por: Pablo Medina
Esto que cuento se parece más a una película de miedo de Netflix. Pero resulta que es la pura verdad; la pura y la más espantosa realidad. Una realidad amarga que le toca vivir día tras día a miles y miles de venezolanos que han andado y desandado entre las selvas y caminos que atraviesan Centroamérica, jugándose la vida en dirección al Sueño Americano.
Y cuando los venezolanos que huyen espantados de la democracia con «algunos problemas» que sostiene la dictadura del colombiano Nicolás Maduro creen haber llegado, todo se detiene. Bien cerca del Muro o del Río Bravo, la migra mexicana recoge a seres humanos en redes, como peces y los llevan a los campamentos de inmigrantes.
Por las “malas” y a lo charro: hombres, mujeres y niños son encerrados en unos “albergues” que han sido regados a todo lo ancho de la frontera entre este país y la tierra sin ley de López Obrador.
Los campamentos de inmigrantes son producto de las políticas migratorias norteamericanas que obliga a los caminantes a esperar en México hasta que “salga” la audiencia en una corte de migración de Estados Unidos. Un parapeto cuyo único objetivo es servir de contención y control adelantado, en el que se deposita una parte de la humanidad de una Venezuela en ruinas, desesperada y sin un real. Es supuestamente allí en donde comienza el juego de la lotería, de remotas posibilidades de éxito, para poder entrar a Estados Unidos como refugiado.
Es decir, un tremendo, un espantoso problema creado por un régimen genocida en Venezuela, que se riega por medio mundo y no necesariamente pasa por aeropuertos formales.
Ese pedazo de país, que también es Venezuela, se tuesta al sol; es abusado, es engañado, es violado, es estafado y lo cuentean con posibilidades de ingresos, de visas de emergencia y mil mentiras de pago que cuestan lo poco que le pueda quedar a la gente que llega.
Pobres diablos de nuestro país, sobre los cuales se producen dinero a montones a cuenta de la necesidad, de la desesperación de miles de hombres y mujeres que no quieren perder la fe y la esperanza de poder tener algún futuro en algún otro lado distinto a la Venezuela de Maduro ¿Te enteras, Gerardo Blyde?
Pobres sin nadie a quien a acudir, en manos de policías, militares y mafias de fronteras, que vienen siendo la misma cosa. Venezolanos que no saben ni de tus acuerdos secretos, ni tampoco de tus negocios inmundos con el régimen de Nicolás Maduro.
A esa parte de Venezuela el régimen, tú y docenas de políticos tarifados como tú por la dictadura de Caracas, los han convertido en el desecho de un estado malvado que ha espantado de nuestro país a casi 8 millones de venezolanos.
Todo indica que el México de López Obrador ya no es el mismo México que recibió y protegió con amor y rancheras hace 80 años a Gallegos, a Andrés Eloy y a tantos otros más que escaparon de chiripa de la Junta de Gobierno presidida por Delgado Chalbaud, que fueron recibidos y tratados como seres humanos. ¡Ese México ya no existe!
Por eso: ¡Dios, Venezuela Libre y Cese de la Ocupación!