Los acuerdos que el mandatario brasileño firmará con Xi Jinping podrían poner en peligro la seguridad y la economía del gigante sudamericano.
Esta es la cuarta misión internacional de su tercer mandato tras Argentina, Uruguay y Estados Unidos. Durará cuatro días y Lula estará acompañado por el presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, una treintena de parlamentarios y el ministro de Economía, Fernando Haddad.
Entre los posibles temas de la agenda en la reunión con su homólogo Xi Jinping estará, según la prensa brasileña, el proyecto de Lula de crear un club de paz al margen de la OTAN y las Naciones Unidas para mediar en una solución pacífica en el conflicto entre Ucrania y Rusia.
También hay mucha expectativa sobre la posibilidad de que Lula firme la adhesión de Brasil a la “Belt and Road Initiative”. Se trata de la tan discutida “Nueva Ruta de la Seda”, el gran proyecto estratégico chino que, con la promesa de inversiones para la construcción de nuevas infraestructuras en los países firmantes, permite a China una expansión geopolítica y económica sin precedentes en esta visión del nuevo orden mundial multipolar que, junto con Rusia, Beijing impulsa.
Esto explica también la iniciativa aceptada sin ninguna evaluación crítica por Brasil de quitar el dólar en las transacciones comerciales con China. Los dos países abandonarán de hecho el dólar estadounidense como intermediario a partir del próximo mes de julio para comerciar en sus propias monedas cambiando yuanes por reales y viceversa.
Desde 2009, China se ha convertido en el principal socio económico del país, que en 2022 registró un superávit en el comercio con Beijing de 157 mil millones de reales, unos 30 mil millones de dólares, casi la mitad de toda la balanza comercial del país latinoamericano. Entre los principales bienes exportados por Brasil están la soja, la carne y los productos extractivos. A finales de marzo, el Banco Central de Brasil anunció que el yuan había superado al euro en las reservas internacionales de divisas de Brasil, convirtiéndose en la segunda moneda después del dólar.
Los riesgos del acuerdo por la Amazonia
El gobierno de Lula firmará en Beijing un acuerdo para el CBERS-6, un satélite conjunto con China para monitorizar la deforestación en la Amazonia. La idea de “reducir a cero la deforestación” con la ayuda de China es sorprendente.
La idea del presidente es confiar a Beijing el proyecto de recuperación de zonas degradadas de la Amazonia, o de pastos abandonados o poco productivos, unos 40 millones de hectáreas, para transformarlas en zonas de cultivo de alimentos como el trigo y la soja. Brasil ha pedido a los chinos un préstamo de 100.000 millones de dólares para llevar a cabo esta transformación. A cambio, los agricultores brasileños tendrán que pagar su deuda directamente al gobierno de Xi Jinping en productos básicos como soja, maíz y trigo, todos ellos necesarios para la supervivencia de China, especialmente en el escenario nada improbable de un conflicto con Taiwán y un posible embargo internacional.
COFCO, la empresa agroalimentaria estatal china, está claramente interesada en el acuerdo que, sin embargo, corre el riesgo de estrangular a los productores rurales brasileños y “embargar” sus tierras en favor de Beijing.
De hecho, los chinos, con su fuerte crédito, podrán presionarles y decidir el precio de las materias primas con un enorme impacto en Brasil si se piensa que China compra cerca del 68% de las exportaciones brasileñas.
Antes de aceptar un acuerdo de este tipo, Lula debería recordar lo ocurrido en la vecina Venezuela, donde en 2008 el entonces presidente Hugo Chávez firmó con Beijing la creación de un Fondo Conjunto Chino Venezolano (FCCV). Con un préstamo de unos 4.000 millones de dólares Chávez gastó a diestro y siniestro, construyendo incluso el primer satélite “venezolano”, hasta el punto de elevar la deuda a 60.000 millones de dólares. Dio como garantía de pago el petróleo, principal recurso de Venezuela -como la tierra lo es para Brasil- y también gracias a este acuerdo llevó la economía venezolana al colapso.
Esta semana, Lula también firmará un acuerdo de cooperación tecnológica sobre semiconductores, 5G, 6G e incluso inteligencia artificial. Son temas sensibles que podrían poner en riesgo la seguridad brasileña. Baste recordar que las directrices militares chinas del Libro Blanco de la Defensa Nacional que Xi Jinping quiso en 2019 hablan repetidamente de “guerra inteligente”, es decir, guerras con inteligencia artificial. Permitir que China entre con su tecnología de control en Brasil significa darle las llaves para abrir cualquier puerta.
A su llegada, Lula participará en Shanghái también en la toma de posesión de su protegida Dilma Rousseff como presidenta del Banco BRICS, la asociación que reúne a Brasil y China, Rusia y Sudáfrica, y a la que ya han manifestado su interés en adherirse Irán, Argentina, Nicaragua, Nigeria, Algeria, Egipto, Afganistán, Senegal, Indonesia, Arabia Saudita, Afghanistan, Kazajistán y Túnez. Durante el segundo mandato de Rousseff como presidenta de Brasil (2014-2016), que terminó en 2016 con un impeachment, el país vivió la peor recesión económica de su historia.