La crisis mundial del agua empeora. Según un informe, aproximadamente el 60% del PIB mundial está amenazado por la crisis mundial del agua.
La ONG WWF lanzó un nuevo informe: The high cost of cheap water, que estima el valor económico anual de este recurso y de los ecosistemas acuáticos en 55 billones de euros: aproximadamente el 60% del PIB mundial.
Millones de personas no cuentan con acceso a agua potable y la población expuesta a la inseguridad alimentaria está aumentando.
El informe concluye que el valor económico directo que el agua genera para los hogares, la agricultura, las empresas e industrias es de aproximadamente 7,11 billones de euros al año. El equivalente al PIB conjunto de Alemania y Francia.
Sin embargo, el valor indirecto que generan los ecosistemas acuáticos (que incluye la descontaminación de este recurso, la mejora de la salud del suelo, el almacenamiento de carbono y la protección de las comunidades locales frente a inundaciones y sequías extremas) es siete veces superior al valor directo, en torno a los 47 billones de euros.
Crisis mundial
El estudio pone de manifiesto que conservar sanos humedales, ríos, acuíferos y otros ecosistemas dependientes del agua evita a la sociedad pérdidas económicas mayores al prevenir los impactos negativos de fenómenos extremos como las sequías o las inundaciones.

El agua empeora
Siempre se ha infravalorado, junto con los ríos, lagos, humedales y acuíferos que la almacenan y suministran. Esta falta de conciencia y comprensión de la importancia de los recursos hídricos ha tenido un inmenso costo.
El mundo se enfrenta a una crisis del agua generalizada y cada vez más grave que está minando la salud humana y planetaria. Miles de millones de personas siguen sin tener acceso a agua dulce y saneamiento.
La inseguridad alimentaria va en aumento, los riesgos hídricos para la agricultura y la industria son cada vez mayores y, estamos perdiendo especies y ecosistemas de agua dulce a un ritmo alarmante.
El crecimiento de la población, la economía y la urbanización están ejerciendo una presión adicional sobre el suministro de agua y los ecosistemas de agua dulce, a medida que el cambio climático altera drásticamente el sistema hidrológico mundial.
Es crucial combatir la falta de visión sobre el agua comprendiendo y valorando todos los beneficios que aportan los ecosistemas de agua dulce sanos, incluido su papel en la seguridad alimentaria y del agua, la adaptación a un clima cambiante, la biodiversidad y la importancia cultural y espiritual para las comunidades de todo el mundo. Y es fundamental para sustentar la toma de decisiones y la gobernanza sostenible del agua.
Si salimos a la calle y preguntamos qué piensa sobre la falta de agua, posiblemente señalarán el derroche que hacemos del agua, o hablarán del cambio climático, o quizás se quejarán de que faltan embalses y grandes infraestructuras.
Que tenemos un problema con el agua es una evidencia científica y social. La población sigue creciendo y cada vez es más demandante. ¿Qué hacemos entonces para asegurar el suministro a largo plazo?
Muchos pensarán que una opción es aprovechar más los acuíferos y que las medidas de gestión más importantes son reutilizar las aguas residuales y aprovechar el agua del mar.
Al respecto, hay que tener cuidado con estas visiones, porque no siempre se sabe si nuestros acuíferos están al límite, comprometiendo aún más la situación de escasez.
Si la idea de explotar más los acuíferos no es válida, tampoco lo es la de solucionarlo con tecnología. Las desaladoras para aprovechar el agua del mar son infraestructuras que encarecen mucho el agua, tanto por su costo energético como por el impacto ambiental que tienen. Es común el vertido de salmueras al mar en las zonas cercanas a estas instalaciones.
Por supuesto, son un apoyo para momentos puntuales, pero no la solución a la crisis del agua. Por otra parte, cuando se habla de reutilizar aguas residuales se olvida que tienen muchas limitaciones, porque la depuración es muy costosa energética y económicamente.
La clave está en organizar los usos del agua y proteger las masas de agua de una cuenca, para asegurar la salud de los ecosistemas y la disponibilidad para usos humanos. Lamentablemente, parece que estamos lejos de saber gestionar este equilibrio.
Ademas, mucha gente piensa que el agua que no es consumida se pierde y no tiene utilidad. Este mito ha percolado en la sociedad y sugiere que, en general, la población enfatiza en el valor productivo del agua, pero ignora que también el valor productivo depende de la salud del sistema hidrológico y de los ecosistemas vinculados.
Es importante recordar que la llegada del agua de los ríos y acuíferos al mar es elemental para el buen funcionamiento de todo el ecosistema y también de la actividad humana relacionada.
Cuando falla la llegada de aguas continentales al mar implica que perdemos vida en el mar porque se queda sin nutrientes, incluidos algunos de los peces que consumimos, y cambien las condiciones de temperatura y salinidad del mar.
El agua dulce transporta nutrientes, que son fundamentales para que se mantengan las poblaciones de peces, y sedimentos, que se distribuyen a lo largo de la costa y son la razón de que tengamos playas.
Por último conviene pensar en quién gasta más agua. La mayoría de las personas apunta a que son la agricultura y la industria los mayores consumidores. Si bien esto es cierto, pues la agricultura intensiva es la más demandante de agua.
Existen sistemas agrícolas con menor huella hídrica, como es el caso de la agricultura regenerativa o la ganadería extensiva, y que no perjudican ni a las masas de agua ni a los agricultores y agriculturas.