La cumbre entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) empezó este lunes sin un consenso sobe la condena a la guerra de Ucrania y ambos bloques aún tienen que “encontrar el lenguaje del consenso”, dijo el presidente pro tempore de la Celac, Ralph Gonsalves.
“No estoy seguro de qué lograremos y cómo se formulará”, señaló Gonsalves, también presidente de San Vicente y las Granadinas.
Tenemos que encontrar el lenguaje del consenso que involucre a todo el mundo, dijo Gonsalves a su llegada a la cumbre de dos días que se celebra en Bruselas, tras reunirse con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
En las resoluciones de la Asamblea General de la ONU sobre la guerra de Ucrania, Nicaragua ha votado en contra de condenar el conflicto; Bolivia, Cuba y El Salvador se han abstenido y el resto de países de América Latina y el Caribe han votado a favor. En el encuentro abogan por llegar a acuerdos.
En la misma línea, fuentes europeas señalaron que la UE está poniendo “tanta ambición como puede” en esta cuestión, pero constataron que se debe tener en cuenta la realidad de las posturas entre los países de la Celac.
En las resoluciones de la Asamblea General de la ONU sobre la guerra de Ucrania, Nicaragua ha votado en contra de condenar el conflicto; Bolivia, Cuba y El Salvador se han abstenido y el resto de países de América Latina y el Caribe han votado a favor.
Más allá de la guerra de Ucrania, Gonsalves quiso evitar qué recogerá la declaración de la cumbre sobre el acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur, porque este es un “asunto interno” entre Bruselas, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay.
El presidente de la Celac pidió también que en el texto se mencione la necesidad de “reparar el legado histórico” que causó el colonialismo.
Acuerdo previo
Ya hace cuatro años que la UE y Mercosur, organización que agrupa a Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, suscribieron un acuerdo comercial que, sobre el papel, alcanzaba a 780 millones de consumidores. Fueron necesarios 20 años de negociaciones y sin embargo, desde su firmar en junio de 2019 comenzaron a apreciarse resistencias que todavía siguen. Desde Austria, Países Bajos, Irlanda y sobre todo Francia se encuentran resistencias. También en el Parlamento Europeo había reticencias. Reclamaban más compromisos contra la deforestación, los acuerdos contra el cambio climático de París y no se fiaban del expresidente brasileño Jair Bolsonaro. Por eso, la llegada de Luiz Inácio Lula da Silva al poder en Brasilia el pasado octubre y la Presidencia española del Consejo de la UE desde el 1 de julio, se han señalado reiteradamente como la apertura de una oportunidad.
Bruselas envió en febrero al bloque comercial un “instrumento adicional” que mostrará el compromiso de los países de Mercosur con la sostenibilidad medioambiental. “No se trata de reabrir el acuerdo”, apuntan fuentes comunitarias. Pero esto no acaba de convencer al otro lado del Atlántico, especialmente a Brasil, encargada de las negociaciones por el bloque sudamericano. Apuntan fuentes europeas, con cierta comprensión, que ese “instrumento adicional” es visto por la contraparte como un elemento de desconfianza y una exigencia hacia una administración política, la de Bolsonaro, que ya no existe. “La premisa que debe existir entre socios estratégicos es de confianza mutua”, declaró Lula durante la visita de Von der Leyen en junio con ella a su lado.
Tampoco han gustado en los países latinoamericanos (como en otros del sudeste asiático y en lo que ha venido a llamarse sur global) la aprobación de directivas que buscan llevar los valores europeos a la política comercial y que estos no resten competitividad a las empresas de la UE: la norma que veta la entrada en el mercado único de productos procedentes de zonas deforestadas, el mecanismo que carga con una tasa a los productos fabricados sin los requisitos de emisiones comunitarios o la directiva que exige a las empresas vigilar su cadena de valor para mitigar efectos adversos sobre el medio ambiente o los derechos humanos. En muchos ámbitos de Mercosur esta batería de medidas se consideran imposiciones unilaterales con carácter proteccionista y cierto aroma neocolonial.
Para contrarrestar esta visión, Bruselas ha desplegado una intensa actividad diplomática en la región con visitas de la presidenta de la Comisión, vicepresidentes y varios comisarios en los últimos meses. Brasil parece querer concesiones en contratación pública, algo que no es bien recibido en la UE. No está claro que la contestación vaya a llegar estos días.
El alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, ya no está solo en las prédicas en el Colegio de Comisarios sobre la importancia de Latinoamérica, algo de lo que se lamentaba antes del comienzo de la invasión de Ucrania. “Este acuerdo reviste una gran importancia geoestratégica y económica, ya que puede contribuir a mitigar los efectos de la invasión rusa en Ucrania, reforzar nuestra seguridad económica mutua y promover la transición ecológica”, destaca la portavoz de Comercio del Ejecutivo comunitario. Dicho de otra forma, la guerra ha dejado claro que Europa se tiene que ganar el apoyo diplomático de Latinoamérica, que no tiene que darlo por descontado porque haya lazos históricos entre ambas regiones, y que la región cuenta con materias primas críticas para la transición ecológica que permitirían a la UE reducir la dependencia que tiene de China en este campo.
Fuente: El País.com