que puedo aconsejarles es que los que se tomen en serio estas “lecturas del árbol de sus vidas” lo hagan a través de entidades sobradamente cualificadas, que sí, que están entre nosotros, pero que habrán de asumir su responsabilidad personal en cuánto a los resultados… Y a los que quieren “echarse las cartas” en consultas espurias, o que alguien “les lea las líneas de la mano” por pura y/o malsana curiosidad, se dejen de gilipolleces y tonterías.
Y no voy a decir más de lo que debo decir sobre estas cuestiones. Primero, porque yo no poseo todo el conocimiento preciso; y segundo, porque, aún y así, tampoco se puede divulgar lo que puede ser destinado a un mal uso del mismo, aún por simple ignorancia… Baste con éste, confiando en que su contenido les sirva de luz y advertencia. Les recuerdo aquel conocido axioma de Paul Elouard: “hay otros mundos, y están en éste”, o lo que se dice en HAMLET, la obra maestra de Shakespeare: “Existen cosas en el cielo y en la tierra, querido Horacio, que jamás podrás soñar en tu filosofía”… No quiero pontificar nada, tan solo contestar a lo que se me ha preguntado, y hacernos recordar a todos y cada uno de nosotros el mejor consejo de prudencia que se ha podido dar: “Solo cuando está preparado el alumno, aparece el maestro”.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

