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De la revoluciĆ³n al Estado fallido, notas sobre el fracaso

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ā€œPorque el amor y el miedo difĆ­cilmente pueden coexistir, es preferible ser temido que ser amadoā€. NicolĆ”s Maquiavelo

He tratado de entender y luego comprender lo que hemos vivido desde la llegada al poder del militar ChĆ”vez y mĆ”s aĆŗn, desde aquel pernicioso episodio del 4 de febrero de 1992 incluso.

Apenas, pienso, atinamos a ponderar debidamente los trazos protuberantes de la fenomenologĆ­a que percibimos y metabolizamos. Falta todavĆ­a bastante estudio, investigaciĆ³n y academia, ademĆ”s.

Empero, la fuerza de los hechos que componen nuestra realidad nos orienta hacia una constataciĆ³n, por cierto, irrefragable: de aquella Venezuela estructurada desde una base republicana y democrĆ”tica que tenĆ­amos en 1998 queda muy poco. Tanto como le resta al paĆ­s bienestar y holgura macroeconĆ³mica, vale decir, casi nada o, precisando, ruindad, disfuncionalidad, desarraigo, atraso y mediocridad.

De la mano de la antipolĆ­tica llegĆ³ ChĆ”vez y de la otra mano, de quienes no lo pensaron bien ni calcularon lo que significaba ese salto al vacĆ­o, poniendo el paĆ­s a merced del populismo demagĆ³gico y de la estulticia lisonjera, corrompiĆ©ndolo todo a su paso, comprometiendo al hacerlo la libertad y el Estado de Derecho, como nos advertĆ­a Luis Castro Leiva el 23 de enero de 1998, sin ser escuchado una sola palabra.

ApareciĆ³ en el discurso del lĆ­der de uniforme, cuyas ejecutorias no lo postulaban para nada trascendente, una revoluciĆ³n dispuesta desde el comienzo a arrasar y transmutar los adquiridos invalorables que nos dejaba el Ćŗnico perĆ­odo republicano de nuestro devenir. En el camino y contrariando su doctrina, suturĆ³ el aventurero a su proyecto el crĆ©dito moral y la escuela del pensamiento del Libertador. TambiĆ©n sobre eso nos previno AndrĆ©s Eloy Blanco. No nos percatamos sino tarde ya de esa perversiĆ³n.

La mandarria la alzĆ³ ChĆ”vez ā€œjuramentĆ”ndose sobre una ConstituciĆ³n moribundaā€. DespuĆ©s del sorprendente espaldarazo que le dio la Corte Suprema de Justicia el 19 de enero de 1999, legitimando de esa manera, con una interpretaciĆ³n irresponsable, el asalto, el menoscabo, el desconocimiento y la violaciĆ³n de la ConstituciĆ³n de 1961.

AllĆ­ tambiĆ©n debuta, a nombre de lo que llamaron una revoluciĆ³n, la sistemĆ”tica desconstitucionalizaciĆ³n que, 25 aƱos despuĆ©s, se muestra exultantemente impĆŗdica y como legado del comandante bonapartista, al que le ofreciĆ³ el ā€œlumpenproletariatā€ y otros, acaudalados estos y como se ha dicho, influyentes tambiĆ©n, no solo la victoria sino la mismĆ­sima soberanĆ­a.

La revoluciĆ³n no ha logrado los objetivos del socialismo del siglo XXI; por el contrario, convirtiĆ³ al paĆ­s en un ensayo deconstruido, deshecho, desorganizado, desvencijado, desnaturalizado. PobrĆ­simo material y espiritualmente. Ha licuado todas sus seguridades y fortalezas en el trĆ”nsito suicida de una temeridad. Es un signo de frustraciĆ³n. ĀæA cuĆ”nto asciende el costo de oportunidad pagado?

La desmaterializaciĆ³n constitucional, a nombre del pueblo, se ha venido produciendo, vaciando la norma de su contenido y de su entidad formal. Ello se ha logrado, al tiempo que se ha desinstitucionalizado el espectro pĆŗblico. Se inoculĆ³ de personalismo y de pragmatismo al aparato del Estado y sus corporaciones. Se sesgĆ³, ideologizando la justicia, la educaciĆ³n, la fuerza armada, la polĆ­tica exterior, la polĆ­tica econĆ³mica, la industria petrolera, la producciĆ³n agropecuaria, la propiedad, los sindicatos, los gremios, los partidos y el espĆ­ritu ciudadano.

En tan solo la Ćŗltima dĆ©cada se puede connotar y lo hacemos enunciativamente, adulteraciones, fraudes, en el nombramiento exprĆ©s de los magistrados del TSJ; designaciĆ³n irregular de los rectores del CNE; designaciĆ³n ilegal y arbitraria del Consejo Moral Republicano, partidizĆ”ndolo completamente; elecciĆ³n de una entelequia que llamaron Asamblea Nacional Constituyente ilegal e inconstitucionalmente para anular, la Asamblea Nacional, legĆ­timamente electa en 2015.

La soberanĆ­a popular, la democracia, la elecciĆ³n de los representantes, no escapĆ³ de la acometida de la revoluciĆ³n, alterando y forjando resultados para torcer la voluntad ciudadana, desde el mismo referĆ©ndum del 2005 y desde allĆ­, en 2013, 2017, 2018 y 2020.

Los devastadores de la revoluciĆ³n de todos los fracasos han venido cimentando el desastre hacia adentro, pero tambiĆ©n hacia afuera. Acuerdos y tratados constitutivos de la lĆ­nea de asunciĆ³n de los derechos humanos y su defensa han sido denunciados y se retirĆ³ Venezuela del Sistema Interamericano, de la OEA, de la Comunidad Andina, del Mercosur y no le paga a la ONU su cuota, limitĆ”ndose a hablar pero sin poder votar con los otros paĆ­ses. El Estado venezolano se ha desconvencionalizado, desorganizado internacionalmente, sus lĆ­deres son reos virtualmente de la justicia penal internacional, dejando al paĆ­s aislado y sospechoso en todas partes.

Se alinea entonces con Cuba, Corea del Norte, China, Rusia y especialmente con Putin, Bielorrusia, TurquĆ­a y Nicaragua son los aliados del gobierno de Maduro y por allĆ­ podemos mirar dĆ³nde estĆ” ubicada Venezuela y para dĆ³nde va. Lejos entonces del primer mundo y de la democracia y los derechos humanos.

Desrepublicanizado entonces, funcionando a duras penas, con un permanente drama humanitario, con hambre, sed y miseria por doquier, con un elenco de actores del ilĆ­cito internacional operando desde su territorio deambula el Estado venezolano, recibiendo justificadamente y como epĆ­teto y calificativo el de fallido.

Incapaz de asegurar sus competencias soberanas, sostenido por la represiĆ³n y el miedo, inseguro y herido por la centrifuga que lanza a sus vĆ”stagos por el mundo, imputado prĆ”cticamente de crĆ­menes de Estado, muestra Venezuela su maltrecha condiciĆ³n.

Y, aun asĆ­, los que nos trajeron hasta esta crisis y no ceso de repetirlo, se ofrecen para seguir gestionando la agonĆ­a. Se entiende eso por el fiasco y la ineptitud paralizante, por el crudo cinismo de sus ā€œdignatariosā€ y, sobre todo, por el miedo de ser juzgados alguna vez por sus crĆ­menes.

@nchittylaroche

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