La arquitectura pasiva se basa en el diseño de construcciones que aprovechan las energías y el clima del entorno, para conseguir el confort interior sin necesidad de utilizar fuentes activas de calefacción o refrigeración. Son viviendas donde no se pasa calor ni frío y casi no consumen energía.
La arquitectura pasiva intenta evitar las pérdidas de calor de los edificios para limitar al máximo el consumo energético.
Existen soluciones para construir edificios que tengan un menor impacto ambiental, ya sea porque utilizan materiales naturales reciclables o porque siguen una serie de pautas que reducen el consumo energético.
Este último es el concepto de las conocidas como «casas pasivas», que utilizan la propia arquitectura del edificio para mantenerlas caldeadas en los meses fríos y frescas en los cálidos, y que pueden llegar a reducir el consumo energético hasta en un 90%.
La idea es que el ahorro de energía no debe ser solo cosa del usuario, sino que es algo técnico que puede y debe resolverse con los componentes de la arquitectura y a través de conocimiento técnico, explica Berthold Kaufmann, científico senior del Passivhaus Institut, la institución alemana que ha sentado un estándar de construcción, hoy extendido por todo el mundo.
Nacho Cordero, arquitecto español formado en el concepto de «passivhaus«, utiliza una analogía para explicarlo: «Imagínate que vas a hacer un barco, y la forma de diseñarlo es hacerle una bomba de achique para que no se hunda. La arquitectura pasiva es lo contrario a esto. Es intentar que el barco no necesite la bomba de achique o que la tenga solo para una emergencia». En el fondo, señala, la idea es sencilla, «es intentar hacer las cosas bien«.
Aunque habitualmente solemos asociar las viviendas ecológicas con construcciones espectaculares y lujosas, o aquellas situadas en parajes de ensueño, en realidad cualquier casa,incluso un bloque de apartamentos, puede convertirse en una casa pasiva.
Eso sí, un edificio que cumpla con sus estándares será muy distinto en Islandia o en España. El concepto y las propiedades físicas sobre las que se sustenta se mantienen, pero en un país frío, por ejemplo, intentará captar la mayor ganancia solar posible, mientras que allá donde el sol abrasa en verano, se buscará crear zonas de sombra.
El objetivo de todas ellas, sin embargo, es el mismo: mantener el consumo energético al mínimo.
En el fondo, la arquitectura pasiva, entendida como aquella que se adapta a las condiciones climáticas de su entorno, existe desde la antigüedad. Los diferentes pueblos a lo largo de la historia han intentado utilizar los recursos disponibles en su entorno y adaptarse a la geografía y la meteorología para construir viviendas que les ofrecieran un nivel de confort aceptable.
Las casas de barro de Mali, frescas en su interior bajo el inclemente sol del Sáhara, o los iglús de las regiones árticas, son viviendas sostenibles y pasivas.
Con lainvención de los sistemas de aire acondicionado y calefacción modernos en el siglo XX, la arquitectura se desvinculó en gran medida del clima que la rodeaba. La crisis del petróleo de los años 70 puso el concepto de la eficiencia energética sobre la mesa, algo que con la emergencia climática se ha convertido en una prioridad.
Desde entonces, el concepto de vivienda pasiva empieza a popularizarse en las escuelas de arquitectura. Aunque surgen diferentes esquemas en Estados Unidos, Italia, o Suiza, el que ha acabado por imponerse es el establecido a finales de la década de los 80 por el alemán Wolfgang Feist y el sueco Bo Adamson. Suprimera «passivhaus» se construyó en 1991. Hoy miles de edificios en todo el mundo llevan esta certificación.
Cinco principios básicos rigen el estándar de casa pasiva.
Aislamiento térmico. Las viviendas pasivas tienen un excelente aislamiento térmico, que puede llegar a ser el triple que el de los edificios convencionales. Esta capa protectora que envuelve la casa evitará tanto la entrada de frío o calor como su pérdida.
Hermeticidad. Si se ha instalado un aislamiento térmico de calidad pero no se ha sellado bien, el calor se escapará por las ranuras y perderá eficiencia energética.
Viviendas y puertas de calidad. Una parte importante de la energía que se usa para calentar una vivienda se escapa por las ventanas. Las viviendas pasivas cuidan al máximo la orientación de los vanos de la casa para aprovechar al máximo las ganancias solares, y utilizan ventanas de triple vidrio para evitar en todo lo posible las pérdidas de calor.
Reducción de puentes térmicos. Son aquellos puntos en los que se rompe la superficie aislante (por ejemplo, por un clavo o el marco de una ventana de aluminio) y permiten que se escape el calor en un edificio.
Sistema de ventilación con recuperación de calor. Las casas pasivas llevan instalado un sistema de ventilación mecánica que filtra el aire y recupera el propio calor de la casa para calentar el aire que entra. Con este sistema no es necesario abrir las ventanas.
En general, cada vez son más los países que intentan reducir la huella de carbono de las nuevas edificaciones. A veces, incluso, con medidas llamativas, como la que intentó imponer el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, que propuso prohibir la construcción de los clásicos rascacielos de cristal y acero, que son muy poco eficientes.
La medida no salió adelante, pero para Kaufmann, la propuesta de De Blasio tiene mucho sentido: no solo es más ecológico, también es más barato.
Un 30-50% de superficie de cristal es más que suficiente para obtener la luz necesaria. En un edificio de oficinas, por ejemplo, solo la zona de ventanas que está por encima de los escritorios es útil, todo lo que está por debajo no lo es, reflexiona.
Evidentemente, invertir en materiales de calidad encarece el proceso de construcción. «Es cierto que es un poco más caro, pero no mucho más caro», reconoce Kaufmann, que cifra en un 5-6% más el precio de la envoltura del edificio. Otros elementos, como las ventanas de mayor calidad, también suman al precio final.
«En números absolutos se calcula unos 100 dólares extra por m2 de zona habitable de una construcción nueva, y algo más para las renovaciones, unos 150-200 dólares por m2«, explica el experto.
El arquitecto Cordero reconoce que este tipo de construcción sube el precio de la vivienda, especialmente si se quiere conseguir la certificación que ofrece el Passivhaus Institute, un proceso que puede ser largo. «No es obligatorio, pero al final es un sello de calidad«, explica.
Con sello o sin sello, el objetivo es el mismo: ahorrar energía.
¿Y el mantenimiento? Excepto por el sistema de ventilación, que requiere cambiar los filtros de forma periódica, el resto del mantenimiento es igual que en los edificios convencionales.
Al final, explica Kaufmann, se trata de pensar en el futuro. La arquitectura pasiva requiere de un consumo energético tan bajo que podría abastecerse solo de energías renovables, algo imposible actualmente para los edificios convencionales.
Un futuro que, quizás, no esté tan lejos.