No me resulta nada extraño que las personas tengamos bloqueadas nuestras capacidades, y que el vaso de saber y conocimiento transcendente, que es el propio ser humano, esté cegado… Es una sabiduría ancestral escondida, oculta, perdida, o simplemente olvidada. Tenemos todas las respuestas, sin embargo, no las encontramos porque no sabemos buscarlas. Carecemos de ellas, aún siendo portadores arcanos de ellas… Puede, no lo sé, que simplemente seamos ignorantes de nuestro propio conocimiento, pero el caso es que así es la cosa.
La cuestión es: ¿QUÉ, o QUIÉN hace que eso sea así?.. ¿porqué parece estar dispuesto de esa manera?.. Una leyenda hindú cuenta que el Dios de los dioses los reunió a éstos para ver, entre todos, dónde ocultar al hombre el conocimiento para que no hiciera mal uso de él, y que no lo encuentre, pero lo suficientemente a mano para cuando lo necesite y se haga merecedor de él; y que, tras larga deliberación del Consejo y consultas, se acordó esconderlo dentro del propio Hombre… “Así, mientras no se conozca a sí mismo, no podrá dar con él”, concluyeron.
Pero hay algo cuasi inevitable y a tener en cuenta: toda obra tiene su autor, y el autor traslada su propia esencia a su obra… Cuanto ha sido creado tiene una autoría (llámela cada cual con el nombre que quiera) y el ser humano forma parte destacada de esa creación, donde Creador y Creado comparten la misma esencia, en gradación y medida, si no en la misma potencia. Es casi, casi, que una ley física. Lo mismo que para encontrar hay que buscar. Como que también una cosa es la sapiencia y otra la experiencia (yo mismo me apaño regular en lo primero y soy un perfecto inútil en lo segundo).
El caso es que, durante eones, el ser humano ha andado dos caminos de búsqueda del conocimiento: la religión y la ciencia… El primero con las andaderas de las creencias, y el segundo con las de la experiencia. Y es el caso que el segundo interfiere en el primero porque lo interpela con sus resultados. Y en tales andurriales andamos, entre la fe (¿?) y la paciencia, y en medio de ambas, la conciencia… Son distintas ortodoxias, diferentes estofados, pero con los mismos resultados. El uno requiere creencia ciega, y el otro análisis contrastados. La ciencia intenta – y cada vez se acerca más – de explicar a Dios; y la religión ha de alejarse, también cada vez más, de explotar a Dios… La una quiere diseccionarlo, y la otra exclusivizarlo; una exige adoración, la otra respeto… No, no es lo mismo, sin embargo desde ambas se busca el mismo conocimiento, el mismo saber, por no decir sabiduría; ambas deberían adaptarse y complementarse, pero han decidido hacerse la guerra. Ellas sabrán… o no sabrán nada de nada.
Sin embargo, ambas dos tienen su propia narrativa… La narrativa científica está basada en la evolución de la energía en materia y conocimiento. La narrativa religiosa relata el problema de una revolución (que bien puede ser evolución) y caída, en un mal uso de ese saber y conocimiento: los ángeles por su parte y los hombres por la suya, sospechosamente hermanados en un mismo destierro de continua búsqueda. La ciencia lo basa todo en la investigación humana, y la religión todo lo explica desde el castigo divino…
Pero… aunque puede que sí, tampoco tiene – o tuvo – por qué ser así. Mirémoslo desde el punto de vista de la colaboración en vez del de la rebelión. Supongamos que una parte de esa inteligencia eligiera sacrificar el uso del conocimiento para, sumergiéndose en la materia, espiritualizarla como fuerza endógena, convirtiéndose así en co-creadores, si bien que anulándose a sí misma en sus capacidades… Imaginemos una posibilidad distinta a la condena: la autocondena al asumir el riesgo de practicar el libre albedrío. Una responsabilidad que se asumió de esa forma y manera: la fuerza exógena de Dios actuando de un lado, y la endógena del hombre actuando por otro, pero dirigidas ambas a un mismo fin, a un mismo objetivo.
Les voy a confesar algo: cuando, relajándome previamente, me dispongo a escribir todas estas cosas, el escaso conocimiento que conforman estos temas fluye de mi interior mansa pero inconteniblemente, como algo que mana de una fuente interna de forma natural, sin estridencias ni cortapisas, pero sin que medie mi voluntad. No hay pues ningún mérito en ello… Yo sé – así mismo lo siento – que tan solo soy un medio por el que se expresa esa corriente, como un simple instrumento. Soy la pluma, no la mano que la mueve, no sé si sabré explicárselo a Vds…
Pero este saber, o lo que sea, reside en mí sin ser yo… Es una especie de conocimiento olvidado y recordado. Fue perdido en alguna parte en algún tiempo, y lo voy encontrando en otro. Pero no es mío, pues el conocimiento pertenece a toda la humanidad, y es patrimonio de todos los seres humanos. Por eso no debo guardarlo para mí, sino escribirlo y darle suelta, para toda aquella persona que sepa apreciarlo y quiera compartirlo… Soy consciente de que lo que pueda saber y conocer (gnosis) no es de mi propiedad, ya que pertenece a un conocimiento universal, y que ha sido puesto ahí para aventarlo como en una sementera.
Tampoco debe importarme lo que ocurra con ello después, pero sí sé que es mi responsabilidad distribuirlo y no guardármelo… Así que ya saben mi secreto que no es ningún secreto: no es que yo tenga tales conocimientos, como algunos me dicen, es que tales conocimientos me tienen a mí… Lo mismo que están en todos y cada uno de nosotros. Luego, después, que cada cual piense lo que quiera. Libres somos de aceptar y rechazar.
MIGUEL GALINDO SÁNCHEZ /info@escriburgo.com / www.escriburgo.com