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CIENCIA Y REALIDAD

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Einstein, es curioso, no se equivocó ni cuando creyó equivocarse… En 1917, en plena construcción de su conocida Teoría de la Relatividad, intuyó que el Universo se colapsaba, y se inventó una variante cosmológica: Lambda, para escamotear tal colapso… Luego, después, él mismo declaró que fue el mayor error de su vida, como un truco que la ayudara a encajar lo inexplicable; un concepto que se interpone entre dos piezas que no terminan de ensamblar… Sin embargo, ochenta años más tarde, la física quántica tuvo que echar mano de ella para explicar lo aparentemente contrario: la acelerada expansión del cosmos.

Para mí – que soy un tuercebotas – todo esto siempre me ha encantado y atraído, y lo que es peor, mucho peor, quiero creer que a ustedes, aquellos que me leen, también les encanta. Craso error también, como el de don Albert… Sin embargo, me gustaría vulgarizárselo, para así poder compartirlo, y que alguno o alguna más se aficionara a estas chaladuras, que, al fin y al cabo, es nuestro principio y fin, y propósito, de la vida y de cuanto nos rodea (y nos rodeamos) en ella.

Así, en plan basto, y también vasto, también, es como si la materia (energía colapsada) le dijese al espacio cómo debe curvarse para contenerla; y el espacio le contestara a la materia cómo moverse para ser contenida, tal que así, como en íntimo diálogo entre ambos dos… Una especie de “ten-con-ten”, que de ahí viene contenerse el uno en el otro, vamos. Eso es la Teoría de la Relatividad contada por el físico Archibald Wheelen en una fórmula matemática para tontos como yo mismo.

Claro… imagínense cuando, en 1998, ayer mismo, los astrólogos, tras que Hubble descubriera que el Universo se expande; cuando aparece el término conocido por “materia oscura”, que es la causa, dicen, de tal expansión; y que es, justo, lo que representa esa constante cosmológica que Einstein confesó como “el mayor error de su carrera”, retirando la idea; siendo, igualmente, la pieza que viene a completar la ecuación. Esto es: la propiedad del espacio es crecer cuando el universo se expande, y de ahí la jodida aceleración.

De ahí mismo viene lo que se conoce como el efecto Doppler, o el “desplazamiento al rojo”, que es lo que más se repite en esto… Se lo explico con otro ejemplico: imaginen una luz azul como un muelle muy apretado, y una luz roja como ese mismo muelle más estirado, más forzado… Cuando nos viene un espacio (galaxia) lejana, esa luz azul se va expandiendo, extendiéndose, y se va desplazando al rojo. Si podemos medir ese desplazamiento – y podemos hacerlo – entonces podremos saber lo rápido que se acerca (azul) y lo rápido que se aleja (rojo), estableciendo, por lo tanto, las distancias de tales galaxias… Pueden imaginárselo también como un sonido, como una nota prolongada descendente y ascendente, si eso le ayuda mejor a imaginárselo… O como un globo decorado con topos, que, conforme se va hinchando, esos topos pintados sobre su superficie se van separando unos de otros…

…Hasta que el globo explota y se vaya todo a tomar por el santo saco, que he pensado yo más de una vez… Y aquí la ciencia tecnológica nos echa una mano: el Instrumento Espectrópico para la Energía Oscura (DESI) es un cacharro que lleva años trazando una especie de mapa 3D del Universo. Vale… Pues tras haber medido treinta millones de “desplazamientos al rojo” de galaxias, que ya es contar, revela que sí, que vale, que bueno, que la expansión del Universo sigue siendo acelerada, ¡ pero menos acelerada que antes ¡… O sea, que, o el que infla el globo se está quedando sin fuelle, o resulta que la constante cosmológica de Einstein no es constante, sino más bien intermitente.

Y una idea que se me ocurre – o mejor se me escurre – y ésta sí que es mía, por lo tanto personal y muy posiblemente equivocada, una simple y vulgar opinión de tontolnabo, es que eso se parece un tanto así al funcionamiento del corazón, al movimiento de la respiración; al sístole y diástole del cosmos y de todo el universo creado o por crear. Y esto nos llevaría a otra dimensión de razonamiento superior; pero creo que no debo abusar ni pasarme de la raya, ¿verdad?..

Naturalmente, lo sé, un corazón puede infartar. De hecho tampoco es nada nuevo, pues se basaría en el principio entrópico de ese mismo Universo; en el constante circuito de renovación energía-materia-masa-energía; en los más antiguos saberes de que “todo lo que tiene un principio debe tener un fin” (Goethe): en que todo lo que es creado termina por ser acabado… La propia física más actual aboca a tal posibilidad. Posibilidad que todas las religiones dan como realidad. Por lo tanto, no nos escapamos ni dando saltos.

Pero tampoco es tan difícil saber por dónde van los tiros. Se trata de saber leer los signos. Y los signos de toda religión, aún prostituida, coinciden con los que nos va desvelando la ciencia punto por punto. Tan solo hay que saber verlos, y conocerlos, e interpretarlos… Pero como diría Willy Wilder: “Esa es otra historia…”

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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