Por: Raúl Ochoa Cuenca
Para la mayoría de los seguidores de esta doctrina, que si bien, ya las comunidades afroamericanas del sur de los estados unidos la utilizaba hacia los años 40 del siglo pasado, este vocablo fue hecho popular por el novelista William Melvin Kelley, quien en 1962 publicó un ensayo en el New York Times tituladoIf You’re Woke, You Dig It(“Si estás despierto, lo entiendes”).
Mi interés en la doctrina woke la remarcó las opuestas interpretaciones que hacen de ella autores y columnistas de variada empatía política, especialmente de los Estados Unidos de América, organizaciones de defensa de las minorías raciales, políticos así como personas ligadas al mundo universitario que discuten y opinan de manera contradictoria sobre esta doctrina.
Estudiosos consideran al llamado movimiento woke, un concepto de comportamiento social, mientras para otros es un instrumento de ataque a muchos de los valores que han contribuido a convertir a los Estados Unidos en la realidad que es hoy.
Como consecuencia de hechos de inaudita violencia ejercida por las fuerzas de orden público durante el último decenio, la mayoría de ellos injustificados, el movimiento woke ha tomado un nuevo matiz al incluir en sus postulados, aspectos de inmensa importancia para el mundo, como la apertura de la discusión, sino también en lo relativo a la discusión del sexo biológico, los derechos de personas agrupadas en organizaciones de transgéneros.
Algunas personas sienten que el sexo que se les asignó al nacer no coincide con su identidad de género o con aquel que perciben en su interior o simplemente aquellas organizaciones identificadas como LGBTI ( www.plannedparenthood.org).
El movimiento woke igualmente cuestiona el concepto de familia tradicional, concebido como núcleo fundamental de la sociedad, al relacionarlo con las prácticas racistas imperantes hasta que entró en vigor la Ley de Derechos Civiles de 1964 de Estados Unidos.
Según estos teóricos, muchos están agrupados a su vez en el movimiento Black lives Matter, la población negra, instrumentos de la familia blanca americana en la formación y consolidación de ella como núcleo de la sociedad americana.
En una interpretación extensiva, el movimiento woke convierte en víctimas a la población negra sobre la cual se construyó la actual sociedad americana, consolidando el sistema de economía de mercado imperante en la nación americana. Es usual ver en sus manifestaciones cartelones con la escritura Capitalism is racist.
El término woke tuvo su primer uso en Estados Unidos durante la década de 1940 entre las comunidades negras del país principalmente en los estados del sur. Puso nombre a una apelación a la conciencia social y al activismo en la lucha contra el racismo y las injusticias sociales. Pero esta ideología con el pasar de los años pasó de cuasi durmiente por varios decenios, a experimentar gran actividad durante los últimos 20 años, debido especialmente a tendencias en las discusiones en los medios intelectuales universitarios, liderados por aquellos grupos denominados progresistas.
Argimiro Barro, periodista español y corresponsal freelance para varios publicaciones europeas como La Vanguardia de Barcelona, la Sexta TV, la Radio de Galicia ha sido un profesor visitante en el Harriman Institute of Columbia University, escribió en el diario español El Confidencial el 1 de diciembre del 2021, una nota que tituló: Doctrina “Woke”: fundamentalismo identitario y hostilidad racial en los campus de EEUU.
Notaque nos servirá, también, en una necesaria reflexión y creo no exagerar, al afirmar desde ahora, que será un tema capital en los años que vienen, incluyendo, y ahí no tengo la menor duda, el debate con motivo de la elección presidencial de diciembre del 2024. Debate que pondrá a prueba muchas de las estructuras ideológicas sobre las cuales se han fundado los Estados Unidos de América.
“Lo que solía considerarse una crisis de libertad de expresión en los campus de élite de Estados Unidos, con sus escraches y sus códigos del lenguaje, sus ‘espacios seguros’ y sus advertencias de contenidos sensibles, está cristalizando en una sólida ortodoxia identitaria.
Algunos de los campus más selectos de los estados demócratas empiezan a mostrar los rasgos de pequeños regímenes fundamentalistas.
Guiados por una teoría que no permite la duda y al abrigo de la indignación desatada por casos como el asesinato de George Floyd, sus rectorías han creado poderosos comités, ideologizando los temarios e incluso organizando confesiones públicas de prejuicios raciales. Un clima dogmático que no tolera herejías”. Barros dixit.
