¿Es propio pensar que el mundo actual retomó la vida de antes de la pandemia declarada en Marzo 2020 por el director de la Organización Mundial de la Salud? Sobre todo, a escasos días de cumplirse tres años de aquella medida adoptada por los gobiernos del mundo. Y frente a esta disertación, no cabe posibilidad alguna de hablar de extemporaneidad como asunto que bien podría anular la pertinencia del tema en cuestión. Todo lo contrario. Las realidades podrían estar demostrando que ciertamente la pandemia ha sido superada o vencida.
Sin embargo, es pertinente que a los fines de estas líneas resulta impostergable referir lo que cabe dentro del concepto de “normal”. Aunque el mismo ya se adelantó de manera breve, cuando se preguntaba si el mundo actual ¿podría volver a la vida existente antes de la pandemia? Esa normalidad es la que acá busca manejarse. A este respecto, por ejemplo, pueden observarse situaciones complicadas en materia de salud. Así es posible determinar que la salud, no se ha normalizado. Al menos, no del todo.
En síntesis, no es completamente seguro que la emergencia haya dejado de rondar variados lugares. O haciéndose notar. Aunque con una incidencia menos agresiva, o diferente, según determinados reportes médico-científicos.
Un análisis de cuidado
Podría aducirse que después de las primeras señales del Covid-19 que cundieron a miles de personas hace ya casi más de tres años, 2023 configura “el principio de una nueva realidad”. Es decir, el comienzo de una época marcada por un nuevo patrón de vida cuyos signos podrían estarse observando en cuanto al modo de vida económica, política y social que ya está ocupando algunos escenarios del mundo.
El comportamiento sanitario por el cual ha transitado el problema que en su momento afectó la dinámica del planeta, ha sido el siguiente: De epidemia a pandemia. Luego, fue calificada como “endemia” dado el proceder estacionario del virus. Ahora, por lo que avizora la evolución del virus, se ha considerado como “sindemia”. O sea, el efecto de dos o más enfermedades cuyo daño es superior a la sumatoria de tales enfermedades.
En esencia, esta situación es capaz de originar cambios contundentes en lo económico, social y hasta político de cualquier realidad sensible a dichas secuelas. Además, pareciera ser que dicha “sindemia” es la causa de nuevas combinaciones de virus degenerados cuyos trastornos podrían ser peligrosamente insidiosos.
Es el temor que ahora cunde a cualquier población. Particularmente a gobiernos sin cohesión política o sin la capacidad financiera necesaria para enfrentar ese tipo de amenazas. A ello se une la incertidumbre que afecta naciones con economías enclenques. O con sistemas políticos conflictivos e incapaces de comprender la incidencia de serios problemas de salud. E igualmente, de aceptar la significación de situaciones que de esta emergencia, proviene.
En medio de dicha incertidumbre, que continúa subyugando sistemas políticos, sociales y económicos, las diatribas dominantes han devenido en gruesas complicaciones. Problemas estos que ocurren independientemente del tamaño físico y poderío militar que tienen los países. De hecho, las tendencias de desorden han comenzado a marcar una movilidad parecida a la que venía dándose antes de la consabida pandemia.
Inferencias encontradas
Del contexto trazado en la explicación precedente, pueden inferirse algunas consideraciones, a saber:
- La dinámica dominante deja ver que el desconcierto que caracteriza actualmente a muchos países, se ancló en comportamientos incitados por la complicidad fraguada entre intereses de diferentes razones. Aunque su vinculación, fue accedida por vía de excesivos controles gubernamentales decretados en nombre de la pandemia. Se aprovecharon de la pandemia para urdir planes reservados a sus intereses. Muchos procedimientos terminaron aliándose con la escasez y la exclusión. Estas, basadas en preferencias políticas viciadas.
En el fondo de situaciones así, se vieron inmersos distintos gobiernos, regímenes y jefaturas de Estados. Esto produjo graves perturbaciones que, por efecto de las incidencias propias de las emergencias humanitarias que vieron venir, terminaron convirtiéndose en cuestionadas conductas asumidas por grupos de poblaciones.
- Las disposiciones hablan de un mundo diferente al vivido antes de 2020. Podría decirse que ya han comenzado a dar sus más fehacientes muestras. Más aún, de cara al desbarajuste que está colmando las realidades.
El mundo que podría ocupar el espacio temporal de 2023, será otro. Pero no porque se habrán afianzado valores morales y políticos a lo interno del comportamiento de las poblaciones.
El hecho de que el Covid-19 haya permitido que el hombre advirtiera el grado de su vulnerabilidad y debilidades, no más que sus fortalezas, ha provocado un egoísmo algo colectivo. Ello ha generado problemas que se creían supuestamente superados con base en el estudio de nuevas corrientes filosóficas, culturales y educacionales.
- Si algo puede asegurarse que ha estado cambiando, es la concepción ordinaria del espacio y del tiempo. Es un problema que en lo inmediato está sacudiendo la gestión política de gobiernos a los cuales se les han presentado nuevos conflictos, necesidades y nuevas carencias. Pero también, el ciudadano común se ha visto afectado por cuanto su tiempo de trabajo y recreación, se ha reducido. Mientras que su espacio de vida, ha aumentado. Y estos cambios, constituyen una modificación de su visión del mundo en el cual suscribe sus proyectos y realizaciones. Por tanto, compromete un cambio de momento histórico, tal como ha sucedido a través del discurrir del mundo.
Algunas conclusiones
A todas estas no hay duda que 2023, aparte de las limitaciones económicas que están haciéndose sentir por doquier, habrá que soportar el peso de serias dificultades que harán diferente la forma de vivir. Particularmente, de vivir bastante parecido a las formas y costumbres que caracterizaron al mundo libre antes de la incidencia de la pandemia causada por el Covid-19. Ahora mismo, podría pensarse en las consecuencias de lo que vendría a llamarse: “autoritarismo digital”.
Aunque es seguro que 2023 se verá afectado por nuevas variables, tales como: la segmentación causada por la división del trabajo, la parcelación de necesidades e intereses lo cual estimula nueva forma de vivir en sociedad y la desintegración de colectivos por intereses amañados. Y la virtualidad, ocasionada por la inminencia en el uso de tecnologías de la información y comunicación. Aunque en naciones gobernadas por sistemas políticos autoritarios, las improvisaciones impuestas por la ignorancia dominante serán una constante que propiciará un mayor desastre en la gestión pública. Estas nuevas variables se verán limitadas por la desconfianza, y la resistencia opositora. Asimismo, por el miedo a verse descubierto el individuo en su privacidad por algoritmos informáticos inescrupulosos a la hora de controlar la vida.
Cabría señalar la posibilidad de que 2023 sea un año frío no sólo por los efectos del calentamiento global incitado por el hombre mismo en su afán de automatizar todo proceso de producción. También por un trato basado en la indiferencia marcada por el egoísmo inducido por factores del poder de marcada insidia.
O un año cruel causado por la opresión y represión de gobiernos incapaces de actuar con la ecuanimidad de las que hablan las libertades. O acaso será contradictorio aludir a si en efecto ¿es “normal” el mundo actual ?