La explotación extrema de las tierras cultivables deja tras sí zonas desérticas que obligan a eliminar más bosques.
La ampliación de la frontera agrícola es el factor clave en la fabricación de desiertos en América Latina.
La ganadería extensiva e industrial es responsable de cerca del 15% de las emisiones de GEI, equivalentes a todas las emisiones del transporte global. Y la ganadería intensiva es uno de los factores que propicia la deforestación, la desertificación y el cambio climático.
Un desierto es un suelo que perdió su capacidad de regulación hídrica y de intercambio de nutrientes. A pesar de que tenga algunos pastos o rastrojos es una zona de desertificación. Mas del 3% del territorio colombiano está en proceso de desertificación. Eso significa, que en Colombia se han destruido más de tres millones de hectáreas de tierras cultivables. Pero el caso de Ecuador es aún más grave, debido a los extensos monocultivos.
La ampliación de la frontera agrícola y la cría intensiva de ganado, en detrimento de los bosques, deja tras sí terrenos áridos y desérticos.
El crecimiento de las ciudades y la población demanda mayores extensiones de tierra para cultivar alimentos, no solo para humanos, sino para engordar a otros animales que alimentarán a los humanos. La población requiere ropa nueva, cuya fibra tiene que ser cultivada antes con inmensos gastos de agua.
Mientras tanto, la calidad y la productividad de las tierras cultivables disminuye, también a causa del cambio climático. La ONU, que parte de que en 2050 la Tierra tendrá que soportar a diez mil millones de habitantes, invita a reflexionar sobre el papel personal en la desertificación.
El sistema de suelo, agua y bosques

El suelo, el agua y los bosques componen un sistema: cuando el suelo es sometido a usos intensivos como la ganadería o el cultivo de fibra, este comienza a perder su estructura: se saliniza, se endurece, pierde la porosidad. Así, ya no puede retener el agua y reduce su productividad. Para contrarrestar el deterioro, se utilizan cada vez más agroquímicos, hasta cuando las tierras quedan áridas. Entonces, los cultivadores se hacen a la búsqueda de nuevas tierras eliminando más bosques», lo que es un círculo vicioso del uso y destrucción de las tierras.
América Latina está en proceso de perder importantes cultivos
Bosques perdidos que ya no pueden absorber las crecientes cantidades de gases contaminantes producidos por la industria y la ganadería es una realidad. La calidad y la productividad de las tierras cultivables ha disminuido en América Latina, como consecuencia del uso extremo de los suelos y del cambio climático.
Para entender cómo en América Latina el clima está contribuyendo a la pérdida de cada vez más terrenos de cultivo, varias investigaciones han detectado dos eventos extremos que suceden en tiempos paralelos, uno a corto y otro a largo plazo: por una parte, América Latina está siendo afectada por cambios extremos de las variables climáticas: durante meses hay largos períodos de sequías, muy pocas lluvias o períodos de intensas lluvias que causan inundaciones y reducen el rendimiento de las tierras. Por otra parte, las temperaturas promedio están subiendo tanto que las repercusiones sobre los cultivos de maíz, el arroz y el trigo, por ejemplo, van a ser muy graves, de país a país. De hecho, se ha documentado que en unos 20 años las tierras en varias regiones de Centroamérica van a dejar de ser aptas para cultivar café.
Ideas, iniciativas y urgencias
Evitar la desertificación de tierras cultivables es una tarea tan compleja y de tantos frentes que solo se puede realizar sumando las muchas pequeñas iniciativas, como la de «cosechar agua» o sea su recolección en tiempos de lluvias para los de sequía. Una idea del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) y el Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS), a la que se suma la búsqueda de semillas biofortificadas que respondan mejor al estrés climático que generan la extrema sequía y la alta humedad.
Una iniciativa que se desarrolla en Brasil, la agroforestería, reúne a cultivos, ganado y bosque, en un concepto que busca, a la vez, recuperar las tierras desertificadas, explotar los frutos del bosque y permitir la cría de algunas reses. Si los agricultores aprenden que el bosque tiene más valor en pie, no lo derriban. Es una iniciativa que ha entrado en su segunda fase de desarrollo.
Una idea digna de debatir, no exenta de interrogantes y controversias: ¿Puede convertirse la «agroforestería» en la puerta abierta a la población y consiguiente desertificación de los bosques y selvas de América Latina?
En verdad, hay una relación directa entre el aumento de la frontera agrícola y la pérdida de bosques y biodiversidad, y rápidamente el paso de suelos fértiles a terrenos en proceso de desertificación. Como una medida para evitar los monocultivos y sus fatales consecuencias, en América Latina urge la realización un ordenamiento de los suelos, según su aptitud de cultivo, y una excelente alternativa es la agricultura orgánica que ha demostrado superar la producción con agroquímicos.