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Ideales de derribo

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Miguel Galindo

www.escriburgo.com

Tengo un ahijado que es bombero. Ha elegido como profesión asumir un riesgo personal para ayudar a los que están en apuros, y eso resulta admirable. En lo de la Dana de Valencia lo hemos visto bajar a rescatar gente desde su helicóptero. Salva vidas… También tengo una ahijada que es Guardia Civil. Igual ha elegido una profesión de riesgo personal enfocada al mismo servicio público. La profesión del primero resulta muy concreta y directa; sus actuaciones no dejan ningún tipo de duda, son drásticas y efectivas. La de la segunda, más jovencita y recién iniciada, comienza a enfrentarle con un mundo, una sociedad, unos planteamientos, que, en modo alguno parece corresponderse con lo perfecto de lo que le han hablado, ni con la teoría recibida, y con sus ideales; y mucho con la hipocresía política, y con el humano sálvese-quién-pueda, y con el fariseísmo social; y se encuentra comprometida con la inocencia de su conciencia.

Bienvenida al Club, querida… Quisiera poder serte útil desde mis ya viejos y gastados aledaños, pero no valen consejos relamidos, por muy bienintencionados que sean; aquí no existen soluciones algunas. Las cosas son como son, en mayor o menor grado, las hemos hecho que sean así, y esa responsabilidad nos corresponde a todos… No existen “peros” que valgan, ni justificaciones que “nos” salgan. Quien te diga que todos y cada uno de cuántos te rodeamos no somos responsables de la Historia, te engaña, y yo no lo voy a hacer. Nosotros hacemos la Historia, pero la Historia no nos hace a nosotros… Si lo que te has encontrado es vomitivo, solo podemos (te puedo) decir: “lo siento, lo siento mucho”

En la época de la Dictadura, aún cruel e injusta, que lo fue y mucho, todo era, sin embargo, bastante más sencillo: era obligado y por la fuerza; fueron cuarenta años de prepotencia impuesta por un sangriento y falaz golpe de estado; todo un aparato gubernamental de leyes y educación dirigidos y enfocados a un absolutismo ilustrado, y aún despiadado… No existía opción. Pero era fácil, conciencia hablando: solo había que sobrevivir, no quedaba otra… La clave la dio un intelectual de gran talla, Miguel de Unamuno, cuando soltó aquel genial “venceréis, pero no convenceréis”… La convicción, it ist the question.

Y por eso lo que antes fue impuesto, hoy nos lo buscamos nosotros solitos… Esa convicción unamuniana nos llevó a buscar la Democracia como forma de gobierno, de autogobierno, de ese siempre utópico buscado “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, que es mentira, porque en el propio pueblo reside el desgobierno y el autoapaño y está en la ambición, en la ignorancia de las propias personas que forman ese mismo pueblo.  Y a los ambiciosos, siempre, siempre, les ha interesado mangonear la ignorancia de la gente, y lo han logrado con los sistemas educativos, que forman, pero no educan; pero con los que nos mantienen “teledirigidos”; competitivos y polarizados con mucho patrioterismo, y mucho paniaguismo engrasando los idealismos; y mucho hedonismo rebozados de dudosos derechos… Es una estrategia que no falla cuando la política se asocia con el dinero, con las oligarquías financieras, que, en definitiva, son otro tipo de dictaduras  que aspiran a un dominio mundial.

Y en nuestro caso, querida idealista y joven Guardia Civil, es en el punto que estamos: no terminamos la Democracia que empezamos porque se quedó en una partitrocracia… ¿Cómo?, pues dejando de legislar lo correcto en los sistema electivos – que son los efectivos – del país, como listas abiertas, segundas vueltas, circunscripciones trampeadas por y para las mayorías, etc.; donde se eligen listas ya pre-elegidas por ellos; y blindando el sistema para que sean los partidos los que controlen a los ciudadanos… Pero, claro, convenciendo a la ciudadanía de todo lo contrario, y convirtiéndola en su “fuerza de calle” a través de unas manipuladas “ideologías”, que no son otra cosa que una entregada beligerancia de unos contra otros, y claro, de besa-banderas ideológico-partidistas.

Y este es el resultado de lo que mi joven y querida ahijada ve en su primer enfrentamiento con la realidad: la injusticia, la corrupción, la desigualdad, el interés bastardo, las leyes erradas (quizá también herradas, con hache) campan por sus respetos en una sociedad, domada y adocenada, que ella creía que era otra cosa… Sin embargo, le dije y le digo, es el sistema que hemos elegido en las urnas, y no es otro que el reflejo de nosotros mismos, que no sabemos, ni podemos, ni queremos, alumbrar políticos y gobernantes que no sean de una manifiesta mediocridad… y, a veces, hasta maldad. No es otra cosa que la sociedad que hemos construido con nuestras propias manos de escupir votos. Eso que ella ve desde su sorprendida mirada, es lo que hemos enjabelgado con la cal de nuestra incultura ciudadana y política.

Y la única esperanza que le puedo dar no es ni siquiera una esperanza, sino quizá que tan solo un proyecto de esperanza: La única manera de cambiar las cosas es cambiándonos a nosotros mismos; no existe otra forma de mejorar que mejorándonos a nosotros mismos; que cada cual trabaje su propio interior; que cada cual se conciencie a sí mismo… Por eso le digo que, a pesar de todo, incluso de que la van a criticar, o a reírse de ella, que, por encima de todo, siempre sea ella misma. Que cultive su conciencia y conserve su escala de valores por encima de todo; y que nunca espere nada de ningún lado ni de nadie. Que se blinde. Y que espere a que se produzca el milagro, si es que se produce; que, ojalá, y así sea aunque yo no lo crea… o no lo vea.

Por eso soy consciente que no es precisamente un regalo el que le hago a mi ahijada (mi ahijado ya sabe de sobra de que vá la cosa), pues no es ni consejo de hombre viejo… Es que no es ni el consuelo de una promesa de que todo vá a ir bien, de que todo vá a mejorar, no. Mi intento es hacerla fuerte en ella misma; transmitirle que no hemos sido capaces de hacer nada mejor que lo que ha encontrado, y que es lo que hay… y de lo que hay es con lo que debe construir ella su ideal, rescatando lo mejor de sí misma, siempre, claro, que su integridad se salve primero.

Vaya pues este pobre artículo desde aquí, por mis dos ahijados que eligieron el oficio de héroes… A Pachus, veterano ya en salvar vidas, y a Aida, en su estrenada y esperanzada vocación de servicio. Y a ambos, porque los dos son guiados por la escala de valores que en ellos sembraron sus padres. Ellos, como otros muchos como ellos, constituyen la tenue y pálida esperanza de mejora a la que me refería en párrafos anteriores… Y en sus proyectos reside lo que nosotros no conseguimos hacer, lo que no pudimos lograr, a dónde no pudimos llegar… Quizá puedan ellos salvar del derribo aquellos ideales que, de verdad, puedan perecer la pena… Ojalá.

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