Obviamente esta nueva casi religión, de la cual es creyente buena parte de la nueva intelectualidad americana, viene contestada por la mayoría de profesores y empleados que denuncian este ambiente aparentemente hostil lo hacen de forma anónima, ante asociaciones como Foundation Against Intolerance and Racism, Academic Freedom Alliance o Counterweight, todas ellas creadas en los últimos meses.
Pero otros, como los profesores Jodi Shaw y Aaron Kindsvatter, han optado por hacerlo en forma clara y directa. “Empecé a sentirme mal cuando nuestra universidad (Vermont University) adoptó la idea de que nos teníamos que ceñir a los estándares DEI [acrónimo de diversidad, equidad e inclusión]”, dice Aaron Kindsvatter, profesor de pedagogía terapéutica.
“Me preocupaba cómo iba a ser consistente con lo que esperaban de mí. DEI es una especie de nombre en clave de la retórica y las ideas de la izquierda más extremista, y querían que solo enseñara eso. Me ponía enfermo intentando buscar una manera de mantener una conversación con la clase sin adoctrinar con estas ideas”
Como exponentes de gran popularidad entre los intelectuales y políticos demócratas que sostienen esta interpretación de los hechos, especialmente étnicos raciales, se encuentran los profesores Robin Jeannine Diangelo y Ibram X. Kendi. Este afirma en sus obras e intervenciones, que en los Estados Unidos, el racismo de los blancos determina todas las interacciones humanas.
Es una fuerza tan sutil y tan penetrante, tan imbricada o superpuesta en las instituciones y en las costumbres, que la única manera de reducirla es entrenando nuestros sentidos: aprendiendo a localizarlo, cuestionarlo y combatirlo; aprendiendo a ser ‘woke’, a estar ‘despiertos’ ante las terribles agresiones que anidan en las palabras y en los comportamientos”.
El profesor Ibram X. Kendi es uno de los colaboradores de las páginas de opinión más leído del New York Times. Es profesor de historia y director fundador del Centro de Investigación Antirracista de la Universidad de Boston. Es columnista de The Atlantic y corresponsal de CBS News. Kendi ganó en el año 2016 el National Book Award, es uno de los referentes actuales del movimiento Black Lives Matter, siendo un formulador de una teoría antirracista transformadora.
Con una mirada autocrítica de su vida, nos invita a estudiar nuestro propio comportamiento y acciones antirracistas.
El define y analiza el racismo a través del poder, la biología, la etnicidad o la cultura, y también las diferentes intersecciones con el género, la clase o la sexualidad que contribuyen a fortalecer la opresión y la violencia que reciben estos colectivos.
Entendiendo el racismo como estructural y sistémico, Kendi apela a la responsabilidad individual y a la lucha colectiva contra todo lo que justifica y legitima el racismo en nuestra sociedad.
Con esta ideología los propulsores de esta doctrina buscan desestructurar el orden establecido a favor del cambio a nivel político y social.
Woke, traducido como ‘despierto’, es una ideología que invita a no seguir impasibles antes los problemas sociales y la discriminación. A imitación de los períodos de renacer religioso que se han dado en Estados Unidos, hoy se habla de un Gran Despertar de la América progresista blanca fundamentalmente identificadas con grupos internos en el partido demócrata, ante problemas como el aún existente racismo.
En términos prácticos el racismo es aún la mayor contradicción de la población de un país que se ha desarrollado con el aporte de sus inmigrantes, blancos antes y mulatos y afroamericanos hoy.
No podemos pasar desapercibido que los últimos asesinados por agentes de policía en Memphis, Tennessee el 7 de enero, todos cinco eran afroamericanos. Ante este lamentable acto de violencia los animadores del movimiento, así como el Black Lives Matter no salieron a incendiar vehículos ni destruyeron las vitrinas de los negocios en Memphis.
El objetivo que se plantean sectores dentro de la sociedad americana, comoaquellos llamados progres, y según este concepto plantean liberar al país de sus pecados fundacionales y de paso, del sexo biológico, de la familia tradicional y del libre mercado.
