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Cuando el smog mató a 12.000 personas en Londres

Cuando el smog mató a 12.000 personas en Londres
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*** Una nube de smog cubrió a Londres hace 70 años, envolviéndola en una densa capa de aire negro y tiznado que la sumió en el caos y la oscuridad. Durante cinco días de diciembre de 1952, esta catástrofe abrió la puerta a protecciones ambientales históricas.

Londres es una ciudad conocida por sus nieblas y lluvias. Pero hace 70 años, una de esas nieblas fue mortal para 12.000 personas, especialmente ancianos y niños.

La denominada «Great Smog» o «Gran Niebla» tóxica de Londres de 1952, duró cinco días: del 5 al 9 de diciembre cuando el viento trajo la salvación. 

La niebla no era nada nuevo en Londres, aunque nunca antes se había visto en tales extremos. Ya en el siglo XIII, la neblina causada por la quema de carbón cubría la ciudad. Sin embargo, la Revolución Industrial aceleró las cosas.

¿Cómo comenzó?

Para el 5 de diciembre Londres llevaba sufriendo varias semanas una ola de viento frío, por lo que los hogares y oficinas se calentaban con el calor generado mediante la combustión de carbón. La población estaba acostumbrada al “fog”, contaminación del aire que sumergía a la ciudad bajo la niebla, por lo que esa contaminación mayor de lo habitual no extrañó.

Las fábricas recién construidas bombearon miles de toneladas de gases y partículas por sus chimeneas, contaminando el aire y, como ese invierno fue inusualmente frío, se arrojó aún más carbón a las chimeneas en las casas. Asi, en esa semana se bombearon al cielo 1.000 toneladas de partículas de humo, 2.000 toneladas de dióxido de carbono, 140 toneladas de ácido clorhídrico, 14 toneladas de compuestos de flúor y 370 toneladas de dióxido de azufre. 

Para colmo, ese 5 de diciembre se formó un anticiclón sobre Londres, así que el aire frío quedó atrapado debajo del caliente, impidiendo que se disipara en la atmósfera. El resultado fue el smog más contaminado en la historia de Londres.

El dióxido de azufre, un gas incoloro que se crea cuando se quema el carbón, quedó atrapado en la atmósfera. Allí, se mezcló con las partículas de agua de la niebla y se convirtió en ácido sulfúrico, envolviendo la ciudad en una neblina que, en esencia, estaba formada por lluvia ácida, lo que convertía a esa niebla en un fenómeno tóxico para las personas y los animales.

Como el aire estaba envenenado, los londinenses que respiraban los vapores comenzaron a tener arcadas, y los casos de neumonía y bronquitis se dispararon. Los hospitales comenzaron a llenarse. Hubo unas 150.000 hospitalizaciones por problemas respiratorios.

A medida que la niebla se ennegrecía, se desató el caos. Con una visibilidad cercana a cero, los conductores no podían circular con seguridad por las carreteras y la ciudad cerró su sistema de transporte público. Los londinenses tropezaban por las calles, incapaces de ver más allá de unos pocos metros frente a ellos y en algunas áreas la gente ni siquiera podía distinguir sus pies. Las tasas de criminalidad se dispararon, y los delincuentes se aprovecharon del caos.

LEGADO AMBIENTAL

Aunque la población británica se había mostrado complaciente con el humo del carbón durante décadas, la opinión pública empezó a cambiar. Tras dar largas al principio, el Gobierno británico declaró finalmente que el aire limpio era una prioridad legislativa.

En julio de 1956, obtuvo la aprobación real la primera Ley de Aire Limpio, que prohibió la emisión de «humos molestos» o «humos oscuros» y exigió que los nuevos hornos emitieran poco o ningún humo, además de establecer subvenciones para modificar los sistemas de calefacción hacia el gas, petróleo y electricidad.

Este acto constituye un importante hito clave en la legislación ambiental del planeta.

En 1968, los legisladores reforzaron aún más las leyes y Estados Unidos aprobó su propia Ley de Aire Limpio en 1970, catorce años después.

Haciendo historia

A principios del siglo XX Gran Bretaña era un importante productor de carbón. La industria alcanzó su punto máximo en 1913, cuando la nación produjo una cuarta parte del carbón total del mundo. Y mientras el Reino Unido se reconstruía después de las dos guerras mundiales, la industria británica del carbón sobrevivió en parte porque los británicos seguían utilizando carbón para calentar sus hogares.

Hasta la década de 1960, edificios como el Palacio de Buckingham, la Catedral de St. Paul y otros estaban cubiertos por una capa de hollín. Pero incluso si apenas se ve afectada por el smog estos días, la contaminación del aire en Londres sigue siendo un gran problema. En lugar de ácido sulfúrico, son principalmente polvo fino y dióxido de nitrógeno los que emanan de los motores de combustión y los sistemas de calefacción y ponen en peligro la salud.

El Ayuntamiento de Londres ha estado lidiando con el problema durante algunos años con varias zonas ambientales en la capital. Con la introducción de la zona ambiental de 2017, abreviada como ULEZ, la cantidad de automóviles que circulan por la ciudad que no cumplen con el estándar se ha reducido a un porcentaje de un solo dígito, según el ayuntamiento.

Aprendizaje

En este 70 aniversario de la gran niebla, ¿qué aprendizaje dejó?

Los efectos de la gran niebla perduraron por mucho más tiempo. Los niños que estuvieron expuestos al smog durante su primer año de vida tenían casi un 20% más de probabilidades de desarrollar asma durante la infancia y un 9,5% más de probabilidades de desarrollarla en la edad adulta. De igual forma, la exposición en el útero significó un aumento de casi el 8% en el asma infantil.

70 años después, el aire que hoy se respira, a pesar de ser más limpio, su mala calidad aún causa entre 26 mil y 38 mil muertes prematuras cada año en Reino Unido, principalmente a través de los impactos en la salud circulatoria y respiratoria.

Se ha dicho que los costos resultantes para la atención médica y las empresas ascienden a 20 mil millones de libras cada año. Esto no incluye los costos de la reducción de la calidad de vida o las condiciones de salud donde han surgido vínculos con la exposición a contaminantes en los últimos años (incluyendo el deterioro congnitivo y la demencia).

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