Me están saliendo algún grupillo de seguidores “d´allende los mares” y, la verdad, me producen mucha ilusión por las preguntas personales que me hacen (son muy dados a ellas), y por las que observo que no usamos los mismos valores y/o preferencias a uno y otro lado del charco… Si bien eso ayuda a establecer – mejor yo diría ajustar – esas escalas valorativas. Pero sí que tienen mucha curiosidad por aquello que se interesan, o así, al menos, lo percibo yo. Algunas preguntas las contesto, muy pocas dejo de hacerlo, y otras tantas les doy largas hasta contestar con un artículo que merezca la pena; o me muestro ambiguo, intentando hacerme y hacerles comprender por la relatividad de todo cuanto existe.
Una de las últimas que me han dirigido es si yo soy de izquierdas o de derechas… Les contesté, lacónicamente, que seguiría artículo al respecto, dado que da, no para uno solo, sino para varios… Lo más fácil y despistante hubiera sido contestarles a bocajarro: ¿comparado con quién? Es que bien puedo estar, oigan, a la derecha de fulanito como a la izquierda de menganito, ¿no?.. Y entonces puedo ser de ambas tendencias según qué punto de referencia, o de ninguna. Eso es algo que tendrá que valorar cada cual desde su propia posición. Y tampoco es algo que me quite el sueño.
En varias ocasiones he dicho en estas líneas que tengo seguidores que me tienen por más rojo que Pepe Stalin, como otros que me tienen a la derecha de Adolf Hitler. A saber… Lo cierto y verdad es que son conceptos tan relativos y evanescentes que aún me admiro que, a estas alturas del botajo, se tenga en cuenta lo que ya apenas se mantiene en pie. Los considero términos desfasados, etiquetas de inutilidad manifiesta, según con qué fin, o para qué, se utilicen en cada momento y según qué quién, claro… Algo así como papel mojado. Un disfraz para los próximos carnavales vestirse de máscara… Además, un tipo bien puede ser muy de izquierdas en determinados algos, y muy de derechas en otros concretos algos.
Cuando nuestra Transición española, por gráfico ejemplo, el ser de izquierda no estaba tanto en el sentirlo como en el vestirlo: el tal tenía que dejarse la barba, usar prendas de pana y pañuelo jordano al cuello, o bufanda en versión ibérica; gafas de montura redonda y gorra obrera tipo rústico, y, sobre todo, nada de corbateo, que eso quedaba feo… La derecha, más de terno y por lo formal, que es el modo – y el signo – de lo tradicional. Era útil en aquel tiempo, porque, a simple primera vista, el personal se autodefinía por sí mismo. Aunque tales observancias tampoco fuesen fiables por lo interesadas. El estar en consonancia el sentimiento interno con el aspecto externo se consideraba de cierta coherencia, al menos. Hoy, la mezcla hace más dificultoso ver dónde come el oso… Y las ideologías – con perdón – ya son más estrategias que convencimientos, más de interés que de sentir; más de estar que de ser, ya me entienden los que me entienden…
Es conocida aquella respuesta que Ernesto Cardenal dio a un periodista que le preguntó lo mismo (no sabemos si con sencillez o con doblez), a lo que contestó como una ráfaga: “pues no lo sé, soy de Jesús, pero no sé de qué lado es él”… Tampoco es que se lo planteara mucho, me dio la impresión en una corta charla tenida con tan controvertido personaje. Además, el ser de uno o de otro lado es etiqueta que te ponen los contrarios, pues el ponérsela uno, ni es de buen gusto, ni tampoco sería objetivo, creo yo…
Además, por otro lado, están los que se consideran de izquierdas pero viven como los de derechas, y en este aserto caben varias consideraciones que matizar, pero en las que yo ni entro ni salgo, verbigracia: una cosa es el buen pasar y otra el pasar por… O soy partidario del reparto justo, pero a mí que no me toquen mi bicicleta… O es que el ser de aquí o de allí no está en lo que uno tiene, sino en lo que todos deberíamos tener… O yo me sitúo acá o allá, según venga el reparto de cartas en el juego…
Yo creo que, a estas alturas de la partida, nadie es de uno u otro lado del Mississippi por entero, o se es circunstancialmente; que todos estamos contaminados de lo contrario a lo que juramos bandera, y nadie somos puros… Y que, según en qué circunstancias, así nos comportamos, que tampoco es siempre cómo opinamos. De hecho, el ser de derechas o de izquierdas, es una falacia con que nos investimos para así protegernos o ser protegidos, según empitone el miura. O lo que fuera lo que eso fuese que hacemos.
Yo ya paso de tal caso. Particularmente no me incumbe el cómo me vean los demás, pues es tan solo que una cuestión que se ajusta a una ciencia: la física (mírese usted mismo a un espejo y estará creando su propia y personal imagen opuesta). Cuestión de perspectiva, ya saben. Y yo prefiero medir por cuestión de valores, que no son de ningún lado, salvo donde a nosotros nos interese colocarlos…. Y todo eso sea, quizá, porque, a nivel personal, he perdido el interés en esforzarme por parecer de ningún acá ni de ningún allá; ni en la percepción que suscito a algunos álguienes por causa de algunos qués, creo que me comprenden…
Y me da lo mismo que unos piensen que se me ve el rabo, y que otros piensen que es el tupé lo que se me ve. Que discutan entre ellos el sí son galgos o podencos, no me incumbe el caso de la cosa… Lo único que me importa es la coherencia de lo que siento con mi conciencia de lo que tan torpemente intento… Es que, cada vez que me esfuerzo por verme la etiqueta que me cuelgan en el culo, estoy a punto de herniarme, y, la verdad, no merece la pena correr el riesgo… total, para lo que sirve…
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ / info@escriburgo.com / www.escriburgo.com