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Unidad del dolor

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Por: Miguel Galindo

www.escriburgo.com

 Uno no puede desprenderse de ciertas constantes incógnitas, a las que no encuentra explicación… Muchas veces son renuentes a desaparecer por la lógica simple de eso mismo: porque vienen continuamente sobre uno con una recurrencia para la que no dispongo de respuesta. El dolor físico es una de ellas. Sé que todo existe por un motivo concreto, absolutamente todo, hasta el vuelo pegajoso de las moscas cojoneras. Hasta ahí llego. Pero no llego a saber el propósito del dolor físico (al anímico, luego a luego se explica, pero el otro…) se me antoja absolutamente gratuito y estéril, aun sabiendo que no lo es.

Me llega un señor dolor de muelas – o de cualquier otra índole de mayor índole – y, aparte de estar en pésima condición, uno se pregunta, inevitablemente, si esa experiencia de la forma física supone algo en la humana evolución, dentro de la autoprogramación que nos hacemos de ella, si es que la mecánica del universo (yo diría del cosmos) es la que creo que es, por supuesto. Siempre conocemos casos de personas que viven en un dolor continuo e insoportable que hace preguntar a Dios, o como le llame, el motivo o propósito de ese sufrimiento, que, muchas veces es sobrevenido pero pocas sobrellevado.

Y uno se pone a buscar a quién preguntar, por si le diera la gana de contestar, aún por vía vicaria, naturalmente, ya que no todos tenemos vía directa con los maestros evolucionados del otro lado (yo, por lo menos, “no soy digno de que entren en mi morada”, como se decía antes de comulgar catecísmicamente)… pues solo alcanzo el maná al que uno ha podido escalar por la vía del leer y del pensar, no sé si me entienden ustedes lo que quiero decir… Así que intentaré compartirlo con aquellos que me siguen, por si les sirve a ellos también de algo, aunque solo sea del consuelo del mochuelo.

Bien, a ver cómo se lo explicaría yo… Como dice Teilhard de Chardín: “no somos seres materiales que evolucionamos a espirituales, sino seres espirituales que experimentamos en lo material”. Vale. Si eso es así, que no diré yo que no, se da una ambivalencia casi que opuesta entre el mundo de la energía (espíritu) y el de la materia (cuerpo físico) en un estado compartido en que lo primero se bate el cobre en lo segundo, con el fin de evolucionar en una especie de duro aprendizaje en lo más denso, espeso y grosero de la creación. Y que, por alguna razón que se nos escapa, las, digámosle “heridas de guerra” tienen algún tipo de puntuación en la escala de ascensos.

No se me ocurre otra cosa. Por ejemplo, teólogos y exégetas de la Iglesia Católica afirman que la experiencia del dolor físico en la vida física tiene carácter redentor (¿?), o exactamente así lo afirman aunque no expliquen ni el cómo, ni el por qué, ni el para qué, pues resulta un tanto masoquista, al menos aparentemente… Salvo, por supuesto, que redención signifique una especie de compensación. Y me explico: el espíritu, el ánima, la energía, no pueden tener sufrimiento físico, simplemente porque carecen de estructura física (aún tienen por explicar los sufrimientos físicos de su infierno, por cierto). Es algo parecido al arrepentimiento más que al sufrimiento del y por el dolor; y si así lo fuere, sería un padecimiento moral o intelectual, no material.

Por ende, si el “castigo” físico hiere, mata, deforma, lisia y jode la forma y la materia hasta el mismísimo aullido animal, y encima de eso ha de sacar el hombre consecuencias y lecciones, en comparación con lo sentido del otro “sufrimiento”, no parece descabellado que exista un especie de mecanismo compensatorio entre ambos. Yo diría incluso que sería lo más justo… Un ángel no se puede quedar tuerto de una pedrada, pero nosotros sí.

Ya sé que es un ejemplo burdo, pero no absurdo… Si nos ponemos a pensar, veremos que la experiencia humana sobre La Tierra, aparte los goces físicos, que también, también los hay, desde que nace (se encadena) hasta que muere (se libera), es una sucesión de enfermedades, accidentes, plagas, calamidades y padecimientos que lo acompañan hasta el final de sus días. Casi todas, si no todas, producidas por nosotros mismos y nuestra errada capacidad de actuar… ¿Cómo, si no, sacar conclusiones de los efectos por nuestras causas, y evolucionar?..

De alguna manera, tenemos el turbo metido y vamos a toda pastilla. Quizá eso sea parte de la economía evolutiva. A lo mejor es para que aprendamos lo que vale un peine; o puede que no, que a lo peor es que hemos roto el taca-taca antes de aprender a andar, y ahora todo son batacazos y trompicones. Pero lo cierto es que el ser humano vive sus vidas físicas rebozado en dolores, y, como todo en el mundo, tiene que tener su propósito, aunque no se lo veamos de tan escondido que se lo hemos puesto.

Sí… ya sé que éste es el segundo o el tercero sobre este tema, y que los otros fueron buscando la gatera de salida con la cosa de la meditación y todo eso; y que ahora profundizo un poco más sobre los porqués y los motivos de que, con todo y a pesar de todo, este puñetero planeta sea la Unidad del Dolor de esta especie de hospital galáctico. Una especie de purgatorio, o de plagatorio, o de expulgatorio, donde se pueden dar uno de los dos casos: o nos dejamos las pulgas aquí, o son las pulgas las que nos dejan a nosotros.

“No hay suficiente dolor en el mundo como para pagar todas las cuentas pendientes y las deudas que nos generamos para con los demás y con la propia naturaleza”. (Brian Weiss)

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