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Se acabó el Belén

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Por: Miguel Galindo

 www.escriburgo.com

Dicen que hasta San Antón pascuas son, aunque yo a veces lo alargo de Pascuas a Ramos… Pascua es una palabra hebrea que significa “celebración por la liberación”, curiosamente. Y digo curiosamente, porque nuestra Pascua lo que celebra es la esclavitud por el consumo.

Desde los más creyentes (o así mismo se creen) hasta los más iconoclastas, todos nos entregamos al becerro de oro entre jamones y luces leds. Los autocreyentes se autoperdonan a sí mismos con la asistencia lustral a sus ritos, pero, lo quieran o no, comparten suciedad de conciencia con los que celebran por lo civil.

Yo me apeo de todo ello con la festividad de Los Reyes, esos supuestos magos viajeros que hoy actúan de teloneros de Papá Noel, otro santo boreal añadido a los tótems del dispendio, pero que ayer, cuentan los del cuentismo, visitaron a un recién nacido pobre en una pobre cueva, de unos pobres padres… Este pobre y sentido escribidor lo busca y no lo encuentra en esos Belenes sacabarrigas que compiten entre sí para ver cuál es el más lúcido y visitado de todos los que son. Tradiciones de lujo de lo que fue la pobreza, por cierto, y que alargan hasta montar otro Belén con la muerte del mismo que nació, que es lo que ahora se ha celebrado.

Este año podríamos haber celebrado en su día que aquella supuesta matanza de Herodes sobre los niños nacidos en sus dominios, su descendiente Netanyahu la ha perpetrado en plan real y cruento sobre los niños palestinos, bombardeando sus escuelas, sus casas, sus hospitales y sus nacimientos, indiscriminadamente y en masa. Y nadie en el mundo se ha cortado un pelo en mirar para otro lado y disimular, cuando no, incluso, justificarlo, como su aliado anglosajón, que le regaña pero les facilita las armas con que los rebaña y los apaña. Y es que son – dice la leyenda perdida – los de la tribu igual de perdida, y entre primos anda el juego.

La verdad escueta, que no discreta, es que desde las dos guerras iniciadas y no acabadas – Ucrania y Gaza – las naciones fabricantes de armas y sus secuaces traficantes, han hecho uno de sus mayores negocios de nuestra más actual y sangrienta Historia. La católica España (como aún la llaman) ha triplicado su venta entre villancicos de paz y pasiones de dolor… Nosotros, los ciudadanos consumidores de calendarios festivos, hemos practicado virtuosamente, como debe ser, y gozosamente, como está mandado, el “ojos que no ven, corazón que no siente” y conciencia enmudeciente… Tampoco nos van a amargar las fiestas, ni ésta ni ninguna otras, faltaría más, Colás…

Así que se acabó el Belén y el de la Pasión por este año… Ya digo, que todo nos siga siendo próspero en el bolsillo y generoso en puentes de guardar, pues hemos de seguir festejando que hemos hecho el mejor de los mundos posibles. Por cierto, que el mejor regalado en Reyes, el amigo invisible más beneficiado fue Putin… él mismo lo reconoció: con el entretenimiento de lo de Gaza, sus masacres pasan ya desapercibidas; y con el debilitamiento del apoyo a Ucrania, le permite alargar la guerra hasta el agotamiento por desgaste. No hay oportunidad para los débiles ni para las víctimas. Por cierto, entre fiesta y fiesta, entre Pascuas y Ramos, óigan, ¿qué fue de aquella desbordante solidaridad para con los ucranianos, que íbamos por ellos hasta en nuestros coches para traérnoslos a nuestras casas?..

Hemos estrenado un nuevo año con el papel de regalo envuelto entre todos: dos guerras injustas (no hay ninguna justa, pero éstas menos aún); campos de refugiados y oleadas de inmigrantes a los que intentamos hacer desaparecer; un genocidio permitido; un mundo con cada vez mayor sentimiento populista de corte nazi a flor de piel; y un desastre climático galopante que amenaza nuestra… llamemos a esto civilización, si nos place. El oro, incienso y mirra lo hemos convertido en horror, indiferencia e intolerancia.

Y digo todos, porque lo hemos hecho entre toda la humanidad. Y, que yo sepa, nosotros, usted, ese de ahí que aún lleva restos del último disfraz votivo, y yo mismo, somos los seres humanos que conformamos y deformamos a esa misma humanidad… Los mismos que mantenemos ese estado de cosas a través de los pésimos políticos que estamos votando. Porque nos los hemos dado para esto mismo: para que nos faciliten el entretenimiento edulcorado para manejar nuestra propia hipocresía, mientras ellos hacen de las suyas.

Y no existen otros matices. No hay más. Las excusas que nos ponemos son tan débiles como insultante nuestra ceguera… A los que lo vomitamos se nos llama “agonías”, y a los que las disfrazan y amortajan entre fiesta y fiesta, buena ciudadanía. Buenas gentes a la que llevar y traer como buen ganado al que alimentar con pienso tratado… Como está mandado.

Pero a mí ya no me afecta el insulto. Estoy inmunizado. Además, yo siento cada vez más cerca mi regreso a Ítaca, a mi Ítaca y las navidades apesebradas y otras celebraciones apresuradas las cuento con los dedos de la mano. Cada cual tendrá que afrontar su consecuencia de conciencia, como yo trato de afrontar la mía. Solo pido en mi descargo que los efectos de mis causas no se me alarguen mucho en el tiempo… en mi tiempo. Eso espero.

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