Por: Miguel Galindo
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“Escuchen este gran secreto. Aunque yo estoy por encima del nacimiento y del renacimiento o Ley, siendo el Señor de todo lo que existe, pues todo emanó de Mí, aun así apareceré en mi propio universo, y soy por consciente nacido por mi Poder, Pensamiento y Voluntad”…
Bien… pues juguemos y empecemos: ¿con qué o quiénes creen ustedes que se relaciona el pasaje con el que hoy doy comienzo?.. Léanlo un par de veces o tres más si así lo consideran necesario, por favor, no es un concurso de pasapalabra ni abracadabra.
Estoy seguro que los que están familiarizados con esta clase de textos y a muchos más también, les “sonará” a Génesis o quizás a Apocalipsis para otros. Y que se desprende con meridiana claridad su interpretación: es Dios, el Padre (la primera persona de la Trinidad) anunciando su encarnación en el Hijo (segunda persona de la Trinidad), por Quién todo fue hecho, etc., etc…
Impecablemente lógico, no sé si cabrá algún otro matiz, pero estoy seguro que no alterará mucho el fondo de la cuestión. Les rogaría también que me dijeran la naturaleza de su origen, si en algo les suena, y casi que los más avisados lo situaran cercano a esto o lo otro, ya saben… Pues miren, la verdad: es un pasaje copiado del Baghavad Guita, uno de los más arcanos y sagrados libros de la sabiduría védica en la India y tiene milenios de antigüedad. De hecho, tal obra se sitúa como bastante anterior al Evangelio de San Juan, y solo lo digo por situarlo en el tiempo, o en la Historia, o en el medidor cronológico que ustedes quieran.
Esta especie de juego propuesto no tiene otro objetivo que darles a entender que, cuando hablamos de verdades trascendentales y universales, las culturas no hacen otra cosa que copiarse unas a otras. Las posteriores a las anteriores, y así sucesivamente. Que la sabiduría y el conocimiento cósmico, sea en modo religioso o científico, nada más tiene que una sola y única fuente de origen, que es interpretada y/o copiada, y transmitida, entre civilizaciones… Y que el apoderarse bajo estúpidos dogmas como verdades absolutas de las iglesias de turno, no deja de ser otra cosa que un torpe intento de secuestro y manipulación para la consecución de leales, más que fieles y adeptos. No hay cosa peor para una noción universal que estar sometida a una confesión parcial.
De hecho, y siguiendo el mismo ejemplo que hemos escogido, el sobrenombre de Cristo – del griego “ungido” – puesto a Jesús, el Hijo del Hombre, para ser convertido en Hijo de Dios, es paralelo a la figura de Krishna, como encarnación del dios Vishnú; otras acepciones lo ponen “como forma principal de Dios”… Como verán, es un calco, clásico y exacto, de Jesucristo como Hijo de Dios y como Dios mismo. Teología copiada en dos culturas distantes y distintas. Naturalmente, la una no invalida la otra en modo alguno. Y eso es así porque una Verdad no se puede dividir, ya que es la misma verdad en todos los tiempos y para todos los casos y lugares. La Verdad siempre será una sola, única y misma Verdad.
Si el Cristo, o como lo llamemos, es una energía inteligente primordial emanada del mismo Logos, o Dios, o Uno, o Principio, o lo que sea que fuere el caso, el hecho de “encarnarse”, o entrar en la carne, que eso quiere decir y no otra cosa, convendrán conmigo que supone unirse a un ser encarnado cuyo grado evolutivo sea proporcional al “SER” superior que se une a él… A este “fenómeno”, aunque, personalmente, no me guste llamarlo así, pues toda obra emanada del Origen es eminentemente natural, y no sobrenatural como nos empeñamos en calificar, la cultura oriental los suele llamar “Avatares”, o sea: seres avanzados.
Llegados a este punto, tenemos que la religión Católica no admite este término porque ello implica pluralidad, y aquí, según ella, claro, no existe (no permite) competencia alguna… “Su” avatar es único, verdadero e incompartible porque, si no fuera así, no podría imponer su hegemonía de “salvación”, intransferible de cualquier otra creencia. Para eso se han inventado la Fe, “su” fe, por supuesto… Sin embargo, el nexo es el mismo: son seres portadores de verdades eternas, cósmicas, universales, entregados a su sagrada misión de impulsar el estadio evolutivo de la humanidad. Y resulta que esa misma humanidad está en la tierra la friolera de 315.000 años, y ya va siendo hora que espabile. Y nos toque mover ficha. Eso, según las últimas dataciones. Otra cosa es con qué lentes examinemos el hecho: sin con las religiosas o si con las científicas.
Y si abandonamos las primeras y nos ceñimos las segundas, nuestra nueva – y vieja – amiga la Física Quántica, viene a decirnos que yes, que ouí, que já, que sí, que todo cuánto nos rodea y cuántos estamos metidos en el lío, igual y lo mismo estamos comprometidos en un plan evolutivo al que ellos llaman Movimiento Entrópico Universal; y que los humanos, que somos los que podemos, tenemos un par de salidas: o hacerlo significativamente bien, o hacerlo estúpidamente mal. Y que de nuestro buen hacer o mal deshacer depende de cómo salgamos parados de la cosa del caso que nos ocupa.
Me paro aquí, aunque podría seguir diciendo y cada vez menos suponiendo… El juego que les proponía al principio de este artículo es el de jugar a pensar. Pues bien, si quieren, sigan pensando por ustedes mismos, tampoco es tan difícil… Como verán, yo tan solo he seguido un hilo conductor de secuencias lógicas, y nada más. Les he expuesto un examen somero que, desde distintas ópticas, llevan a un mismo punto de inflexión. Ustedes pueden admitirlo o rechazarlo, pero lo que no podrán es cambiarlo, ni evitarlo. Nuestro rol, nuestro papel, se reduce a colaborar u obstaculizar el desarrollo de los hechos. Y eso es así porque obedece a otra ley: la de causa y efecto, que es la que está en nuestras manos por la cosa del libre albedrío, y con la que nosotros (nos) conducimos… Y es por ello, precisamente, por lo que un servidor de ustedes deshecha las casualidades y habla de causalidades.