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Para los presos políticos nunca olvidados

La estrechez económica a la que nos condujo el socialismo del siglo XXI, nos hace suspirar y pensar: “todo tiempo pasado fue mejor”.
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Por: Gloria Cuenca

En medio de los festejos de la Navidad, el tiempo de reflexión y recogimiento espiritual, resulta provechoso e interesante.

Los creyentes pensamos: no importa tanto, la cuestión de los regalos, estrenos y la exquisita comida de la Noche Buena.

Lo trascendental, la llegada de la esperanza con el Niño Dios, nuestro muy amado Niño Jesús, con su extraordinaria doctrina de amor y perdón.

Lo trascendente, tener y compartir:  Fe, Amor, Esperanza y Caridad.

Hay una sensación de confianza y protección al confiar en Dios, inigualable: Sentirse a Salvo en el espacio seguro de su Misericordia y Amor.

 La vida cotidiana es otra cosa. Acostumbrados, a comer opíparamente en las fiestas: nuestro pernil, las divinas hallacas, la ensalada de gallina, el pan de jamón y terminar con el maravilloso dulce de lechosa.

Turrones, licores y otros manjares acompañaban nuestras mesas. Hoy cuesta surtir la cena de Navidad de esas exquisiteces.

Todo el mundo regalaba una alegría inmensa de risas, canciones, gaitas, aguinaldos nos acompañaba.

 La estrechez económica a la que nos condujo el socialismo del siglo XXI, nos hace suspirar y pensar: “todo tiempo pasado fue mejor”.

 Sí, en nuestro caso, no hay duda. No obstante, al pensar dialécticamente, surge la pregunta: ¿qué podemos sacar de esta terrible experiencia que nos haga mejores personas y más completos como ciudadanos?

Hay un tremendo aprendizaje vivido. Ha sido un crecimiento por dolor, con sufrimientos y pesares.

Existen venezolanos, ciudadanos, crecidos y conscientes, aquí y fuera de nuestras fronteras, otros valientes, injustamente tras las rejas, resultado de este proceso loco y absolutamente irresponsable.

Los forjados en este doloroso episodio, son el futuro del país. Constructores y reconstructores de Venezuela.

 ¡Dios los oriente y guíe en esa tarea! También, se encuentran los “jaquetones”. Se creen con derecho a todo, violan normas, abusan del poder que tienen. Torturan. Son una vergüenza. ¡Ojalá reencuentren el Camino!

    Quiero compartir con amables seguidores, y con los contradictorios lectores, la experiencia vivida, y también por amigos y compañeros cercanos, de otros tiempos.  Existe la “fuerza moral”. ¿Cuál es esa fuerza? No, no se trata de la “Guerra de las Galaxias”.

La cuestión va más allá de los conceptos del mal y del bien; refiere a una mezcla de dignidad, con auto estima, auto concepto y auto respeto, que conforma la verdadera autoridad, (“autoritas”) que conduce al respeto y a la obediencia consciente. Exactamente lo contrario de la “obediencia ciega y rápida” del totalitarismo o del autoritarismo.  

No ocurre por la vía del poder político, sino por el poder de la congruencia y del conocimiento: ciencias, tecnologías, humanidades, comunicaciones, filosofía, disciplina ética y teología, entre otros saberes, que se conjugan con aspectos antes explicitados.

Piensan, sienten y actúan, con congruencia. Mientras otros viven en la disociación ética, o en la disociación cognoscitiva.

Fácil verlo desde fuera, complejo para quien lo vive. En ocasiones, no resulta fácil de  comprender.

Los que tienen idea de humillar, aplastar y denigrar a quien se les enfrenta, solo, con dignidad y la cabeza en alto, resultan sorprendidos frente a esa fuerza moral. Por eso el título, la pregunta: ¿Bajar la cabeza? La respuesta: Jamás. Si se ha decidido eliminar a la persona y baja la cabeza; la liquidan, sin duda.

Si no lo han decidido, ante su indeclinable voluntad, hará que sea respetado en el mejor de los casos, en el peor, siguen torturándolo.

¡Dios se apiade de esas personas! Importante destacar, ser humilde, no tiene nada que ver con conductas prepotentes, malcriadas, menos de incumplimiento de normas, éticas, religiosas, jurídicas.

Con las liberaciones recientes, se evidenció el tema de la tortura. Nunca había sido tan terrible y descarado este crimen.  

Desde que tengo uso de razón, supe de situaciones sobre torturas. Conozco de amigos y compañeros torturados durante la época de Pérez Jiménez.

 Tristemente, también durante los años de la lucha armada. Sin embargo, nunca se había   denunciado, probado y presentado, cuando esta sucediendo, como ahora. No obstante, a los dirigentes del régimen les importa un bledo.

Las fotos son irrefutables: en camilla, demacrados, con la salud deteriorada. Explicado, por parte de los defensores de los presos, hay 34 con enfermedades graves. ¿El régimen? ¡Parece que no es con ellos! Siguen la consigna: mentir siempre. Inventan y fabulan. Mientras, corpulento, bien alimentado, el” diplomático del mal”, su paisano, cuidado y respetado, también habría sido torturado.

Todos sabemos la verdad y quien miente.

El torturado (se llamaba un estupendo mural de humor negro, que se exponía en la Facultad de Derecho, producido por Jaime Ballestas)

A ese habría que incorporar al colombo-libanes-venezolano. Las violaciones de los Derechos Humanos, para las Naciones Unidas, son crímenes de “lesa humanidad” y no prescriben.

No importa el tiempo que pase, los juzgaran por ello, en cualquier tiempo. Al pensar en la gente en “la Tumba”, en el Helicoide, en la Yaguara, en la Cárcel de Mujeres, en quintas de la ciudad, expropiadas a los dueños, al irse del país y destinadas al sufrimiento humano. Siento compasión y tristeza.  ¿Se salvarán de la justicia terrena? La Divina es inapelable. ¡Dios lo sabe todo!

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