En el llamado Centro de Atención al Talento (CEDAT) localizado en Ciudad de México, todos sus alumnos tienen un denominador común: ser superdotados, que cuentan con un coeficiente intelectual superior a 130 puntos.
Aquí los alumnos reciben de maestros superdotados o especialistas otras materias como robótica o conocimientos sobre medicina y primeros auxilios.
La llegada de los alumnos superdotados a este centro, cuyos responsables lo definen como el más grande de su tipo en América Latina, no siempre es sencillo.
Cuando estos niños se distraen en la escuela tradicional porque están aburridos, se muestran hiperactivos, la respuesta es un diagnóstico equivocado como trastorno por déficit de atención e incluso con fuertes medicaciones como antipsicóticos o antidepresivos.
Se calcula que en torno a un 3% de la población es superdotada, lo que entre los menores de edad de México equivaldría a un millón de niños y adolescentes. Sin embargo, según el CEDAT, en el país no están identificados más de 11.500.
Pero una vez detectados, su llegada a un centro como este con una enseñanza especializada cambia su vida por completo, especialmente al rodearse de personas con sus mismas capacidades con los que conviven sin miedo al rechazo.
«Mi otra escuela era fácil. A mí me gustaba la astronomía pero no me platicaba con mis amigos de eso porque me daba pena, cuenta Alexis Martínez, alumno del CEDAT de 7 años.
Su compañera Mikella Gamborino asiente. Yo me siento que estoy con los míos.
Escuchar a Alexis y Mikella es casi hipnotizante, por su locuacidad y agudeza mental. Se interrumpen, se complementan, y saltan de un tema a otro sin darse cuenta.
Pero entre tantos temas que dejan en evidencia su mayor nivel intelectual, también hablan de otros que hacen recordar que siguen siendo niños de 7 años.
Conversan sobre anime japonés («son caricaturas japonesas, como el Chavo del 8 aquí», aclara Alexis) y de chistes que leyeron en un libro. Ambos se les enseña sobre ahorro y economía doméstica y Mikella no puede aguantar la risa cuando trata de manejar con más o menos éxito un pequeño robot por control remoto.
Precisamente romper estereotipos sobre los superdotados y subrayar que continúan siendo niños es uno de los objetivos del CEDAT.
«Cuando se habla de niños genio aún pensamos en el típico nerd o ratón de biblioteca desadaptado o estático. Pero este es un prototipo que no suelen cumplir. Tampoco son tradicionalmente los niños que sacan dieces en la escuela, muchas veces porque ya no les interesa», explica Andrew Almazán, docente en el CEDAT e hijo de los directores del centro que fue fundado en 2010.
Él sabe bien de lo que habla porque detectaron que era superdotado con 4 años, cuando ya sabía leer y escribir. Recuerda cuánto se aburría en las clases, que era hiperactivo y que le gustaba mucho moverse, lo que le llevó a sufrir bullying y también le implicaba problemas de conducta y autoridad con los profesores.
«A veces yo encontraba un error y los cuestionaba. Les decía que eso no estaba bien, que no era exacto. Y después tuve que aprender que no se cuestiona cuando uno tiene 5 años, que a un profesor no le gusta que le digan que está mal», recuerda divertido.
Acabó abandonando la escuela tradicional a los 9 años y ahí empezó una trayectoria académica de infarto. A los 12 empezó a estudiar Psicología y Medicina en la universidad. A sus dos licenciaturas le siguieron seis maestrías y dos doctorados en centros tan prestigiosos como Harvard en Estados Unidos o Oxford en Reino Unido.
Hoy, con solo 28 años y recién casado, continúa estudiando y realizando investigaciones sobre los menores superdotados en México desde el CEDAT.
Este centro no recibe ningún apoyo económico público sino que se financia de manera totalmente privada gracias a los pagos de matrícula y cuotas de los familiares de alumnos, quienes siempre deben tener un coeficiente mínimo de 130 para ser admitidos.
No obstante, en el centro aseguran que los honorarios se pueden personalizar a las capacidades económicas más bajas de las familias con otras modalidades, como una enseñanza de menos horas diaria o asesorías mensuales para aquellos que viven fuera de Ciudad de México.
Más niños que niñas
En los estudios del doctor Almazán siempre sale a relucir una realidad que es también visible en los pasillos del CEDAT: la existencia de menos niñas superdotadas que niños .
Almazán afirma que hay factores genéticos que explican esta realidad, ya que para que una niña sea superdotada debe contar con dos progenitores que también lo sean. En el caso de un niño, en cambio, es suficiente con que lo sea solo uno de los padres.
Además, también apunta a que en muchos casos es más difícil encontrar a estas niñas porque «socialmente pueden ser más pasivas, obedecen más que el niño, que choca más y a quien se le acaba haciendo una prueba para ver qué le ocurre. Pero muchas de ellas se mimetizan más con el entorno con tal de ser aceptadas».
«Por todo esto vemos que hay una discrepancia considerable todavía en cuestiones de género que intentamos cerrar. La brecha no debería ser mayor a seis niños por cuatro niñas, pero en cambio es más fuerte… de siete frente a cuatro, o incluso de ocho frente a dos», asegura el experto.
Cuando a estos niños no se les ofrece una educación adaptada a su realidad, «hay como un proceso de atrofia», compara Almanza. Las capacidades se van perdiendo por falta de uso y hace que estas personas se acaben frustrando o incluso deprimiendo.
El experto reconoce que aún quedan grandes desafíos como concientizar tanto a la sociedad como a las autoridades de que estos niños existen. «Ahora hay más conciencia de que medicarlos no es la solución, pero a veces la presión también hace pensar a algunos padres que darles un tratamiento es más fácil… Hay muchos retos, pero estamos motivados».