Las lluvias torrenciales representan en realidad un peligro luego de una temporada de sequía.
Científicos advierten que esta situación podría provocar inundaciones repentinas y es poco probable que permitan que los suelos secos se repongan.
¿Por qué las lluvias pueden dar lugar a inundaciones?
Las sequías dejan los suelos secos y duros con niveles de humedad muy bajos y si la lluvia cae en grandes cantidades y a gran velocidad el suelo no puede absorber la humedad.
En cambio, se acumula en la superficie. En superficies inclinadas, el agua se escurre rápidamente y provoca inundaciones repentinas. El efecto es como verter agua a gran velocidad sobre cemento.
El principal efecto que tiene la sequía en el suelo se denomina hidrofobicidad.
Cuando el agua golpea una chaqueta impermeable, el material de la chaqueta la repele, lo que hace que se formen gotas en la parte superior y finalmente se escurran. Algo similar sucede cuando la materia orgánica del suelo se seca, formando una capa de material que impide la entrada de agua.
En lugar de que el agua se mueva hacia el suelo, permanece en la superficie.
La sequía quema el pasto y otras plantas, haciendo que los parques y campos se tornen de color amarillo. Esta vegetación cubre usualmente el suelo y lo protege de las lluvias intensas.
La vegetación descompone las gotas de lluvia de las grandes tormentas en gotas más pequeñas. Sin esa protección, las gotas grandes dañan la estructura del suelo, lo que significa que puede infiltrarse incluso menos agua.
Cualquier lugar con terreno empinado y montañoso, donde el agua puede moverse muy rápidamente, tiene un riesgo particularmente alto.
Las tormentas pueden generar grandes cantidades de lluvia, pero generalmente en un área pequeña y en un período breve. Eso no le da al suelo suficiente tiempo para recuperarse.
Lo ideal tras una sequía, explican científicos, es una lluvia liviana durante varias horas y días para que el suelo recupere sus niveles de humedad normales.