Por: Orlando Goncalves
@OrlandoGoncal
Este fin de semana se acerca a su fin el ciclo electoral del 2024 en la región, con las elecciones municipales en Chile, primera vuelta; en Brasil, segunda vuelta; y la primera vuelta presidencial en Uruguay.
En Chile, para ser electo gobernador es necesario que los candidatos consigan más del 40% de los votos. De no alcanzar este porcentaje, las dos primeras mayorías deberán pasar a segunda vuelta, la cual se realizará el próximo 24 de noviembre, en al menos 11 de las 16 regiones en disputa.
En la alcaldía de Santiago capital sufrió un golpe la coalición con la que gobierna el presidente Gabriel Boric, integrada por su partido el Frente Amplio, el partido Comunista y la centroizquierda, al no lograr reelegirse la actual alcaldesa, la comunista Irací Hassler. El candidato de Chile Vamos a la alcaldía de Santiago, Mario Desbordes, quien fue ministro en el segundo Gobierno del conservador Sebastián Piñera (2018-2022) y precandidato presidencial en las últimas generales, se ha impuesto al obtener más del 50% de los votos.
Evidentemente, en el caso de Chile, hay un desgaste del gobierno del presidente Gabriel Boric, lo que les ha permitido a los sectores de derecha y centro derecha, obtener más del 50% de los votos, mientras que los partidos de izquierda y centro izquierda lograron menos del 30% de los votos, sin embargo, el oficialismo de izquierda ha logrado mantener alcaldías de peso como Maipú, Viña del Mar y Valparaíso, a pesar de perder la emblemática de Santiago Centro.
En Chile el péndulo se movió, pero quizás no tanto como algunos analistas lo predecían.
Mientras, en Brasil, de las 15 capitales que estaban en juego este domingo, los partidos de derecha, centro derecha y la ultra derecha, han logrado la victoria en 13; y de las 26 capitales brasileñas solo una ha quedado en manos del partido de los Trabajadores del presidente Lula Da Silva.
A primera vista, pareciera que el gran derrotado ha sido el presidente Lula, y sin dudas los resultados no fueron halagadores para su partido, pero, si bien el péndulo político osciló, en el fondo las realidades regionales y locales se impusieron, más allá de la diatriba política entre el presidente Lula y el expresidente Bolsonaro.
Por ejemplo, la fuerza con mayor poder municipal, con cinco capitales y más de 880 municipios, es el Partido Social Democrático (PSD), una formación de centro-derecha, pero que apoya a Lula en el Congreso. Nuevamente, el péndulo se movió, pero quizás no tanto como pareciera a primera vista, por lo que habrá que observar el comportamiento y las actitudes de los nuevos mandatarios locales.
Si se centran en cumplir las funciones para las cuales fueron electos, enfocando sus prioridades en los ciudadanos, quizás logren romper un proceso polarizante que en nada beneficia a la ciudadanía, abriendo paso así a nuevos liderazgos mas allá del presiente Lula y del expresidente Bolsonaro.
El otro país en que fueron a las urnas fue Uruguay, donde además de elegir presidente y vicepresidente, los uruguayos votaron la renovación del Congreso Nacional: 99 bancas en la Cámara de Diputados y 30 bancas en el Senado, así como por los plebiscitos sobre la seguridad social y allanamientos nocturnos, los cuales no fueron aprobados.
Lo que estaba en juego en estas elecciones era la continuidad o no de un gobierno de coalición, dado que hubo un acuerdo asumido entre cuatro socios de gobierno: el Partido Nacional, el Partido Colorado, Cabildo Abierto y el Partido Independiente, en las elecciones de 2019. Ese acuerdo resultó exitoso al lograr mantenerse unido durante todo el mandato del presidente Luis Lacalle Pou, lo que marca un hito en la historia política de Uruguay. En esa ocasión, el Frente Amplio logra obtener la victoria en la primera vuelta, pero la coalición vence en la segunda vuelta.
En esta ocasión Yamandú Orsi, del Frente Amplio delfín del exmandatario José «Pepe» Mujica, obtiene más del 45% de los votos y el oficialista de centroderecha Álvaro Delgado, del partido Nacional, obtiene más de 28% de los votos, por lo cual deberán medirse en un balotaje el próximo 24 de noviembre, y uno de los escenarios es que se pueda repetirse el mismo escenario de 2019.
Ninguno de los candidatos plantea un giro radical para el país de 3,4 millones de habitantes, sino cambios graduales que salvaguarden su tradicional estabilidad; con lo cual, si bien lo ideal es que haya competencia en democracia y no polarización, también debe haber contrates evidentes, para que no haya confusión en el electorado.
¿Se moverá el péndulo en Uruguay? Eso lo decidirán los uruguayos.
Por lo pronto, en términos generales, las realidades locales y regionales tienen tal dinamismo que el péndulo se seguirá moviendo trascendiendo el tema de derechas e izquierdas.