Sobre las pretensiones de los ideólogos de esta tendencia y especialmente al approach que estos doctrinarios le dan al sexo biológico y sus consecuencias en las sociedades que componen el universo, les propongo apreciados lectores entrar, aun brevemente, en un trabajo de la periodista Rebeca Agudo en el diario La Razón de Madrid del 11 de enero de este año:
“Ni los yacimientos arqueológicos se libran ya de la furiosa embestida de los movimientos identitarios (woke) esa suerte de nueva religión, la cual revanchista, adanista, tuitiva– que pretende meternos a todos en su opción.
En Estados Unidos, localización primaria de este carcinoma “woke” metastásico, exigen ahora ciertos profesores que los investigadores dejen de identificar por género biológico los restos humanos antiguos, pues resulta imposible evaluar, dicen, cómo se identificaba en aquel momento esa persona. Lo que implicaría esta propuesta, de claudicar la academia (el conocimiento científico) es acabar con la clasificación de restos humanos por género, pero ¿tendría algún sentido prohibir la recopilación de datos, la clasificación de los mismos? ¿No limitaría esto la investigación y el avance del conocimiento? ¿Qué ventajas reales implicaría para disciplinas como la arqueología, la historia o la antropología? ¿Pretenden cuestionar lo realizado de ese modo hasta ahora?.
Consigo la opinión del Dr. Pablo Malo, especialista en psiquiatría evolucionista y autor de la obra “Psicología Evolucionista” cuando señala el presentismo de este caso, la “aplicación de creencias, ideas y valores actuales a otras épocas del pasado, como cuando se acusa a Aristóteles de ser machista sin tener en cuenta el contexto de la época.
Hoy en día juzgamos todo desde la moralidad actual”. Además, apunta este psiquiatra, la confusión constante entre sexo y género.
“Dicen que no hay forma de saber cómo se identificaba una persona”, expone, “pero eso no invalida que por los restos óseos o el ADN se pueda identificar su sexo biológico.
La distinción entre sexo y género, y el concepto de género en particular, se ha complicado de tal manera que es prácticamente inutilizable porque no sabemos a lo que nos estamos refiriendo.
Creo importante para nuestras sociedades, me refiero principalmente a las latinoamericanas profundizar sobre la doctrina woke, la cual como hemos visto está impulsada por los sectores llamados progresistas de la sociedad americana, sectores que giran alrededor de los centros de enseñanza superiores de los Estados Unidos, aspecto este de no dejar a un lado.
Las universidades americanas, son y lo serán por muchos años, las mejores del mundo. Es ahí donde miles de jóvenes latinoamericanos aspiran coronar su educación y los cuales serán parte de esa discusión que se asoma como muy importante en los próximos años.
Para otros varios pensadores con la decidida penetración en los altos niveles de la administración americana por militantes de los postulados de Woke, se busca desestructurar el orden establecido a favor del cambio a nivel político y social.
La sociedad norteamericana, que tuvo sus orígenes en el mundo anglosajón, observa como la iglesia anglicana abre un debate a fin de esclarecer el sexo de Dios. Por lo que la discusión se centra si se trata de un hombre o una mujer, ahora –signo inevitable de los tiempos– ( ¿ p.ej la doctrina Woke ?) la cuestión es si se le puede aplicar o no alguno de los géneros convencionales, hombre o mujer. Y así establecer si para referirse a Dios –en la liturgia, las oraciones, las absoluciones y los himnos religiosos– no como Él o Nuestro Padre, sino como el equivalente en inglés de Ella . O sea, aplicarle pronombres que no sean masculinos ni femeninos.
Es en los cuadros y parlamentarios adherentes al partido republicano que esta doctrina encuentra mayor oposición y son ellos quienes expresan sus reservas al intentar imponer sus ideas a muchos intelectuales que forman parte del establishment universitario.
Efectivamente son los universitarios y parlamentarios republicanos conservadores, quienes mayoritariamente expresan opiniones contrarias a esta doctrina, impulsada como ya hemos mencionado por intelectuales y por sectores llamados progresistas del partido demócrata.
No queda que esperar y continuar en expectativa vigilante con respecto al desarrollo de esta doctrina, la cual recibe infinidad de opiniones en contrario, pero también el respaldo de figuras, quienes aun en forma no abierta, como el caso de Meghan Markle, la esposa del hijo del Rey de Inglaterra yquien ha defendido el uso del término woke, incorporado a la lengua inglesa por el Diccionario Oxford en 2016.