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Del carácter imperturbable de la testarudez

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Aunque suele ser por ratos, luce extrañamente contrariado comprender la ofuscación de quienes gobiernan desde un modelo autoritario que, sabiéndose perdidos o acorralados, se empeñan en continuar girando órdenes en la dirección de imponer sus fracasados conceptos de política vertical.

Después de tanto tiempo, vivir tan gruesa incoherencia, dicha preocupación se volvió reincidente. O sea, se cundió del mismo problema que genera el hecho de padecer la reincidencia acumulativa orgánica de alguna molestia.

Cualquier análisis sobre tan grave dolencia política, da cuenta de una flemática reticencia producida por la ceguera y sordera de quien cree tener ganarlas todas. Además, abstraído de las realidades cuando comportan efectos insidiosos. Porque no es posible aceptar, ni mucho menos adular, a quien, en conocimiento del clamor popular ante la avalancha de problemas de índole estructural, no circunstancial, se aferra a pensar en lo contrario.

Es decir, que por incapaz o soberbio, no reconoce dificultades muchas de las cuales están ante los ojos de cualquiera. Más, si se trata de la atención que debe prestar un gobernante con responsabilidad en la conducción de una nación.

Es lo que está aconteciendo en algunos países del ámbito hispano toda vez que ante la carencia acentuada de medicamentos y de alimentos, es decir de derechos constitucionales vulnerados por la desobediencia abierta de quienes gobiernan, el pueblo cae en una fase de depresión con la fuerza necesaria para arrastrar las realidades hacia estadios de violencia peligrosamente acentuados.

Es precisamente lo que cuesta comprender. Sobre todo cuando faltan razones viables que justifiquen la conservación del poder por factores enquistados sin más resultados que la pronunciación de una crisis de carácter global. Esto conduce definitiva y compulsivamente a que las cuestionadas realidades entren en una situación de franca animadversión para luego caer en serios enfrentamientos capaces de hundir los correspondientes países a niveles freáticos de encarnada ebullición social.

 La economía pierde su asidero operacional. La sociedad, se degrada al extremo que la anomia envuelve casi todas sus reacciones por lo que el desorden luce de difícil control para una fuerzas policial-militares contaminadas por la corrupción y la apatía de sus miembros.

El desarreglo geopolítico inspirado en revoluciones fracasadas representa otra manifestación más de cuándo la avaricia por poder se convierte en excusa para ultrajar la espiritualidad del hombre y colocarla a merced de las coyunturas.

Por todo eso, las dictaduras terminan reventándose por dentro. Es exactamente lo que deriva de cualquier tentación de poder ganado sobre la ignorancia política de un pueblo, además engañado. Con casi total seguridad es lo que resulta del carácter imperturbable de la testarudez.

  @ajmonagas

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