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El suicidio es tabú en Venezuela                    (Parte II)

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            Del suicidio no se habla en Venezuela y si bien este país dista de estar entre las naciones con mayores tasas en el mundo o en América Latina, el fenómeno va en aumento, siendo el estado Mérida quien encabeza la lista, sin que haya actuación oficial, según el registro de una organización no gubernamental venezolana

En la primera parte de este trabajo investigativo, señalábamos que, en las zonas rurales, el uso de productos agroquímicos y pesticidas, inducen a muchos individuos atentar contra sus vidas.

Otros estudios han logrado revelar la aparente correlación existente entre el uso de agroquímicos, la aparición frecuente de trastornos mentales, ideación suicida y la ocurrencia de suicidios. De manera que esto podría ser una realidad no diagnosticada en el espacio rural de Mérida.

A todos estos factores, por un lado, se suma también el consumo de alcohol como sustancia psicoactiva y elemento predisponente a conductas agresivas, impulsivas y que puede agravar situaciones de estados depresivos. El alcohol guarda relación con muchos casos de intentos de suicidio o de suicidios consumados, y que, según lo investigado, tiene fuerte presencia en las zonas rurales de la entidad. Y, por otro lado, se suma el uso de agroquímicos como método de suicidio a través de su ingesta.

–En 2021 -indicó Gustavo Páez- los adultos incrementaron su peso en la lista de víctimas a 56,8% y los adolescentes (que ocupaban el tercer lugar al año 2020 en conjunto con los jóvenes de 18 a 24 años) pasaron al segundo puesto con 12,8%, desplazando a los adultos mayores al tercer lugar (11,7%). ¿Por qué los jóvenes se suicidaron más en 2021?

–Esta es otra tendencia -dijo- que hemos notado en los últimos años, con mayor fuerza entre 2020 y 2021. De nuevo es probable que la combinación de la pandemia y la emergencia esté ocasionando estragos en la juventud venezolana.

             Entre los principales factores que hemos logrado identificar -informó GP- se encuentran: manejo inadecuado de las emociones, impulsividad e irritabilidad; disfuncionalidad familiar grave, con ausencia o poca comunicación entre padres e hijos (relaciones con poca reciprocidad), presencia de padres muy autoritarios, ausencia de padres; presencia de sentimientos negativos (tristeza, incertidumbre, minusvalía, inutilidad, tormento por el aislamiento).

Agregó que otros factores están “los casos de depresión; poca comunicación entre pares por lo general por algún estigma o bullying; consumo de sustancias (alcohol y/o drogas) entre adolescentes o en el seno familiar; ruptura de la estructura familiar por migración de padres hacia el extranjero; interrupción de actividades extracurriculares por motivos económicos; cambio de planteles educativos donde cursaban estudios (separación entre amigos y ruptura con el ambiente institucional acostumbrado); adicción al internet y redes sociales; problemas o conflictos familiares o con su cuidador”.

También la existencia de una cultura violenta como producto del entorno económico-social; rupturas sentimentales (en adolescentes del sexo masculino), discusiones principalmente con las madres (en adolescentes del sexo femenino), entre otros.

–Otra propensión que salta a relucir -señala- es que los niños y niñas (0-11 años), a pesar de mantenerse en el último lugar en ambos años, en 2021 aumentaron su presencia en la lista de 1,7 a 3,4%. ¿Qué está pasando también en este caso?

Dijo que “los factores que mencioné en la respuesta anterior son válidos para niños, niñas y adolescentes. Debo agregar que nos llama la atención que también hemos detectado que las niñas y las adolescentes en momentos superan en casos a los varones.

–Es probable -añade- que tenga mucho que ver en este resultado, entre otros factores de riesgo, el incremento de casos de violencia intrafamiliar, de género y sexual, teniendo como principal víctima al sexo femenino en aquellas subpoblaciones vulnerables.

El aumento de esos tipos de violencia ha sido identificado en todas las regiones donde el OVV actualmente cuenta con una sede regional (en 15 entidades del país). Es así como también la violencia sexual, de género y estructural ha sido reconocida entre los principales factores de riesgo de violencia autoinfligida en informes de organismos internacionales como la OMS.

Haciendo un breve recuento dice que el tipo de método más empleado para consumar el suicidio sigue siendo el ahorcamiento en 60,0% de los casos donde se conoció esa variable. Le siguen en importancia dispararse con arma de fuego (13,3%), envenenarse (11,6%) y lanzarse de un lugar elevado (11,2%). ¿Cuáles son las razones para que el ahorcamiento esté en primer lugar?

