La historia política no siempre termina transluciendo “felicidad”. Tampoco, “victoria”. Generalmente, su contenido revela cuadros de difícil condensación y comprensión. Más, por aquello de que las lecciones de la historia no se aprovechan. De que, la historia se repite. O tiende a repetirse. Pero esto sucede en perjuicio de quienes la desconocen.
Por eso, muchos la inventan para adecuarla a motivaciones elaboradas para manipular el discurrir a instancia de pervertidos y retorcidos intereses. Para decirlo a la manera de Aldous Huxley, novelista inglés, “quizá la más grande lección de la historia, es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.
El ejercicio de la política, no siempre se apega a los postulados de la teoría política. El egoísmo humano, ha contribuido a relegar el análisis sobre el cual se estructuran las ciencias. Tan controvertido sentimiento, induce al hombre político a actuar en función de las circunstancias obviando todo lo que sus secuelas animan.
Poco o nada escarmienta el hombre toda vez que procede subordinado a pasiones y estupideces lo cual sólo deja ver la mezquindad con la que vive. Es el problema que complica el ejercicio de la política. Sobre todo, cuando tan necesaria actividad, bandera de procesos sociales y económicos, incurre en desviaciones que terminan mostrándola como vulgar dictadura. O peor aún, como horrenda tiranía.
El autoritarismo visto en ese espejo
Vale esta reflexión para examinar el caso que deja ver el autoritarismo cuando funge de gobierno. Si se hace una descripción retrospectiva de lo que ha acontecido en el marco del autoritarismo, luego arribar al poder mediante el concurso de partidos políticos disfrazados, en términos de lo que comprende la teoría y la praxis de la gerencia pública, tanto como la gestión política mostrada por gobiernos obstinados, los resultados son irremediablemente dramáticos y desoladores.
Si bien todo pareciera ser un incesante volver a empezar, todo comienzo deberá considerar lo realizado. Considerar lo que la historia reciente o no tan reciente puede ilustrar el acaecimiento de eventos aleccionadores. Y de ello, dependerá cómo viabilizar el devenir en términos de las condiciones que podrían definir el futuro como tiempo político. Dicho esto en el lenguaje de prospectiva política, significa “lidiar con la incertidumbre”. Aunque mal definida pues lo contrario es casi imposible. Igual a decir, casi improbable.
El hecho de tomar el poder, aunque por la vía constitucional y democrática, no excusa a ningún gobernante a repetir los errores que narra la historia. Sobre todo, al reconocer que todo hecho pasado equivale a una situación-problema cuyos efectos deben servir para superar cualquier deficiencia que interfiera el curso de la vida de una sociedad. Lo contrario es sencillamente decretar el atraso. Hispanoamérica presenta casos que califican tal lo describe la explicación anterior. Son países que suelen encasillarse como tristes referentes por causa de ejecutorias propias de regímenes políticos enceguecidos y ensordecidos.
Todo lo arriba referido, hace ver que lo que de esas realidades deriva. Es decir, una breve explicación de lo que sucede tras el caso de realidades que son escenarios modelos para dar constancia de lo que resume: el fracaso como praxis de gobierno.