Josué Lozada
Ya aparecieron.
Relucientes y frescas, todavía con olor a tinta nueva.
A pesar de que van destinadas a causar muerte y miseria, las cajas lucen atractivas, como una asesina sensual cuyo único propósito es destruir y engañar.
La actriz principal de la trágica comedia luce una toga negra, presagio de tumbas y seres errantes, con una sonrisa incapaz de ocultar sus bajos instintos.
Los demás actores del reparto, sicarios sacados de ultratumba, se ven distantes y aburridos, tienen muy poco libreto, sólo decir : «conforme».
La distracción es porque el pensamiento los traiciona y se los lleva a las hermosas playas y casinos capitalistas donde gastarán el jugoso cheque que recibirán.
Mientras tanto toda una nación salió a las calles de Venezuela y del mundo para exigir las cajas verdaderos, las que huelen a flores de libertad.
Las cajas del fraude tienen un talón de Aquiles, todos saben que son parte de un grosero golpe de estado, una pantomima que huele a estiércol, a cloaca y a ratas muertas.
No podrán pasar por el filtro de la verdad.
La dictadura confía en que con el apoyo de sus colegas, que le recomendaron el teatro, puedan seguir torturando, matando y encarcelado a los paladines de la liberación.
No podrán.
Ayer se les vino el mundo el encima.
El pueblo venezolano no está dispuesto a ceder y está vez lo acompañan cientos de países y organizaciones internacionales, un sin fin de personas influyentes y todos nuestros líderes políticos demócratas.
La victoria ya fue conseguida, el cubanato sólo se retuerce como serpiente sin cabeza, antes de su último espasmo.