Por: Félix Carmona / CNP: 4.188
Antes de la llegada del actual régimen chavista, una pandemia que tiene más de 20 años destruyendo todo a su paso, la nación que liberó El Libertador Simón Bolívar, era un país joven, pero la acción destructiva de la banda que asaltó el poder, transformó a Venezuela en un país de viejos.
La devastadora destrucción se inició en contra del sistema educativo, reprimiendo y asesinando a más de 590 jóvenes en las manifestaciones estudiantiles que se atrevieron a protestar contra el régimen. Esto ocasionó un éxodo masivo de ese potencial de muchachos de todas las edades que muchos han completado sus estudios fuera de nuestras fronteras, realizando miles de sacrificios, pero logrando su objetivo.
Atrás quedó una gran cantidad de viejos, padres y madres de esos jóvenes que partieron y una vez hecha su vida en el país de acogida, difícilmente volverán. Envejecer en el complejo entorno venezolano hoy en día es sumamente difícil con un impacto negativo en la calidad de vida, sobre todo sin las herramientas para enfrentar la orfandad de la acelerada migración de su descendencia que ha causado la pérdida del centro familiar y la disminución de la esperanza de vida.
Venezuela está inmersa en una emergencia humanitaria compleja que afecta distintos órdenes como el institucional, social, económico, político, moral y cultural, lo que ha llevado a la expansión de la brecha social y a la destrucción de las instituciones. Con un régimen que carece de profesionales preparados, y sin planes a futuro, para tratar de contrarrestar la gran problemática de la población de adultos mayores.
Los pocos esfuerzos realizados para solucionar el aspecto económico, biomédico, alimentario y social, no han dado resultados. En materia de salud, sabemos que los adultos mayores son los mayores consumidores de medicamentos y alimentos especiales, quienes además necesitan cuidados especiales en los servicios de salud, pero la estructura hospitalaria pública está en el suelo y ha afectado hasta el sector privado.
La exclusión asociada a la desigual distribución de la oferta de servicios, el deterioro medioambiental, la escasez de agua, la alimentación, el abandono del aseo y el ornato de las ciudades, ha producido un fuerte deterioro de edificaciones lo que contribuye a que la población de personas de la tercera edad se deprima, se confine a sus domicilios, provocando ocio, deterioro de sus relaciones sociales con efectos negativos sobre su calidad de vida y un aumento de los servicios sociales y de salud.
Otro agravante de nuestra población de adultos mayores, es la finalización de la vida laboral, sin respaldo de un buen sistema de pensiones y de seguridad social, destruido también por el régimen chavista, que ha querido paliar con “bonos de hambre”. Esta situación aumenta la dependencia de estas personas con el resto de la familia, lo que compromete la salud física y emocional del mismo, si sus necesidades no son atendidas debidamente.
Pero la compleja crisis humanitaria, junto todos los factores antes mencionado, se adiciona el deterior de las condiciones de vida y la creciente migración de la población joven que no vislumbra un futuro promisor, donde el régimen dominante, ciñéndose a la “cartilla cubana” no le interesa tener un población joven y contestaria, sino a una población vieja, sin fuerzas para protestar y a una masa de personas incultas sin educación, ni capacidad intelectual, a las cuales puede manejar a su antojo, regalándoles bolsas de comida en mal estado.
Todos los planes elaborados por organismos internacionales y nacionales, para mejorar los planes de vida de nuestros adultos mayores, fueron desechados por las actuales autoridades, reduciéndose las expectativas de vida de 83 años de edad, proyección hecha para el año 2050 por la Organización Panamericana de la Salud, OPS, a 76,6 años según estimaciones hecha en el 2020 y dada a conocer por ENCOVI en el año 2021.
