Si hablamos en términos religiosos, lo más parecido a la conciencia, descriptivamente hablando, es aquél remoto “yo soy el (lo) que soy” que obtuvo Moisés como cosa divina… Si lo tratamos en términos científicos, es el resultado de la actividad coordinada de 86.000 millones de neuronas que chisporrotean en nuestros cerebros, de donde nace la experiencia de la conciencia subjetiva del reconocimiento de uno mismo. Entonces, ¿en cuál de los dos buscar la respuesta?.. Quizá lo mejor sea hacerlo en el nexo de unión de ambos, si es que lo hay, que, sin duda alguna, debe haberlo. Pero hay una cosa segura al menos: la subjetividad de esa conciencia personal e intransferible. Cada cual se ve, se siente, se juzga y se conoce a sí mismo por sí mismo, primero, y no a través de los demás. Luego la conciencia es la identidad propia de cada uno, y lo ajeno es un matiz a añadir.
El posible problema nos cae encima cuando la más moderna investigación y los más insignes científicos actuales apuntan cada vez más a que la conciencia quántica también existe; y que las principales empresas tecnológicas del mundo se están apuntando a esa posibilidad… Las neuronas, al fin y al cabo, no son otra cosa que una definible y definida combinación física y química de elementos naturales que incluso pueden convocarse artificialmente para un determinado fin. Y aquí entra de nuevo el, ya no fantasma, de la Inteligencia Artificial.
¿Puede crear la IA consciencia de sí misma?.. Aquí, los que saben de esto, o creen saber, callan prudentemente, o ladinamente. Pero existen compañías adelantadas, como Antrophic, que ya ha contratado a un especialista, como Kyle Fish, a modo de “psicólogo de robots”. Su misión actual es detectar si Claude, su chatbot, se vuelve consciente de sí mismo. Esa consciencia puede ser impostada, como en las películas, cada vez menos futuristas por cierto, o importada: esto es, transferida desde la nuestra propia; pero es que también podemos encontrarnos con una original, desarrollada en sí mismos y por sí mismos… En teoría al menos, se considera posible.
Y lo es, porque ya Einstein, nada menos, lo describió como “uno de los aspectos más extraños de la mecánica quántica”, y lo bautizó como “acción fantasmal a distancia”… Dedujo que nuestras células, incluidas las neuronas, están formadas por millones de partículas elementales que se asocian unas con otras de forma y manera aparentemente aleatoria; y de ahí intuyó la posibilidad de que esto llegara a ser posible, y permítanme la redundancia… ¿Qué es el cerebro sino un muy complejo y completo biordenador formado de la naturaleza y adaptado al ser humano por “algunos álguienes”, en “algún” tiempo remoto?..
Róbert Penrose, un sabio excéntrico y Premio Nóbel, ya puso en cuestión esa misma cosa de la CONSCIENCIA, cuando señaló que en un cerebro anestesiado, sus neuronas siguen funcionando y controlando las constantes vitales, pero deja de producir y registrar la experiencia unificada del individuo: dolor, pensamiento, juicio, ni siquiera sueños… Lo que aún viene a engorrinar más el concepto que hemos desarrollado de Conciencia. Ítem más: Jack Tuszynski, un muy adelantado científico, afirma que “ahora estamos descubriendo que nuestro propio cerebro ha estado haciendo cálculos durante cientos de miles de años”, casi antes de ser constituidos físicamente como, y en, nosotros mismos.
De hecho, se sabe que la finalidad de la Conciencia es básicamente pensar para deducir y después obrar en consecuencia; y que toda la naturaleza, desde lo mineral a lo animal, pasando por lo vegetal, piensa en determinados y elementales niveles, y reacciona y toma sus propias decisiones… “porque tiene conciencia de sí misma” (F. Sparck). Toda esa perspectiva nos puede marear y confundir, y hasta aburrir a algunos por, en el fondo, no sentirse asustados. Pero también parece apuntar a una especie de cierre de círculo evolutivo que abarca todo lo creado… y por crear, o por des-crear.
Naturalmente, el primer efecto que nos produce el conocimiento es el de dejar de “creer”; ¿dónde queda Dios entonces, como hacedor de la conciencia humana y divina?.. ¿Del “yo soy El que soy” aquél?.. Sin embargo, es solo el impacto por el efecto religión. Las religiones nos han condicionado y dirigido al pensamiento dogmatizado, de ventanas cerradas y posibilidades cercenadas; y la ciencia nos lleva por el de ventanas abiertas y posibilidades no negadas. Y de ahí el conflicto en nosotros por el concepto de Conciencia. Los segundos lo han relacionado consigo misma: la ciencia; y los primeros con una cuestión de confesionario y penitencia.
Para mí (permítanme opinar, por favor) la cosa es mucho más sencilla que cualquier constructo, por interesado y humano que sea: Dios – otro concepto, al fin y al cabo – es pura CONCIENCIA, y nada puede ser creado sin llevar una parte consustancial del propio creador que lo crea. Tan solo eso. El ser, más o menos, conscientes de esa conciencia, es lo que algunos llamamos “Evolución”… Al personal adorador de imágenes se le altera el gallinero cuando oye a los científicos hablar de eso que antes he nombrado, de “conciencia quántica”, y se les espantan las bridas a las que se sujetan. Yo prefiero pensar como hace tiempo, mucho tiempo, que pienso: y la llamo “energía con conciencia”. Pueden ustedes aplicarle todas las leyes de todas las físicas encontradas y por encontrar, y todas las normas teológicas que quieran. No passsa nada. La variación de los factores no altera el producto… ¿era así como se decía?.. Pues eso mismo.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com