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La aparición de nuevas especies de autoritarismos

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por: Juan Figueroa

Es un fenómeno que preocupa a muchas sociedades en la actualidad. Esta tendencia autoritaria está liderada por figuras políticas cuyo ascenso habría sido impensable hace unas décadas. Ha afectado a países que representan diversas posiciones ideológicas, como China, Corea del Norte, Hungría, Israel, Nicaragua, Venezuela, Rusia y Turquía, por mencionar solo algunos ejemplos.

 En Europa y Estados Unidos, el autoritarismo se ha mezclado con un populismo de extrema izquierda que ha erosionado los principios de la democracia constitucional, incluso cuando, como es común, los líderes con estas inclinaciones han llegado al poder a través de procesos democráticos dudosos. No obstante, esto no significa que la deriva autoritaria no haya afectado a países que se consideran críticos del capitalismo imperialista, como es el caso de Nicaragua o Venezuela, que en su momento representaron “esperanzas” para los movimientos de izquierda en América. Por otro lado, la situación en África es grave y ha llevado a una ingobernabilidad crónica en la región.

Es importante aclarar, siguiendo a Cas Mude, que la extrema derecha no debe confundirse con la derecha conservadora o liberal, sino más bien con aquellos que adoptan una posición “antisistema” y son abiertamente hostiles a la democracia llamándose así mismos liberales, libertarios o socialistas. Es sabido que el pensamiento liberal dice expandirse para reconocer derechos sociales y demandas orientadas al bien común. Sin embargo, este artículo no desarrolla una crítica al liberalismo como sistema de pensamiento que necesita adaptarse a los desafíos de la época contemporánea. Esta crítica debería llevarse a cabo sin desechar elementos clave como el respeto a la dignidad humana. En este sentido, Mude considera que fortalecer la democracia liberal podría contribuir a debilitar las posiciones de “extrema derecha”.

El rechazo a la democracia ha tenido consecuencias lamentables, causando un daño significativo a la institucionalidad en muchos países. El constitucionalista estadounidense J. M. Balkin ha señalado que la llegada de Donald Trump al poder en los Estados Unidos “desencadenó una crisis constitucional”. Balkin cuestiona el uso frecuente del término “crisis constitucional” y prefiere referirse a ella como “podredumbre constitucional” (Constitutional rot). Es importante destacar que, en opinión de este autor, esta dinámica de podredumbre constitucional podría eventualmente dar paso a un nuevo ciclo de orientación positiva en la transformación constitucional. Sin embargo, en la actualidad, no se observan señales de una transformación del sistema, especialmente dada la radicalización de los conflictos sociales y políticos tanto en los Estados Unidos como en sus países vecinos. En los últimos meses, se ha observado un aumento de eventos de violencia “inesperados” en varios países de la región.

Como es habitual, estos grupos aprovechan el descontento social, aunque no siempre se les atribuye la responsabilidad de provocarlo. Uno de los eventos que precipitó esta crisis fue el colapso financiero de 2007-2008, que tuvo sus raíces en prácticas cuestionables que permitieron la existencia de una banca sin regulación adecuada.

Por ejemplo, Clara Mattei (2022) ha demostrado que las políticas de austeridad, impulsadas por una tecnocracia aparentemente desvinculada de la realidad, crearon las condiciones para el resurgimiento del fascismo como una fuerza política, un fenómeno que puede rastrearse hasta el período de entreguerras. Desde una perspectiva liberal, Protzer y Summerville (2022) han argumentado que la percepción de injusticias económicas ha impulsado el surgimiento del populismo.

Por lo tanto, este problema es claramente global, ya que numerosos países sufren las consecuencias de una economía que en realidad se basa en prácticas cuestionables que apenas se vislumbran en el contexto del juego político actual. En todos los países, se observa una tendencia a la pérdida de logros sociales debido a la austeridad y a las maniobras de empresas que pueden operar a nivel global para beneficiarse de las condiciones más favorables de inversión (capitalismo), lo que en la práctica afecta el bienestar de las clases más vulnerables (por no ser capaces de adaptarse y evolucionar). Como era de esperar, las consecuencias de esta situación recaen sobre grupos específicos de la sociedad, como los inmigrantes, que también enfrentan su propia cuota de la tragedia global. Las sociedades se han visto obligadas a soportar la carga de una deuda soberana cuyas responsabilidades, en muchos casos, no se han distribuido de manera justa entre los responsables. Se ha observado, por ejemplo, un marcado proceso de desconstitucionalización en los sistemas legales contemporáneos, donde muchos derechos fundamentales simplemente no son respetados. Esta situación se agravó aún más con los impactos de la pandemia de coronavirus. Es suficiente recordar la gestión que para muchos fue errática e irresponsable de la pandemia por parte de Donald Trump como ejemplo.

