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El turismo se politizó

El turismo se politizó. Gracias a los estragos del inmediatismo gubernamental, el turismo se politizó en el más absurdo de los sentidos, pues todo se piensa en función de las ganancias político–partidistas que puedan obtenerse al vender realidades enmascaradas y por supuesto, el turismo no ha sido la excepción.

Fundamentalmente, su planificación, organización, administración, coordinación y evaluación, o sea, todas las etapas del proceso administrativo que conducen a generar prácticas turísticas y que, indudablemente afectan al turista por ser el objetivo final de tan afrentosa cadena de equívocos.

Aunque lo peor sucede como resultado de los infundados criterios impuestos hacia los organismos regionales que, obedientemente, siguen los preceptos y medidas ordenadas desde poder central, pues en dicha altura, se diseñan premeditada y alevosamente las directrices estratégicas que han llevado a que el turismo caiga en los mismos errores que ilustra la politiquería.

Por eso este es el momento para rebatir principios democráticos, cercenar libertades y atropellar los derechos trascendentales del hombre.

Cuando el problema brota

Con el cuento que inspira la improvisación asumida como recurso político, los responsables del turismo han abandonado no sólo proyectos que planteaban enaltecer el turismo como fuente alternativa de la economía, sino también, formas de motivar una cultura turística mediante la cual podrían construirse conductas y procesos que coadyuven a la dignificación de tan noble e importante propósito.

Ni siquiera los organismos centrales, responsables de ordenar la actividad turística, detentan capacidades con la entereza necesaria y suficiente para enfilar el turismo por el sendero que, en principio, alude cualquier plan de desarrollo económico y social por elemental que sea. Quienes hablan en nombre del turismo, son particularmente personas políticamente identificadas como afectos al gobierno lo cual es la principal y casi única credencial que exhiben para enquistarse en cargos de gobierno. Detrás de dicha condición, no existe mucho que avale condiciones para discutir con propiedad y conocimiento de causa los problemas del turismo en aras de sus reparos sin obviar la necesaria crítica.

Aunque resulta vergonzoso reconocer las precariedades y carencias del turismo, debe admitirse que el turismo se politizó malamente en perjuicio de las posibilidades de usufructuar inteligente y moderadamente la naturaleza. Pero también, en desmedro de los derechos de todo ciudadano de viajar para conocer y disfrutar cada rincón de su país.

La vulgarización del turismo

Es triste ver cómo el turismo se vulgarizó. Por esta causa, se han visto derrumbadas infinitas ilusiones de familias y colectivos que vieron en el turismo significativas y válidas oportunidades para su crecimiento personal, tanto como para el afianzamiento de empresas de distinta factura organizacional.

Sin embargo, pese a los esfuerzos en contrario, la negativa representada por el hecho de asfixiar la actividad turística mediante su perversa politización, ha sido tan contundente que no resulta nada fácil dar con alguna realidad que refleje la exaltación del turismo como actividad constante y pujante.

Hoy, por causa de doctrinas políticas retorcidas que se han impuesto en distintos países del mundo, el turismo quedó para coservarse entre los buenos recuerdos que animan gratos momentos. Por aquello que de recuerdos también se vive.

Muchos gobiernos se han dado a la nefasta tarea de acabar con lo posible para que, sobre lo que quede, construir lo “más mínimo de lo menos poco”. Así, hay realidades que son un apenado ejemplo de hacia dónde apunta el turismo bajo la gestión de disparatdos regímenes políticos. Más, al reconocerse que el turismo se politizó.

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