La pobreza es reconocida como un fenómeno social cuyas razones, considera la teoría económica, se hayan incrustadas como condición de la praxis política. Ésta es determinada, a su vez, por desviaciones estructuradas por la aplicación de un sistema político corrompido. Aunque la miseria, si bien forma parte de la familia semántica de la pobreza, entendida etimológicamente, toca el problema más en su fondo. Más, porque la miseria tiene una connotación profunda y directamente política.
Es decir, resulta del desarreglo que, por omisión o disposición, involuntario o sistemático, se suscita a consecuencia de intereses políticos absolutamente desarraigados del concepto más laxo de política. Pero la incidencia de la miseria no es fortuita. Si bien cabe admitir que no siempre su presencia es premeditada, es posible aceptar que, en ciertos momentos de un proceso político, con marcados signos de totalitarismo, el problema es predeterminado.
¿Cómo se instala la miseria?
Así que cuando se instala la miseria como parte del horizonte sociopolítico que ilustra realidades promovidas por causas presuntamente “revolucionarias”, sus efectos se arraigan con tal grado de inserción, que se convierte en segmento del cuadro que caracteriza las complicaciones de la realidad social, económica, política y cultural.
Tanto es la crudeza que incita el establecimiento de la miseria en medio de un cuerpo social llamado nación, que su fuerza de arrastre es capaz de desactivar la estructura social y reordenarla en función de nuevas y agoreras instancias sociales. Es cuando la clase media, se descompone para dar paso a nuevos géneros sociales como en efecto son aquellos que, son fáciles de advertir en cualquier nación.
Detalles de la miseria
Los mismos, ahora integran comunidades de “recolectores de basura”, “madres indigentes”, delincuentes “con impunidad”, “niños al garete”, “desahuciados sin esperanzas”, “pedigüeños organizados”, “buhoneros de orilla”, “chapuceros de oficio”, “vendedores de ilusiones”, “magos de botiquín”, “extorsionadores furibundos”, “buscones de migajas”, y otros géneros asociados a la violencia como forma de arribar a propósitos malsanos.
Para eso, algunos gobiernos, a sabiendas que su proyecto político se pasea por la repartición proporcional y necesaria de la miseria, han iniciado una serie de actividades programadas con la antelación que cada caso requiere. Por ejemplo, lo que acontece con la interrupción del servicio eléctrico, no es casual, ni tampoco circunstancial o accidental. Simple y groseramente, forma parte de la programación que compromete las gestiones de gobierno. Lo cual significa constreñir libertades y derechos humanos mediante medidas que busquen someter al ciudadano cada vez con más firmeza.
Para concluir
He ahí la razón que lleva a conculcar derechos humanos. Derechos que limitan el desarrollo económico, social, político, cultural y personal de la ciudadanía. Generalmente, es el método trazado por prospectos políticos para reducir la civilidad al máximo. Así queda evidenciada, una fracción del método empleado de cómo los gobiernos revanchistas y resentidos, buscan inmovilizar al individuo. Dicho de otro modo, por ahí se halla la fórmula que valida el impúdico proyecto de ¿cómo acentuar la miseria?