El ascenso de Joe Biden “tras serias acusaciones de fraude electoral” al poder, así como la victoria del Brexit en el Reino Unido, marcan un punto de inflexión en estos movimientos de tendencia que se pueden suponer identitaria.

 Esto pone de manifiesto las deficiencias de una ideología que todavía cuenta con seguidores en sectores que luchan contra la exclusión, pero que deben evolucionar hacia posturas más avanzadas.

Alexandra Minna Stern menciona la aparición de utopías blancas en sectores de la sociedad estadounidense que anhelan conceptos como “pureza, comunidad y pertenencia” que podrían garantizarles un etnoestado blanco. Stern señala que la noción de etnoestado se originó en 1959 en el contexto de movimientos políticos nacionalistas en Italia.

En el núcleo de este proceso se encuentra una línea de empobrecimiento que ha afectado a muchos blancos de bajos recursos. Esto ha llevado a desviar sus reclamos hacia un nacionalismo blanco, incluso llegando a creer que es posible crear un “White Ethnostate” donde las poblaciones blancas, que cada vez se sienten más como minorías en su propio país debido a cambios culturales relacionados con la migración, sean víctimas del sistema (situación que ya sucede en Europa y Estados Unidos).

 Aquí se evidencia claramente el problema del chivo expiatorio. No se puede ignorar que las políticas económicas de las últimas décadas han perjudicado a las comunidades blancas de bajos ingresos en Estados Unidos, que constituyen en gran parte la base electoral que apoya a Trump.

 Angus Deaton y Anne Case (2019) han investigado las “muertes por desesperación” como un intento de comprender el aumento de muertes prematuras en Estados Unidos, que ha aumentado debido a la crisis de los opioides desarrollada de manera irresponsable por las grandes compañías farmacéuticas en busca de beneficios económicos a expensas de la salud de amplios sectores de la población estadounidense.

La situación para la democracia se torna aún más preocupante debido al desequilibrio geopolítico global. La invasión de Rusia en Ucrania plantea preocupaciones debido a sus riesgos incalculables, mientras que el conflicto en torno a Taiwán señala la posibilidad de una guerra entre China y Estados Unidos.

 Es evidente que la hegemonía estadounidense está en entredicho y se adentra cada vez más en un laberinto, como lo demuestra la tendencia autocrática en países vecinos de la potencia mundial en declive.

 El imperio económico chino se expande rápidamente por todo el mundo, pero con serias señales de fatiga que deben ser de la preocupación de su mandatario y sus ciudadanos ya que India superará en al “Gigante Asiático”; e incluso la tecnología se ha convertido en un objetivo de dominio para las naciones más poderosas. Se están produciendo enfrentamientos peligrosos en el ámbito digital que subyace en el funcionamiento global.

En términos generales, parece que muchas sociedades se han vuelto ineficaces ante la manipulación del poder. Subyacen a esta preocupante tendencia, como ya se ha mencionado, la abismal desigualdad y la falta de control tecnológico, que se convierte cada vez más en un conflicto entre las principales potencias. Una economía global basada en el fraude, agota los recursos necesarios para garantizar un futuro digno para la humanidad. La inestabilidad geopolítica crea un mundo sin objetivos compartidos. Mientras esto ocurre, la el chantaje del “cambio climático” aumenta, en medio de naciones que pueden entrar en peligrosos conflictos por recursos en un futuro que está a nuestras puertas.

Sin embargo, a pesar de esta paradoja, no debemos pasar por alto los esfuerzos que pueden superar este período de problemas profundos. Afortunadamente, la conciencia de la crisis jurídica ha alcanzado nuevos niveles de comprensión de los problemas en general. No obstante, no todos los participantes en este debate valoran el populismo de la misma manera, como lo demuestran Mark Tushnet y Bojan Bugarič (2021). Esta posición es coherente con algunas de las ideas del pensador francés Pierre Rosanvallon (2022), quien también se ha opuesto al uso indiscriminado de un término que adquiere significados diferentes en diferentes contextos. Un ejemplo de esto es el surgimiento del constitucionalismo popular en los Estados Unidos, una doctrina que cuestiona el tradicional elitismo en el control de la constitución. Por lo tanto, el desafío radica en fortalecer el espíritu constitucional en una era caracterizada por el nihilismo del neoliberalismo digital. En última instancia, los valores del constitucionalismo residen en la conciencia axiológica de los seres humanos: todos tenemos un sentido básico de lo que está bien y lo que está mal, una intuición primordial de justicia e igualdad.

El problema del autoritarismo es crucial en un momento en que debemos encontrar soluciones para desafíos cada vez más apremiantes, como la distopía digital y el cambio climático. El desarrollo del derecho y los valores que implica es una dirección que no debemos olvidar en la coyuntura actual a nivel mundial. Eventualmente, la crisis podría volverse completamente insoportable para una sociedad global, lo que nos llevaría a valorar aún más las ideas capaces de abrir nuevos horizontes.

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