–En América Latina y el Caribe nos informa nuestro entrevistado Gustavo Páez-, y en términos generales en el mundo, el método más utilizado es el ahorcamiento, aunque en Venezuela hemos visto cierto incremento en el empleo de ese método.

“El hecho de que este método sea el más utilizado y que quizás muestre un aumento su uso (siendo uno de los más letales), puede ser indicativo de dos situaciones: en primer lugar, de decisiones muy impulsivas y fatales que se están dando cada vez con más frecuencia en la población; luego, quizás es el resultado cada vez más recurrente de decisiones premeditadas y ‘seguras’ para alcanzar el objetivo planteado de quitarse la vida o de acabar con el sufrimiento padecido”, acotó.

–En 2021, según las noticias, -dijo- en 45,8% de los 168 casos estuvo presente la depresión, luego las disputas sentimentales (22,6%), después los conflictos intrafamiliares (11,9%) y otros tipos de móviles en el restante 19,7%. ¿Qué tan importante es la depresión como móvil de un suicidio?

–La depresión, diagnosticada por los especialistas en la materia como trastorno mental, es uno de los tantos factores de riesgo asociados al suicidio. Sin embargo, es bueno aclarar que existe un mito en torno a este aspecto: las personas que padecen de un trastorno mental, como por ejemplo la depresión, se suicidan.

–Hay que aclarar -puntualizó Gustavo Páez- que eso no es cierto. El comportamiento suicida indica una infelicidad profunda, pero no necesariamente un trastorno mental. Muchas personas que viven con trastornos mentales no son afectadas por el comportamiento suicida, y no todas las personas que se quitan la vida tienen un trastorno mental.

Estudios han demostrado que solo entre 15% y 20% de las personas que padecen depresión como trastorno, pueden intentar un suicidio, sobre todo cuando son mayores, viven solas y han intentado suicidarse con anterioridad. Otras investigaciones han determinado que la inmensa mayoría de individuos con problemas clínicos ni se suicidan, ni intentan suicidarse.

–El profesional de la Geología nos suministró algunas herramientas de la Organización Mundial de la Salud, para poder ayudar a un posible suicida: Escuche sin juzgar y preste su apoyo. Hablar sobre los pensamientos relacionados con quitarse la vida no causa suicidio; anímele a buscar ayuda de un profesional; quédese con la persona si cree que está en peligro inmediato (e inminente). ¿Cómo pueden tomarse medidas para mitigar la incidencia de este flagelo?

–Tal y como lo señala la OMS, -dijo- el tema del suicidio es corresponsabilidad de todos, familiares, amigos, vecinos y la sociedad en general, además del papel fundamental que puede jugar el Estado en el diseño y ejecución de políticas públicas. Todos podemos contribuir en su prevención. Por ejemplo, los familiares, amigos o vecinos, al estar sensibilizados y educados frente el suicidio, podrían ayudar a un individuo que muestre algún tipo de comportamiento suicida.

Por su parte, el Estado puede contribuir mucho generando y publicando cifras lo más actualizadas posible sobre muertes por suicidio desagregadas según sexo, edad y lugar de ocurrencia para identificar grupos vulnerables.

Además, el Estado puede poner en marcha campañas de educación frente al suicidio con enfoque preventivo, crear una línea de atención telefónica profesional (psicólogos y psiquiatras) gratuita para personas que lo requieran, destinar más recursos para la atención de la salud mental de la población a través de la red nacional de establecimientos de salud pública, entre otras acciones.

Lamentablemente bajo el actual régimen que detenta el poder en Venezuela, de lo menos que se ha interesado los encargados de velar por la salud de sus habitantes, es de solucionar los distintos problemas que afectan a la población. Todo lo contrario, el abandono de hospitales y centros de atención los han abandonado y la desidia es notoria.

–La educación es fundamental en la prevención- nos señala Gustavo Páez- es necesario conversar y educar sobre el tema de los suicidios, según consta en el informe. ¿Educar de qué manera?

–Este aspecto -indica- se refiere a educar en relación a los diferentes factores de riesgo asociados a la muerte por suicidio y de los diferentes factores de protección existentes, que son los que coadyuvan a contrarrestar a los de riesgo. Y dentro de estos últimos sobre el rol de la familia como uno de los factores de protección más importantes; así como educar en lo concerniente a los indicios, señales o comportamientos de las personas ante posibles hechos suicidas.

–También agregó- educar significa hablar sobre las recomendaciones que se pueden poner en práctica al estar con una persona con depresión, tristeza, o que manifieste ideación suicida o que demuestre comportamientos relacionados con suicidio; y sobre conversar los mitos que giran en torno a estas muertes. Conocer todos estos aspectos podría marcar la diferencia en la ocurrencia -o no- de un hecho suicida en un momento dado.

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