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FELICIDADES

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No tengan cuidado en repetirme peticiones que, por otra parte, yo mismo me repito de vez en cuando… El mirar las cosas más de una vez variando la perspectiva hace que nuestro punto de vista sea cada vez más amplio a la vez que ajustado, y eso enriquece el conocimiento al mismo tiempo que empobrece la incultura. Por ejemplo, me vuelven a pedir que escriba algo sobre la FELICIDAD, que es un concepto resbaladizo como una anguila, puesto que es pura subjetividad. No existen dos personas que definan tal estado de la misma manera… mucho menos con y desde un mismo nivel. No se puede medir, ni pesar, la felicidad.

Y si no es mensurable, será, digo yo, claro, porque tampoco es probable… Pero esto no deja de ser una opinión: la mía, naturalmente. Y muy personal, por cierto. Yo siempre he sostenido (matizado más que afirmado) que la Felicidad como tal no existe. En este mundo, al menos. Que es una asincronía, una distopía, ni siquiera una utopía… Siempre he creído en su existencia por su falta de existencia. Precisamente. Pienso que nosotros calificamos su hueco, no su realidad; y creemos en lo que queremos, no en lo que tenemos. Y lo que tenemos es la fugacidad de lo que llamamos Felicidad, no en su palpabilidad. Es tan solo que una intuición, por no decir una ilusión. A la falta de felicidad la llamamos felicidad.

Veamos si me puedo explicar: a lo máximo que yo llego, en base a la honestidad, es a clasificar un momento determinado y concreto, con lo que se cree, quizá, a lo mejor, puede… que sea lo que se califica por felicidad. Por eso estimo más honrado el declarar, por ejemplo, “estoy feliz”, que “soy feliz”. Porque puedo “sentirme” en ciertos contados momentos, pero eso no significa “serlo”. De ninguna manera y en ningún modo… Si uno ES feliz lo está siempre, pues forma parte de su naturaleza; pero si solo lo ESTÁ es una ficción pasajera, no una bondad natural.

Es posible que algunos me achaquen que lo creo así por mi carácter pesimista de ver las cosas, y no por mi carácter analista (esto casi nadie lo capta) de mirar esas mismas cosas… Ambas posibilidades son caras de la misma moneda, y tal ambigüedad forma y conforma esa expresa moneda. Precisamente. Y eso me confirma en mi particular análisis, si me permiten la opinión, claro: Yo puedo imaginarme lo que es la felicidad, vale, pero no puedo saberlo. Es un concepto sumamente relativo que muchas, muchísimas personas, la confunden con satisfacción, esto es, con sentirse bien, con encontrarse a gusto… estoy a gusto y satisfecho, ergo soy feliz. Pero eso no es “ser” feliz, si acaso y como mucho, “sentirse” feliz; y una realidad variable no es real, tan solo posible, condicionada y condicionante, esto es: no plausible.

Sea de una forma o de otra, el caso es que todos nos conformamos… o, cuando menos, parecemos conformarnos, con lo que hay. Usted con su seguridad, aquél con sus dudas, yo con mi escepticismo, todos y cada uno de nosotros cargamos con nuestra inevitabilidad a cuestas, y nos vamos tropezando por el camino, midiendo nuestras creencias y pertenencias; nuestras flaquezas y nuestras fortalezas; lo que somos y lo que creemos ser… no ya lo que queremos ser. Así pues, lo que yo crea o deja de creer, no sea más que un parecer.

Y yo creo que el mejor discurso de esperanza que Cristo sembró sobre la Tierra es el conocido por “de las Bienaventuranzas”, que pone en negro sobre blanco nueve causas que se dan para NO ser felices: los que lloran; los que pasan hambre; los que buscan la paz y no la encuentran; los perseguidos por lo que se llama Justicia; los injuriados y acosados; los que sufren mal por causa de la falsedad y la mentira… Los bienaventurados del mañana son los desgraciados del hoy; y en un mundo tan desgraciado por injusto, no puede existir felicidad alguna. Al menos, aquí y ahora.

Los bienaventurados de Jesucristo lo son porque serán felices. Alcanzarán la felicidad, la plenitud. No lo dudo en ningún momento, pero no en este momento… Según el Nazareno, la felicidad será, pero no es… “Bienaventurados los que… porque ellos serán…”, no dice son. Es la promesa de un futuro y la constatación de un presente. Y es Su testimonio. Un futuro que no llega y un presente que no quiere irse. Porque llevamos más de dos milenios de espera, que son dos mil años de retraso, por cierto y dicho sea de paso.

Así que no me vengan con cuentos aquellos que gustan de contarlos. Yo creo, firmemente además, que la Felicidad prometida está en ese bienaventurado reino por venir, pero, que yo sepa al menos, el mismo Maestro dijo también que “mi Reino no es de este mundo”… ende la felicidad tampoco lo es.

Como decía Groucho Marx: “éstas son mis razones, pero si no les gustan, tengo otras”… Quiero decir que uno es feliz si quiere con lo que tiene (aunque no tenga ni camisa) y refranes mil; pero que nuestra felicidad aquí alcanzada no deja de ser un pálido, débil y defectuoso reflejo, un burdo sucedáneo, de la auténtica y genuina felicidad… exista ésta dónde exista y/o cuándo exista; si es que en verdad existe en algún lugar del espacio y del tiempo – esa es en verdad también la parte más escondida de mi fe – pero cada cual lo entiende como cree entenderlo, otros como les mandan entenderlo, y algunos como sentimos comprenderlo…

A ver… quién sea (se considere) feliz, que levante la mano. Pues magnífico, muchas felicidades a todos, y que sea para bien…

MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com

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