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Moloch

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Miguel Galindo

www.escriburgo.com

 A este pájaro, a Moloch digo, el común del personal ya no lo conoce y los que quedan y aún lo reconocen, la mayoría lo cree un demonio, pero no lo es.

En realidad es un antiguo dios cananeo, cuyo nombre se deriva de Melek, que significa Rey… Lo que pasa es que Milton lo rebajó a la categoría de diablo, si bien que con facultades ampliadas en compensación al desagrado… Pero ya digo, es un muy antiguo dios semítico al que le rendían sacrificios humanos. Concretamente se les sacrificaban a los primogénitos nacidos, a cambio, claro, de todo género de prosperidades y gananciales para el sacrificante. Un dios/diablo pavoroso, terrible y temible.

Sin embargo, fíjense bien fijado que fue un dios tribal en su origen construido a imagen y semejanza de los propios que lo inventaron y elevado a tótem universal por una casta sacerdotal a la que le convenía obtener privilegios… Pero los que deseaban obtener bienes y riquezas a cambio de quitarse de encima al primero de su progenie eran las propias gentes que mantenían su culto.

Si lo piensan in profundis, no deja de ser más que la historia de la humanidad repetida hasta la actualidad, aunque, naturalmente, corregida y perfeccionada, y modernizada. Luego, esos mismos pueblos erigieron otros dioses, otros becerros de oro o delegaron en curiosas entidades igual de sangrientas de otras culturas vecinas, según potencia e importancia y según preponderancia.

Como, por ejemplo, El Jehová, Dios de los Ejércitos y de las múltiples y celosas venganzas también, que vino precisamente para combatir la “idolatría” de Moloch, o de Baal, entre otros cultos “bárbaros”.

Cuestión de competencia, naturalmente…El tal Jehová, o Yahvé, es el precursor antiguo testamentario de nuestro (católico, más que cristiano) Dios, a secas, si bien que matizado por la intervención de Jesús, el Cristo. Intentaré explicarlo, a ver si me sale: nuestro buen Maestro se esforzó por borrar de la faz de su mundo, de sus creencias contemporáneas, a todo dios de toda religión por ser hechuras del hombre, y luchó por dar a entender a un solo y único Logos de amor y perdón, superior a todos los dioses reinantes, y que funcionaba por parámetros inconcebiblemente distintos y absolutamente opuestos a los que el personal estaba acostumbrado y obligado. Incluido todo el panteón de la potente, civilizada, ¿y civilizadora?, Roma.

El parón y paso atrás habido es que, quitado Jesucristo del teatro del mundo, los que salieron a escena en su nombre y representación del gran galileo, conservaron la estructura deífica judía, no la cristiana: la de un dios severo, vengativo, castigador y sobre todo y por encima de todo, sumiso a la dogmática y catecísmica de la nueva Iglesia, que era, por supuesto, y sigue siéndolo, la única y exclusiva representante e intérprete de ese Dios en la tierra…

Esto es, repite, una vez más, la tradición hecha ley de manufacturar un dios que mantenga a la grey (grey significa ganado) en el redil del “temor de Dios” y en aprisco de la “santa madre Iglesia”. O sea, bajo la estructura sacerdotal copiada y heredada del judaísmo.

El auténtico y genuino Dios Cristiano aún sigue seminédito, oculto entre sus escombros de pecados, purgas y castigos infernales encima “por toda la eternidad”… Si alguien se molesta en leer sobre la antigua religión hebrea, su Sumo Pontífice y sus Sumos Sacerdotes, encontrará un símil y paralelismo demasiado acusado como para que nos vendan el invento de cristiana autenticidad.

Ese Dios cristiano aún está por descubrir… perdón, rectifico: aún está por que nos lo descubran, si bien la ciencia actual – versus física quántica – está más cerca de hacerlo que una Curia sanedrínica poco dispuesta a reconocer la Verdad que han secuestrado durante milenios por no perder poder e influencia y prefiere mantener un tipo de religión populista y populachera rebajando la figura de Jesús a figura procesional y ritual, a objeto de romerías vacías; convirtiendo a los fieles en creyentes de ritos y tradiciones, en practicantes de totémicas cofradías.

Sin embargo, y a pesar de todo esto, más histórico que de valor humano, aunque también, lo cierto y verdad es que el demonio, el ídolo, el dios Moloch, sigue más vigente hoy que ayer, si bien que bajo otros valores actualizados…

Moloch está más vivo que nunca en los tótems del hedonismo, el consumismo, el narcisismo y a los que sacrificamos toda nuestra escala de valores, todos nuestros principios, desde la solidaridad al conocimiento pasando por todo tipo de razonamiento. Nuestro actual estilo de vida es destructivo hasta para la propia naturaleza, y lo inmolamos todo al dios de la destrucción: Moloch, a cambio de fiesta y borrachera contínua (también hay muchas formas de anularse y emborracharse, no solo con la ingesta de alcohol).

Es otra manera de permutar con sacrificios humanos. Ya no es con un hijo – sacrificio de la propia sangre – sino con nuestro propio y absoluto sacrificio como seres humanos integrales.

Los sumos sacerdotes de la moderna idolatría de Moloch son la política populista, la entrega a las oligarquías, la alienación religiosa y cultural… Y son los que ofician los rituales de anulación personal dirigidos a la gentificación, que desemboca en la exhibición: igual nos disfrazamos en moros y cristianos de agarenos que en semana santa de nazarenos, o de lo que haga falta; la cuestión es disfrazarnos de lo que no somos, de escondernos en ropajes inventados, en roles indescifrados de nosotros mismos… Inmolación gozosa y festiva que hacemos al dios Moloch en una feria – que es noria – continua de vanidades y vaciedades.

¿Demasiado dogmático?.. ¿demasiado drástico?.. ¿quizá demasiado dramático?.. ¿acaso demasiado exagerado?.. Vale. Puede ser. Entonces hagamos una cosa: pongamos un término medio; una distancia equidistante entre trascendencia y superficialidad; entre lo natural y lo artificioso; entre tradición ignorante y conocimiento actuante… No se molesten en buscar ese punto medio, pues está igualmente perdido y sacrificado. No sabríamos encontrarlo. No existe. Se desconoce absolutamente. No moderamos nada porque no controlamos nada; somos controlados y manejados a través del almanaque con números rojos en los que Moloch se hace presente en cada navidad, que son muchas y repetidas, y variadas a lo largo del año, si bien que en diferentes escenarios.

Ya he dicho al principio que fue Milton quién redescubrió a Moloch y lo designó como demonio. He aquí su definición: “cualquier persona o entidad que requiera la entrega de lo más preciado a cambio de una recompensa, y también, simplemente, como un sistema que devora a quiénes lo veneran”… No tiene traducción alguna ni interpretación ninguna: ¿a qué sistema nos estamos entregando y nos está devorando?.. hay que estar muy cegarrutos (y ser muy cagarrutos) como para no verlo, aunque, claro, ya lo sé, otra cosa es reconocerlo, y eso no lo vamos a hacer… Hubo otro famoso y más moderno diablo del que nos escribió Goëthe: un tal Mefisto, que iba por ahí comprando almas que los humanos le vendían voluntariamente a cambio de riqueza y diversión… ¿Les suena eso a algo cercano y familiar?.. Hoy hubiera tenido cola, y se hubiera depreciado el kilo de alma.

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