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La nueva economía circular

La nueva economía circular
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La economía circular supone un cambio de paradigma y entender lo que significa es esencial para frenar el cambio climático. 

El concepto de economía circular se inspira en la naturaleza, donde no existen residuos porque lo que es desecho para un organismo es recurso para otro; es decir, nada sobra, todo se transforma.

Esta circularidad se contrapone al modelo lineal de la economía vigente, es decir, se extraen materias primas, se produce y luego se desecha, sin tener en cuenta la huella ambiental y sus consecuencias. En cambio, con la economía circular sería así: Tengo una materia prima que utilizo, genero un producto, lo utilizo y de ese producto puedo volver a generar o bien materia prima para reutilizarlo o bien el mismo producto sigue estando en la rueda del consumo con lo cual no acaba su vida porque le estoy dando usos todo el rato.

La economía circular propone dotar de circularidad a todo el proceso (diseño, fabricación, consumo…). Se trata de rediseñar, repensar, reducir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar —las denominadas 7 r’s— materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido. De este modo, el ciclo de vida de los productos se extiende.

Este modelo lineal de la economía ha sido, en gran medida, la causante de los males del planeta, y precisamente cambiar ese modelo económico podría ser una de las claves para intentar frenar el cambio climático.

Y es que, aunque no lo veamos, fabricar un producto deja una huella ambiental. Es decir, para confeccionar un producto necesitamos materia prima, y energía y recursos para extraerla, modificarla y convertirla en un artículo.

Hay estudios que indican que entre el 80 y el 90 % de lo que se extrae de la naturaleza que no es renovable nunca se convierte en producto, y de la parte que sí se convierte en producto, entre el 60 y el 80 %  se convierte en residuo después de un solo uso y solo después de seis semanas.

La economía circular es la herramienta idónea para abordar ese cambio que debemos hacer como sociedad. La economía circular tiene una relación directa con la emisión de gases de efecto invernadero, porque, en primer lugar, persigue la utilización de recursos naturales más cercanos (reduciendo así la huella ambiental) y renovables (pueden ser sustituidos por otros). Además, al alargar el ciclo productivo de los productos, se limitan la cantidad de recursos que se extraen de la naturaleza, se reducen la generación de residuos y el porcentaje de emisiones a la atmósfera. La Comisión Europea estima que se generaría una reducción anual de emisiones del 2 al 4 %.

Lo que busca la economía circular es intentar desarrollar industrias y mercados locales porque así se reduce la dependencia exterior, las necesidades de transporte y, por tanto, se generan menos emisiones.

Todo tiene que empezar en casa, y para ello hay que saber cómo hacerlo. Como personas tenemos que practicar la economía circular, y si lo practicamos en casa, lo llevaremos también al trabajo y del trabajo, a la sociedad en general. Es un proceso cíclico.

En cuanto a las instituciones públicas, se tienen que desarrollar políticas integrales y unificadoras, y a su vez, incentivar a aquellas organizaciones, empresas y personas que colaboren activamente hacia el camino de una economía circular y en el lado contrario, penalizar a las que no lo hagan.

En Greenpeace son más críticos con lo que hasta ahora han venido desarrollando las administraciones y las empresas: «La economía circular de la que se está hablando ahora desde los gobiernos está muy basada en el monopolio del reciclaje, y no es la única solución. (…) Deberíamos de tener un sistema de gestión que se basara en reducir, reutilizar, reparar,  y como último eslabón, reciclar».

Greenpeace apuesta por la reducción, la reutilización, la reparación y, por último, el reciclaje

En cuanto a las empresas, tienen que hacer un cambio de paradigma muy grande. Para ellas es mucho más fácil decir que esto se recicla, esto es reciclable, esto proviene de algo reciclado, aunque no te dicen en qué porcentaje. Para las empresas el reciclaje es su salvaguarda hacia un greenwash (ecoblanqueo) y lo que deberían hacer es cambiar su modelo económico.  

De otra parte, el papel de la ciudadanía en el cambio, su aporte es fundamental. Se debe optar por adquirir productos que ya hayan sido creados a partir de materiales reciclados, productos cercanos para que tengan una huella ambiental menos elevada… Evitar el consumo desmesurado, comprar lo que realmente se necesita, y una vez que se ha dado uso a ese producto, intentar que alguien lo utilice por vía de reparación o por la vía de que lo use porque está en buen estado. Y sobre todo, educar a los hijos en el valor de los recursos naturales.

Greenpeace subraya el poder que tenemos como personas consumidoras: «Consumir es como votar, es casi como un acto político. A través de mi consumo yo decido quién va gobernar mi país y quien va a gobernar el planeta: ¿Prefiero que sea una gran multinacional que contamina que no le importa las personas que trabajan en ella o que no le importa el ambiente o prefiero que sea una empresa pequeña, local que tiene en cuenta a las personas y al ambiente?»

Y concluyen: «Sin las personas no habrá cambio pero sin la voluntad de los gobiernos con normativas y sin un gran cambio por parte de las empresas y en las grandes corporaciones tampoco habrá cambio».

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