La desgraciada realidad

La desgraciada realidad

Por: Miguel Galindo Sánchez

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Orban, Erdogan, Putin, Rutte, Meloni, Netanyahu… son algunos (no todos) de los energúmenos que agitan la política mundial, parte de ellos genocidas asesinos.

Los hay incluso apoyados por las propias potencias llamadas democráticas, como es el caso del último citado, al que el mismo EE.UU. ampara y suministra armas para sus crímenes en Gaza.

La misma ONU no ha dejado de ser, desde su fundación, un trampantojo organizativo de naciones donde se da la razón a la que más grita, donde, en su Consejo de Seguridad también se sientan regímenes brutales y expendedores de armas y cuyos comités decisorios están en manos de actuales delincuentes políticos. Así que no es un organismo del que podamos esperar resoluciones fiables.

Esto por un lado y por el otro, peor que eso si cabe es que, a todos esos líderes romos y absolutistas, cerdos y lerdos, los han puesto en el poder los votos de las urnas, la gente, los ciudadanos, nosotros… suicida pero democráticamente. Y he aquí el verdadero abismo vacío de la humanidad. ¿Qué hace que la ciudadanía de un país vote a un tipo con una motosierra que vocifera que va a cortar cabezas?.. ¿Por qué los votantes de otro suben al poder a una presienta que reúne en conspiración a los principales capos nazis de Europa?.. ¿Qué empuja al ciudadano de otro a pedir en las calles un golpe de estado?..

Tan solo se me ocurren un par de motivos y puede que esté equivocado en ambos (gente habrá…): el flagrante desencanto de un personal que ve cómo se le esfuma entre las manos una sociedad del bienestar y de privilegios ganada tras la II Guerra Mundial, cuya existencia se hace cada vez más precaria y con una mayor desigualdad, por un lado y una creencia, vieja como la hez, que un caudillo, cuánto más burro y populista mejor, se lo va a arreglar en un plis plas, cubriendo de cadáveres las costas, y de campos de refugiados las fronteras, y/o guillotinando a todo opositor interior tras haber guillotinado previamente a la propia democracia.

Por supuesto, que estamos equivocados lo sabe sobradamente la Historia, pero también para eso y por eso ha sido ocultada, tergiversada y suplantada por sus propias Naciones en planes de estudio enfocados solo a la producción y consumo de bienes y derechos, y el fomento de la ignorancia sobre la cultura… Entonces, cuando empezamos a divisar que hemos sido estafados con el cuento chino de la globalización, por ejemplo, donde el que menos expone y trabaja más gana, y el que más produce menos tiene, porque nos han enganchado a una noria de la que tenemos que sacar el agua que bebemos, pagándosela encima a precio de oro a los que nos la venden siendo nuestra.

Aparecen los salvadores de patrias con falsas promesas y cuentos de Calleja que repartir entre la ávida pero bien escasa inteligencia… Si hubiéramos leído, lo sabríamos. Pero aquí solo se lee el Marca, el Hola y las Fake News a las que estamos fielmente suscritos.

Si seguimos la secuencia lógica, los únicos que podríamos evitar el desenlace de caer en semejantes zarpas, somos nosotros mismos, actuando en las mismas urnas con las que les hemos aupado… y eso, mucho cuidado, antes que se hagan con el poder omnímodo y ya no lo suelten jamás (léase Putin) que es el objetivo de todos y cada uno de tales generales. Luego, con los opositores ejecutados o en la cárcel, ya será demasiado tarde (véase Turquía, Rusia, etc) y sabremos lo que vale un peine.

El mayor problema que tenemos, a mi parecer, es que esos mismos desaforados que pedimos que corra la sangre o que se entierre en el mar, somos los más acérrimos defensores del sistema de producción y consumo al que nos esclavizamos con todas nuestras estúpidas, suicidas e ignorantes ansias, y que no queremos romper en modo alguno.

Estamos obnubilados y fanatizados por un pan y circo que hemos entronizado como becerro de oro y al que adoramos en sus fechas y calendas hedonistas y mediáticas, como nuestros ídolos mandan. Somos los borregos tribales de nuestro Tótem, y sacrificadores de nosotros mismos; no sin antes cerrar la boca y abrir las tripas de los que aún se atreven a hablar, claro.

Con este panorama (celebraría que alguien con sentido de la lógica me expusiera una ruta mejor) yo solo veo que marchamos, como las ratas de Hammelin, bajo el encanto del flautista, hacia una sola y única salida: el mundo y la sociedad distópica de George Orwell… No es nada difícil adivinarla en las secuencias que estamos viviendo: una mundialización económica donde todo es acaparado por oligarquías que usan a los gobiernos conforme a sus fines. Hay que estar muy, muy ciegos, para no verlo: energía, alimentos, banca, agua, todo, absolutamente todo lo vital está confluyendo en el monopolio global de unos pocos.

Una vez concluida esa fase – estamos en su recta final – el Gran Hermano estará dispuesto y servido. Esos cuatro oligarcas, amos y dueños de todo, confluirán en un gobierno mundial que termine de ponernos las peras a cuarto, por las buenas o por las malas… Y lo más importante: una buena parte de la humanidad estará bien predispuesta y domesticada para ello: suplantar la cultura por líneas bien trazadas y muy definidas de pensamiento único… ¿A que le suena a familiar?.. Claro que sí, porque el proceso ya ha empezado, reside en ambos lados del espectro político. Y está en marcha.

Y miren, si estoy equivocado, mucho mejor para todos, o no… Y si estoy en lo cierto, peor para mí. Aunque no pienso quedarme mucho tiempo por aquí para comprobarlo hasta el final, aunque a ustedes les mole tanto y cuánto. Que cada cual se coma las tortas que él mismo amase… y que les sienten bien.

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